Texto: Clara Almasque
El padre es aquella figura a la que idolatramos desde que tenemos memoria. “Papá” fue, seguramente, una de las primeras palabras que salieron de nuestras bocas. Para muchos de nosotros, los hijos, “padre” es sinónimo de inmensidad, protección, incondicionalidad y amor. Es compañía, paciencia, esfuerzo y sabiduría. Podríamos escribir una infinita lista de adjetivos para hacer referencia a esa palabra tan grande.
El padre es esa persona que atenderá nuestro llamado con felicidad aunque no hayamos dado rastros de vida por semanas enteras. Él siempre estará dispuesto a escucharnos y a ayudarnos sin rencor alguno.
Su intuición casi nunca falla. ¿Cuántas veces recibimos un consejo de su parte, y por orgullo le dimos la espalda? Resulta que no todo nos salió como esperábamos, y en ese preciso momento escuchamos una voz interior repitiendo: “Yo te dije…”. Ellos son, sin dudas, la voz de la experiencia.
Probablemente, cuando éramos chicos, nuestro papá se vio obligado a marcarnos los límites. Para él hubiese sido más fácil dejarme mirar televisión hasta altas horas de la noche, y no arriesgarse a enfrentar mi peor carita de lástima. Llegada mi adolescencia, le hubiese gustado darme el OK para ir a esa fiesta a la que “iban todos”, y así no tener que lidiar con mi enojo durante el resto del fin de semana. Infinitas veces nos ofendimos por sus decisiones; pero mientras fuimos creciendo pudimos entender que su intención no era hacernos la vida imposible, sino simplemente protegernos.
Los padres se equivocan, claro, ellos también son humanos. Pero si hay algo que podemos asegurar es que, desde que llegamos a este mundo, se esfuerzan por darnos siempre lo mejor. Y lo más increíble es que lo hacen sin esperar nada a cambio.
Está demás aclarar que un padre no es necesariamente lo mismo que un progenitor. A muchas personas la vida les regaló un papá con todas las letras, que no por cargar distintos genes deja de ser el más grande.
Otros ya no tienen la suerte de tenerlo en la tierra, pero seguramente ocupará un lugar gigante en su corazón. También es cierto que hay quienes no tuvieron la fortuna de conocerlo, o en otros casos, su relación nunca prosperó. Pero apuesto a que tendrán la posibilidad de reconciliarse, o, yendo un poco más lejos, podrán ser padres ellos mismos y al fin dimensionar lo que el amor de padre o madre significa.
No siempre somos conscientes de lo afortunados que somos de tener o haber tenido un papá, ni del rol tan importante que cumple en nuestra vida.
Gracias papá por ser mi refugio, por amarme sin límites, y por ser mi héroe más incondicional.
A todos los padres del mundo: ¡Feliz día!