María Ducos

De aprender a coser mirando videos por YouTube a llegar a confeccionar 4000 vestidos y prendas por temporada. Dolores Arrigo es la emprendedora detrás de @bellocchiovestidos, una opción para el verano pero también para todo el año.

Se acercaba fin de año y después de haber trabajado tanto y de haber hecho malabares entre los múltiples trabajos y sus hijas, Dolores Arrigo no concebía un verano sin vacaciones. Pero la realidad hablaba en otros términos. No había plata y planear un descanso en la montaña, en la playa o donde sea se veía muy lejano. Así fue que juntando las pocas fuerzas que todavía conservaba y, en un acto de salvataje en busca de oxígeno, volcó su último esfuerzo en la confección de 80 vestidos para vender. Por lo menos así habría acercado la posibilidad de un reposo reparador con unos pesos extra.

Puso manos a la obra para diseñar un modelo fácil y cómodo que se adaptara al cuerpo de cada chiquita. A ese primer ejemplar lo llamó Renata, en honor a su abuela. Con callos y vendas en las manos por haber cortado con tijera los 80 vestidos, su rutina de costurera empezaba a las diez de la noche, después de haber acostado a sus hijas y de haber concluido tres trabajos más como psicopedagoga. Esa primera tanda se vendió en tan sólo dos semanas, ¿y si su camino era entre hilos y telas?

El momento de apostar

“Siempre amé la costura. Aprendí a coser mirando videos en YouTube y practicando mucho cuando tenía 19 años”, rememora Dolores. También tuvo un emprendimiento con su hermana de estampas personalizadas de arpillera y productos de decoración, y fue con esas experiencias que se animó a anotarse en una feria, la que daría a conocer su marca que todavía no tenía nombre.

También en homenaje a su abuela decidió bautizar su emprendimiento como Bellocchio (@bellocchiovestidos), haciendo referencia a su apellido. Con un logo armado a las apuradas se lanzó y durante esas vacaciones tan ansiadas decidió que debía darle una oportunidad a los vestidos. Hizo una tanda de 120 para aquel invierno y las ventas fueron muy bien, pero sabía que necesitaba delegar trabajo si no quería colapsar.

Puertas que se van abriendo

Y jugando al fútbol con amigas llegó la oportunidad. Una compañera le comentó que su marido tenía una fábrica textil y aunque allí se producían cantidades mucho mayores a las que Dolores necesitaba, fue a verlo y pactaron empezar con la confección de 300 vestidos. José Sarasola, el dueño de la fábrica, le abrió un nuevo mundo: mejoró la calidad de sus prendas y le permitió hacer en cantidad. Hoy en día se producen 4000 vestidos por temporada. 

Con local en Bella Vista y una tienda online muy activa, Dolores está en todas las etapas del negocio: diseña, hace muestras, compra géneros, mantiene las redes sociales, hace ventas minoristas y mayoristas y empaqueta, una auténtica emprendedora con todas las letras.

Manos a la obra

El momento de inspiración es clave para la creación de prendas originales. A Dolores le gusta mirar las marcas españolas. Se imagina el modelo, arranca la moldería y la muestra y todo se pone en movimiento. En esta etapa, nos cuenta, el vestido va mutando mucho hasta llegar a la versión definitiva, y muchas veces termina de ajustarse en función de las telas con las que finalmente se hace realidad. 

Los modelos van desde bebes hasta los ocho años. Además de hacer varios formatos de vestidos para todo tipo de cuerpos, Dolores también se asegura que sus prendas se puedan usar hasta dos años seguidos con solo correr un botón. 

La familia siempre es el impulso

Con 30 años y cinco hijas mujeres, tiene modelos de sobra para sus sesiones de fotos a las que además siempre suma alguna amiga. Si bien sigue trabajando de psicopedagoga en un consultorio, es su emprendimiento el que se mantiene latente durante todo el día. Sus clientes son de pura confianza y ella intenta entender sus múltiples necesidades para ofrecer productos acorde. 

Sin duda, es su familia la que la hace ir siempre un paso adelante. Su marido, sus cinco chiquitas son el motor que la mueve y la incentiva a crecer. Además, sin su costurera que conoció en la calle y siempre la acompañó, sin su mamá que fue sostén desde el minuto uno entregando paquetes y cortando hilos, nada de todo esto seguiría en pie. 

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