El propósito de Eidico para los próximos años es ser protagonista en el crecimiento de nuestro país. El foco ya no está puesto sólo en los emprendimientos inmobiliarios, sino que el desafío se basa en emprender negocios inclusivos y desarrollar comunidades que sean sostenibles en el tiempo.
Texto: Lucila Jordán
En Eidico hablamos de “Desarrollo 360”. Nos referimos a un modelo de negocio integral y en el que se incluyen los aspectos espiritual, social, ambiental, humano y económico de las personas, familias y comunidades con las que interactuamos.
Hoy, asumimos el rol de acompañar y crear alianzas con quienes tienen el mismo objetivo para generar, entre todos, el bien común. Para accionar este nuevo propósito y más allá de la Fundación Oficios que ya tiene diez años, comenzamos a trabajar en comunidades vecinas a algunos de nuestros proyectos. En Derqui -comunidad de Santo Tomás y San Pablo- empezamos a involucrarnos aún más hace dos años y ya se formaron diferentes comisiones de trabajo. En Villa Rosa y Zelaya -comunidades vecinas de Pilar del Este y San Sebastián, respectivamente- nos encontramos en una etapa inicial, creando las primeras mesas vecinales.
Trabajando juntos fue que conocimos a Mario Robledo y a Luis Torres, dos personas que viven en contextos y realidades diferentes, pero que comparten el sueño de volver invisible aquel muro social que los divide como vecinos.
Desde adentro
Luis Torres es un hombre de clase media, propietario de un lote en Santo Tomás (Derqui, Pilar). Su percepción respecto del campo que en un futuro cercano se convertiría en su lugar de residencia le despertaba una gran inquietud, que más tarde se convirtió en acción. Un predio rodeado de casas humildes, de calles sin asfalto, sin gas natural. Podía notar a simple vista las necesidades y las carencias del lugar.
Un día recibió una invitación de Eidico para participar en una reunión junto con otros suscriptores del proyecto y todo comenzó. La propuesta consistía en armar un equipo entre empleados de Eidico, vecinos de Derqui y propietarios de Santo Tomás y San Pablo (el barrio vecino) que quisieran trabajar juntos para mejorar la zona. Hoy, es uno de los integrantes del equipo de desarrollo comunitario de Derqui. No sólo asiste a las reuniones mensuales y participa activamente, sino que además consiguió una importante donación de IBM, que se utilizó para incentivar los cursos de oficios que se empezaron a dictar en Derqui con la ayuda de Mario.
Se organizaron en diferentes comisiones para poder enfocarse en cada problemática a resolver: de gas, de deporte, de seguridad, de educación y oficios y de mejora barrial.
El otro ángulo
Mario Robledo, a diferencia de Luis, nació y se crió en Derqui, en aquella zona de casas humildes, sin calles de asfalto, ni gas natural y con infinidad de necesidades. Creció en un contexto de pobreza. Su infancia y adolescencia fueron difíciles, y a los trece años dejó el colegio para ir a trabajar con su papá al Mercado Central. Conoció el alcohol y la droga, pero también tuvo la suerte de cruzarse con el Padre Dino Baldán, sacerdote salesiano de más de ochenta años que está al frente de la parroquia de Derqui. El sacerdote lo ayudó a salir adelante, pudiendo cambiar el futuro al que parecía estar destinado. Estudió mecánica para autos y comenzó a participar de las actividades de la parroquia. Y un día tuvo una idea: ¿por qué no enseñar un oficio a la gente del barrio, brindándoles una herramienta que los empodere? El sacerdote pensó en un galpón que había levantado en la plaza Don Bosco en 2001, ambientado como comedor para muchas familias.
Hoy, Mario es electricista matriculado, músico y padre de familia. En el año 2013 conoció a referentes de Eidico en la primera reunión vecinal y, en aquellos encuentros, conoció a Sergio Moreno, de la Fundación Oficios, quien lo ayudó a dar forma al proyecto de oficios. Mario está al frente de la nueva ONG Reza y Trabaja y de la coordinación de los cursos de Electricidad, Informática y Sanitario Auxiliar, que ya cuentan con cuarenta egresados.
Vocaciones unidas
Tanto Luis como Mario son actores fundamentales del cambio de este lugar. Ambos eligieron derribar los prejuicios y dejar de lado las diferencias. Y junto a otros que se fueron sumando, están logrando algo impensado: romper la brecha que divide a los vecinos. La integración de dos realidades tan dispares puede resultar utópica. Sin embargo, la comunidad de vecinos de Derqui nos muestra otra cara y nos regala esperanza.
Ojalá seamos muchos más los que activemos el cambio, comprometiéndonos, ofreciendo nuestro tiempo, nuestras habilidades y talentos, desde el lugar que nos toque. Que no exista en nuestro país ni una sola comunidad de personas privadas de un hábitat digno, de un trabajo y de posibilidades. Sólo contemplaremos un país mejor cuando entendamos que todos y cada uno de nosotros tenemos en nuestras manos la solución al problema que nos aqueja.
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