Texto: María Laura Vidal Bazterrica  – @itasflowers

En el año 79, la población romana implementó las pérgolas, un elemento estructural que le dio a sus jardines un estilo muy particular. Al mismo tiempo, se empezaron a utilizar armazones para guiar las parras, con el fin de que sus frutos recibieran más sol. Las pérgolas no solo aportaban frescura y colorido al paisaje sino que proporcionaban sombra.

Estas estructuras que resurgieron en la época medieval, volvieron para quedarse. Hoy las encontramos en plazas, campos, jardines y hasta en las terrazas de los edificios. Se han convertido en elementos populares en los diseños paisajísticos.

Hay pérgolas de todo tipo. De madera dura como el roble, eucalipto o quebracho, de caña, de aluminio y hasta de piedra. Las de cañas gruesas son las que menos durabilidad tienen, por más de que reciban un tratamiento protector para exteriores. Aquellas cuyas bases son de piedra o cemento son las más nobles, pero a su vez, las más pesadas en el diseño.

Más allá de los materiales, podemos reconocer diferentes estilos de pérgolas:

  • Holandesas: con apoyos finos de aluminio, ideales para cobijar muebles modernos y techos de vidrio.
  • Contemporáneas: están construidas con cañerías y tubos rectos que se doblan para formar arcos.
  • Tradicionales: van de un extremo a otro, y la parte superior suele estar hecha de madera con pedestal de piedras.


¿Qué tener en cuenta a la hora de colocar una pérgola?

En primer lugar, es importante decidir si queremos que la estructura nos conduzca de un espacio a otro, o si solo nos interesa que nos lleve hacia un punto focal específico.

También es necesario definir si esta determinará un espacio estático bajo el cual nos sentaremos a descansar mientras contemplamos nuestro entorno paisajístico, o si la colocaremos simplemente para agrandar un espacio interior y generar una sensación de continuidad.

Su entorno

Es importante tener en cuenta que las superficies verticales son visualmente impactantes. Aportan una nueva dimensión al jardín y modifican el espacio. Es por eso que debemos analizar con anterioridad la estructura en función del ambiente. Para lograr un diseño integrado, debemos observar el estilo de la casa. Ver qué materiales vamos a repetir o combinar, y sobre todo, elegir bien sobre qué elementos estructurales apoyaremos la pérgola para que no parezca que fue puesta al azar.

Por otro lado, observar la entrada de la luz será fundamental para entender qué tipo y qué cantidad de especies trepadoras utilizaremos para cubrirla. Si las especies son caducas, en invierno penetrarán los rayos del sol. Si son perennes, con el tiempo el espacio se volverá cada vez más sombrío.

A la hora de construirla, debemos preguntarnos si preferimos que predomine la estructura o las plantas. No tendría sentido, por ejemplo, elevar una pérgola muy costosa para luego cubrirla con un follaje denso. 

¿Qué trepadoras podemos plantar?

Existen varias especies vegetales que son indicadas para acompañar las pérgolas. La Glicina, mundialmente conocida, es la más utilizada para cubrir estructuras. Es rápida, tupida y de amplia floración primaveral. Se poda únicamente en otoño, luego de que la tercera parte de su follaje haya caído.

Por otro lado, los rosales trepadores de varios colores, caducos o persistentes, de flor grande o pequeña, son una gran opción.

También existe una infinidad de jazmines aptos para pérgolas. Un ejemplo es el Jazmín de Madagascar, originario de la Polinesia, de flor blanca y follaje etéreo. Se destaca dentro del grupo de las especies perennes.

La Santa Rita es ideal por su amplia floración, pero peligrosa por sus espinas. Debemos saber en qué pérgola ubicarla, sobre todo porque es perenne.

La variedad “montana” de la Clematis, es una especie caduca ideal para apoyar sobre soportes de piedra y hierro.

Otras variedades de trepadoras aptas son: Solanum jasminoides, Vitis coignetiae (vid), Pyrostegia venusta y Mandevilla laxa, Thunbergia grandiflora, Ampelopsis, Jasminum nudiflorum, Ceanothus impressus.