El juego es una parte fundamental de la experiencia humana. A través del mismo, el niño aprende a resolver situaciones que deberá afrontar a lo largo de su vida. Al entrar en juego con otros, se conoce a sí mismo y construye vínculos, activándose de manera integral todos sus potenciales de salud.
Texto: Lic. María Catarineu
¿QUÉ ES EL JUEGO?
¿Cuál es la primera pregunta que suelen hacerse dos niños que no se conocen mientras están sentados en el arenero de una plaza? Será acaso, ¿cuál es tu nombre? O tal vez, ¿cuántos años tenés? ¿A qué jardín vas? O simplemente… ¿querés jugar conmigo? Esta pregunta puede ocurrir en el más completo silencio. Sólo basta que uno de los niños arrime el balde a los pies del otro. Aquí sucede entonces algo muy curioso: en el juego mismo, los dos niños aún sin conocerse, se comunican y entran en relación.
¿Cuál es la riqueza que encierra la experiencia lúdica? ¿Qué es lo que despliega esta vivencia que parece tan simple y tan profunda a la vez? Reflexionemos un poco ¿qué es, entonces, el juego?
Muchos pensadores han estudiado el juego en relación a una realidad más compleja. Incluso el juego puede definirse desde todas las áreas de conocimiento, pero todas van a dar un acercamiento parcial al fenómeno lúdico.
El juego es parte de la experiencia humana y está presente en todas las culturas. Ya desde la Antigua Grecia aparece relacionado con la filosofía. Aristóteles aseguraba que, en el juego, los niños se habitúan a actividades que luego realizarán cuando sean adultos. Podemos pensar que a través del espacio lúdico, el niño aprende a enfrentar y resolver situaciones diversas que deberá afrontar a lo largo de su vida. De alguna manera, jugando, experimenta “lo posible”.
Lo decía Winnicott, aquel pediatra inglés: jugando se crea un área de descanso libre de exigencias, un espacio lúdico que se va gestando en los primeros tiempos entre la mamá y su bebé”. Es en ese espacio donde ocurren las grandes presentaciones lúdicas que le ofrece su mamá: chupete “blando y sabroso”, mantita “calentita y suave”, sonajero “duro y ruidoso”. Y el bebé se lleva todo a su boca. En ese juego, en el placer de estar juntos, nace la curiosidad, la exploración y la intención de descubrir la realidad que lo rodea. Es en el juego, donde se van gestando los primeros pasos del nacimiento de la inteligencia.
EL JUEGO ES SALUD
El niño que tiene la capacidad de jugar, sólo la adquirió porque primero ha sido jugado por otro: por aquella mamá o por quien cumpla la función materna. Por ello, la exploración que ocurre en el juego se despliega sobre una base segura y confiada. Es desde allí donde el bebé con su panza irá abriendo camino al reptar, dejando los surcos de su propia huella. “El juego es una función llena de sentido”, afirmaba Huizinga en su libro “Homo Ludens”. Todo juego significa algo y tiene sentido en sí mismo. Así es cómo una niña puede desplegar una gran sabiduría al intentar curar a sus muñecas. Puede comunicar sus emociones, reñir a su oso, sentarlo en penitencia y poner a jugar sus tristezas, desde las más pequeñas, hasta las más grandes.
Para jugar no hace falta una nave espacial ni un montón de objetos con luces de colores. Se necesita, principalmente, estar de acuerdo. Porque jugar crea acuerdos. Hay que crear acuerdos con otros. A veces basta una simple mirada. En otras consensuamos códigos propios, únicos o conocidos. Los guiños en el truco, las treguas, los “pidos”. Al entrar en juego con otros, nos conocemos también a nosotros mismos. Por eso jugar no es sólo entretenerse. Jugar es construir vínculos.
Cuando un niño juega se activan y se despliegan todos sus potenciales de salud de manera integral. Se abre, entonces, su caudal de salud. Porque jugando comunica y construye vínculos con sus pares, con sus docentes, con sus aprendizajes. Crea nuevas habilidades, resuelve conflictos y se asombra ante lo desconocido. Por ello el juego en el niño, es signo de salud.
La salud no es la ausencia de enfermedad. La salud es la presencia de múltiples recursos que nos enriquecen y nos fortalecen, y a través de los cuales podemos adaptarnos al medio de manera dinámica, creativa e integral.
En lo pequeño se entreteje lo grande. En los pequeños tiempos cotidianos de juego se entreteje el abrigo de la salud.
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Lic. María Catarineu
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