Fotos: María Ducos – cortesía Llao Llao y Derio Ilari
Como si se guardase lo mejor para el final, el trayecto hacia la Patagonia hasta llegar a Bariloche se compone de una llanura pampeana inabarcable con un horizonte siempre borroso. Las leguas de desierto distraen a conductores e inspiran a poetas, pero como la naturaleza es misteriosa la estepa va cediendo y, entre las ondulaciones cada vez más pronunciadas, aparecen majestuosamente lagos, islas y selva valdiviana que van construyendo el mismísimo edén. Llegar al suelo de Magallanes por primera vez es sentirse realmente el conquistador de la tierra prometida.
Un martes cualquiera de marzo nos subimos a un avión de Andes Líneas Aéreas y volamos hacia la capital del chocolate, de la cerveza artesanal, de los espejos de agua perfectos y de las montañas inmensas. El trayecto aéreo es muy corto en comparación con la maravilla que nos tiene preparada la naturaleza, y al desembarcar en el aeropuerto de Bariloche los primeros vientos invernales soplaron como para sacarnos del ensimismamiento de la rutina y activarnos para una aventura en este paraíso.
Sin poder disimular nuestra emoción, nos esperaba una combi para llevarnos a donde sería nuestra casa durante cuatro días: el Llao Llao Resort, Golf – Spa. El resort más exclusivo de la Patagonia argentina nos abría sus puertas para alojarnos y que seamos parte de una vida cinco estrellas. ¡Y estábamos dispuestos a aceptar la invitación!
Coronando la unión de los lagos Moreno y Nahuel Huapi, y con el cerro López y el Tronador como testigos del nacimiento del primer hotel internacional de la zona, en 1938 se inauguró la obra maestra que diseñó y dirigió el arquitecto Alejandro Bustillo. En las proximidades de Puerto Pañuelo había un lugar ideal para construir una cancha de golf y, sin dudarlo, aspiraron a que este deporte sea un signo del hotel. Con troncos de ciprés a la vista y techo de tejuelas de alerce, un año después un voraz incendio destruyó totalmente el edificio, pero sin dar lugar a la frustración fue inmediatamente reconstruido y se inauguró finalmente en diciembre de 1940.
Acá estábamos, en una habitación del ala Bustillo absorbiendo la historia y preparándonos para el primer agasajo del viaje: un magnífico té servido en el jardín de invierno del gran Lobby Bar que tiene al lago Moreno como telón de fondo. Con una variada mesa buffet lleno de delicatesen para todos los gustos, empezamos probando la reina local: la mermelada de frambuesa y sauco en unos scons de perdición. El cheescake tampoco se queda atrás y para una merienda más salada se pueden probar los exquisitos sándwiches de salmón y queso crema, de atún, de jamón crudo con palta y queso brie y de queso y lomito.
La ruta de la cerveza artesanal
Hace un tiempo que Bariloche se posiciona como destino gourmet de las cervezas artesanales. La parada obligada, para empezar, es Patagonia y es a donde fuimos la primera noche. Con la excusa de conocer el proceso de fabricación en sus ollas de cobre inmensas, nos adentramos en este refugio con vista al lago Moreno donde se producen y se testean nuevas variedades cerveceras. En el kilómetro 24 de Circuito Chico, la propuesta incluye un maridaje increíble entre platos gourmet y cerveza.
La calidez del hogar a leña ni bien entramos nos sedujo a apostarnos en una de las enormes mesas de madera maciza que llenan el lugar. Pero antes, un recorrido por la sala de cocción de su inigualable sabor. Ipas, Porter, Barley Wine y especialidades de estación sorprenden con ingredientes autóctonos que llevan la marca registrada. En la trastienda, probamos el lúpulo, el ingrediente principal de cualquier cerveza, y las diferentes maltas con las que se elaboran distintas combinaciones.
Teníamos programado una excursión en 4×4 por el Cerro López hasta el refugio Roca Negra que por cuestiones de mal tiempo tuvimos que suspender. Pero la gran agencia de viajes que estaba a nuestro cargo supo improvisar y de la mejor manera. Viramos hacia Gilbert, el último brew house de la ciudad, donde se intenta mantener el mismo establo en el que todo comenzó en 1930. Siendo una de las cinco cervecerías pioneras en Bariloche, el negocio familiar se fue pasando de padres a hijos siguiendo la ley de pureza creada en Alemania en 1516. Para hacer una buena cerveza artesanal se necesitan cuatro elementos: agua, cebada malteada, lúpulo traído desde El Bolsón y levadura cervecera.
Excursión multiaventura
El tiempo parecía no acompañar pero sin darle lugar a opinión avanzamos en nuestra agenda sin dudarlo con un paseo por en lancha por el lago Moreno. Como queriendo demostrarle al clima que nada nos pararía, emprendimos un trekking hacia el mirador del Brazo Tristeza. Partimos desde Bahía López y de la mano de Viajes Dannemann, con un guía muy canchero y ameno atravesamos el bosque casi cerrado para salir al mirador donde se observa la majestuosa vista del lago Nahuel Huapi.
Al llegar, rodeando la península Llao Llao, un par de valientes se animaron a hacer rappel por una pared de 25 mts. Otros, más temerosos pero felices de apreciar el alucinante paisaje a nuestros ojos, nos quedamos recuperándonos del trekking y degustando unos chocolates riquísimos de Van Wynsberghe hechos con sabores típicos de la Patagonia: rosa mosqueta, frutos del bosque, flor de lavanda. Una delicatesen a varios metros sobre el nivel del mar.
Al volver al hotel con ese cansancio reconfortante de haber aprovechado el día al máximo, algunos teníamos reservado una sesión de spa en el hotel para terminar de relajarnos a pleno. Tratamientos faciales, regeneración celular, desintoxicantes y revitalizantes, hidroterapia son solo algunos de las técnicas que se ofrecen para encontrar el equilibrio perfecto.
Por las aguas del Moreno
El espejo de agua al que está anclado Puerto Spiegel fue el escenario ideal para salir a remar en canoas hacia la otra orilla donde emprendimos una caminata por el bosque de arrayanes. Por un circuito que bordeaba el lago, llegamos de regreso al hotel para aprovechar el gran almuerzo en el Winter Garden.
Y llego el día en que tuvimos que poner a prueba nuestra destreza y puntería en las clases de arquería. Con paciencia de artesano, los profesores nos corrigieron una y otra vez hasta intentar corregir, de alguna manera, el estilo y la precisión que quedaría demostrada en el tablero de colores. ¡Bastante bien resultó el arco y flecha para ser tan principiantes!