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Dejando Huella – En el barrio La Juanita, en La Matanza, opera una de las cooperativas más grandes de la Argentina. Nació en la década del 90, a partir de una crisis laboral en el país. Hoy es generadora de oportunidades para la gente de un barrio en el que las necesidades sobran y las oportunidades faltan.

Texto: Catalina Rothberg

 

Junto a Daniel Cerezo, fundador de Creer Hacer, fuimos a pasar el día al barrio La Juanita. Allí conocimos Cooperativa La Juanita. Nació a partir de un movimiento de trabajadores desocupados que, tras rechazar los planes Trabajar, comenzaron a agruparse y a proyectar un futuro diferente. Las opciones eran esperar o construir, y decidieron trabajar para cambiar la realidad. Tenían en claro que para transformar una sociedad eran necesarios dos factores: educación y trabajo; los planes sociales solamente no alcanzaban. Por eso, plantearon un proyecto de educación que contemplaba todos los eslabones de la cadena educativa y se sostenía con emprendimientos productivos para generar el dinero necesario.

El trabajo consistía no sólo en conseguir los fondos para realizar el Jardín de Infantes -primer paso de este proyecto educativo-, sino también en capacitarse para llevar adelante un establecimiento que requería de profesionales y presentaciones legales de todo tipo. “Nos concentramos en capacitarnos mucho y soñar. No teníamos ni para comer, pero jamás nos sacaron la capacidad de soñar”, cuenta con una sonrisa llena de orgullo Silvia Flores, fundadora de Cooperativa La Juanita.

Primeros pasos
En 2001 consiguieron concretar el lugar físico; el sueño iba tomando forma. Una escuela abandonada por falta de fondos fue entonces la prueba concreta de que caminaban en buena dirección. Paralelamente, arrancó “La masa crítica”, la panadería donde se cocinaban panes dulces para vender y así recaudar los fondos necesarios para llevar a cabo el Jardín de Infantes. Era el comienzo de un camino que estaba clarísimo iba a ser largo y para nada fácil.

Había muchas trabas y obstáculos que sobrepasar. Caminar solos no era una posibilidad. Por eso, convocaron a diferentes personas para que los ayudaran. Maru Botana les enseñó cómo hacer un pan dulce de primera calidad, y Martín Churba hizo sus aportes al diseño del packaging.

Por otro lado, desde un principio el Jardín trabajó con la currícula oficial, aplicando metodologías de educación popular y recurriendo a un sistema de padrinazgo para cubrir las cuotas de los alumnos. Educar niños era para ellos un proceso que precisaba de maestros, profesionales y las familias de cada alumno para generar un cambio que trascendiera las cuatro horas diarias de escuela. En La Juanita tenían que apuntar alto, formando posibles contadores o inclusive presidentes de la Nación. El mensaje central que querían transmitir los que formaban la cooperativa era que elegir quién ser en la vida es una posibilidad para todos. Así fue como junto a los padres de cada chico se fue elaborando una planificación anual con actividades para hacer dentro del aula y fomentar diferentes valores, tales como la paciencia y el respeto. La motivación para con los alumnos les demostró inclusive a los padres que el cambio era posible. Muchas madres comenzaron a querer formarse y estudiar.

Contagiando la vocación
Los vínculos basados en la confianza fueron un elemento clave en cada paso de Cooperativa La Juanita. “La acción y la vocación son los factores que cambian la realidad. No importa la cantidad de personas, con una familia es suficiente”, explica Silvia. La cantidad de personas dispuestas a aportar a la causa fueron, con el tiempo, cada vez más. Comenzaron a realizarse cursos de capacitación para los vecinos, fomentando así el crecimiento personal. Santander Río, entre otras empresas, decidió sumarse y creer en La Juanita, e inauguró la primera sucursal bancaria en el barrio, otorgando créditos y beneficios para los residentes, algo imposible sin la confianza de ambos lados.

Un Jardín y una panadería se expandieron hasta incorporar también un taller de confección y venta de guardapolvos que hoy exporta sus productos, catorce cursos de oficios, un taller de reciclado de computadoras y un call center de Santander Río. Gracias a todo esto, a los padrinazgos para llevar adelante el Jardín de Infantes y a mucho trabajo en conjunto con entes y organizaciones, la cooperativa logró cumplir no sólo el sueño de concretar el proyecto educativo, sino el de cada persona que formó parte y pudo entender que la invitación era para todos. Era para trabajar juntos hacia un futuro en el que la educación no fuera un privilegio de pocos y el trabajo fuera una oportunidad para dignificar a la persona y mostrarle su valor.

Un barrio de casas simples y calles de tierra que muchos hubieran mirado como un barrio más de tantos en los que se vive una situación de exclusión terrible demostró que los sueños en La Juanita se hacen realidad.

Más información:
www.lajuanita.org
www.creerhacer.com.ar

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