Tres historias de vida. Diferentes, propias, únicas. Un mismo deseo: el de la casa propia. A ellos la vida les sonríe.
A puro pulmón llegó el aire fresco
Son los del video de YouTube. Los que se abrazan, los que se besan, los del número 18, los que profesan aquello de que los últimos serán los primeros, los que terminaron frente a la bahía comiendo unos tacos y bebiendo margaritas. Son Agustina Gesualdo, la de Liniers y Guido Avilés, el de Caballito. Los que se casaron en mayo pasado en la Redonda de Belgrano y se fueron a vivir a Villa Luro. Los que sabían que deberían sufrir la angustia de esperar la bolilla diez si querían la casa de sus sueños. En diciembre de 2014, habían tomado la decisión de mudarse a un barrio de Tigre, para estar cerca del terruño donde depositaban sus esperanzas, un poco con la idea de adaptarse al hábitat y otro poco con la intención de escaparle al bullicio de la ciudad, en busca de aire fresco.
Todo lo venían haciendo a puro pulmón, ahorrando cada peso para pagar la fiesta de casamiento, la Luna de Miel por Europa, y ahora, la casa propia. Ella es contadora y trabaja desde su casa, él en el área de ventas de Peugeot, en la planta de El Palomar. Antes de este miércoles 24 de junio habían hecho muchas promesas, yendo todos los domingos a misa, agendando una peregrinación a Luján. Durante la primera adjudicación ellos estaban en plena Luna de Miel, por eso quizás la expectativa del sorteo era enorme. Y el que espera no siempre desespera. Cruzaron los dedos juntos, como vienen haciéndolo desde el altar. Un último instante, la chance final, el deseo absoluto de brindarse por completo al destino. Y la suerte guiñó el ojo, los puños de Agus cerrados, los brazos abiertos al cielo que ahora bajan para fundirse alrededor de su marido. Son jóvenes y están chochos, plenos. Saben que la vida es bella y están en la mejor edad para disfrutarla, para agradecerla y para vivirla con amigos, con la familia y con la ilusión de poblarla con hijos.
