Con la ceguera tocando su puerta a los 35 años debido a una enfermedad degenerativa, @martinkremenchuzky asegura que “ahora ve cosas que antes no veía”. “Parar la pelota” y valorar lo pequeño pero tan significante de la vida fue una gran enseñanza. Logró convertirse en una persona más generosa y menos quejosa, y toda su existencia cambió. Charlamos con él y acá dejamos la riqueza de este diálogo que nos marcó tanto.
“Cuando era chico parecía que no había ningún problema, hasta que empecé con fallas auditivas por las que tuve que comenzar a usar audífonos. Años después, llegaron los problemas de visión”. Así Martín da inicio a esta conversación en la que ahondaremos en su vida, en su historia y en las mil etapas que debió enfrentar junto con su enfermedad.
Nos cuenta que al principio encaró su vida como si no tuviera ninguna dificultad. La combinación de un padre súper exigente que quería que brillara en todo, y de una madre sobreprotectora, hizo que hoy haya llegado a donde está. “Me recibí de ingeniero escuchando y viendo poco. Sufrí bastante por querer estar a la altura de todos”, resume.
“Prefería parecer torpe que discapacitado”
Pero el trato dentro de su familia lo preparó para el afuera, para adaptarse a la desventaja y salir adelante en cada circunstancia. Y aunque sufrió mucho, sus padres nunca le adelantaron la real posibilidad de una ceguera permanente. “Yo dejé todo en sus manos, nunca me preocupé en averiguar más de mi enfermedad”, cuenta.
“La realidad es que uno a veces tiene que tocar fondo para reaccionar. A partir de esto, yo empecé a valorar las cosas que realmente importan en la vida”. Recalca que siempre damos por sentado tener salud, tener trabajo, tener familia, hasta que algo nos falta. “Ahora me centro en lo que tengo para agradecer”.
Una nueva vida
Al quedarse ciego, creía que su vida ya no tenía sentido, fue un momento durísimo. Centrándose en las posibilidades clínicas para revertir la ceguera, él y su familia olvidaron la parte terapéutica, tan importante para su recuperación. En aquella época no había redes sociales, la inclusión era casi nula y tampoco había acceso a la información como hoy en día. “Mi hijo fue mi gran motor. A partir de él empecé un gran proceso de sanación, y desde entonces estoy convencido de que todos podemos un poco más, siempre un poco más, sólo es cuestión de la actitud con la que encaremos la vida”.
Ante la adversidad, siempre tenemos la opción de enfrentarla o lamentarla, y aprendió que quejándose no se gana nada. En cambio, con una actitud positiva, podemos pasar de ser víctimas a ser protagonistas.
Mirar a través de los ojos de su hijo
“Para él yo soy un papá normal. Él me conoció así. Los temores de cómo lo iba a vivir él, sólo estaban en mi cabeza”, cuenta. “Nos divertimos mucho. A veces se aprovecha de mi y me cambia las cosas de lugar, pero el humor es parte de nuestra cotidianeidad y siempre estuvo muy presente”.
El deporte como terapia
Cuando por fin fue consciente de que debía salir adelante, lo primero que se propuso atacar fue el tiempo ocioso. Ese era su peor enemigo, no tenía ocupaciones y, por ende, tampoco tenía tema de conversación con los demás. Entre todas las actividades que empezó, encontró en el deporte su mejor terapia. “Me ayudó a subir mi autoestima, a hacer sociales, a tener objetivos y a encontrar excusas para viajar”.
Empezó corriendo carreras de calle de 10, 21 y 42 Km. Y se convirtió en maratonista. Remo, carreras de montaña, triatlón. Y hasta se convirtió en el primer argentino ciego en terminar un Ironman.
“Por ser ingeniero, la disciplina ya la tenía, y gracias al deporte me empecé a sentir mejor. Fue el puntapié para salir adelante y sentirme mejor en todos los aspectos”.
Compañeros de ruta
El guía se convirtió en su compañero más importante. Con la misma aptitud física que él, reporta obstáculos y va marcando el camino. Es imprescindible que además de ser apoyo y contención, haya una relación y hasta puedan ser amigos para que el vínculo fluya. Con una gran entrega, la responsabilidad es compartida. “El guía está atento a todo, pero yo no delego todo en ellos, y me encargo de averiguar cómo es el terreno, cómo nos vamos a meter en el agua, y hasta doy indicaciones, ¡y no siempre me hacen caso! Soy ingeniero, necesito tener todo controlado. Pero hay cosas que no las puedo manejar y que agradezco no hacerlo como es el miedo a los precipicios”.
Además de dejarse ayudar por sus guías, Martín es guía y referente para otros corredores. “Cuando yo empecé éramos muy pocos ciegos los que corríamos, hoy ya se armaron muchos grupos de voluntarios y eso es un gran avance”.
Una mejor persona a partir de la ceguera
“Antes era muy quejoso y materialista”, asegura Martín. Y la ceguera significó parar la pelota y valorar otras cosas. Hoy vive más relajado para sabe encontrar siempre el lado positivo a cualquier circunstancia, donde la sonrisa es imprescindible.
Todo esto pudo comprobarlo cuando se lanzó el proceso de escritura de su libro. La escritora le hizo “marca personal” durante un año entero, acompañándolo a conferencias, competencias y hasta pasó las fiestas con su familia. Así logró plasmar una radiografía de su vida, con todos sus componentes incluidos. “Realmente tomé conciencia de lo que producía mi historia en la gente a partir de este libro”.
La conquista del público
“Tengo una historia interesante para contar, y las imágenes apoyan mi testimonio”, cuenta Martín que necesita estar parado para dar sus conferencias y conectar con la audiencia. Es un camino de muchas emociones escucharlo y su vivencia logra llegar muy dentro de la gente.
Martín disfruta mucho estar en el escenario, sobre todo la ronda de preguntas donde el público expresa sus emociones. “Saber que puedo mejorar la vida de la gente es muy gratificante”.
Aceptar la imperfección es el camino
El 2020 le proponía grandes planes que no se pudieron concretar. Pero no se amargó. “Me cambié el chip y me adapté al nuevo escenario. Yo ya viví en carne propia que lamentarse no sirve”, nos relata. Buscando nuevas formas de entrenar durante esta cuarentena, ofreciendo conferencias en forma virtual y hasta retomando sus trabajos de ingeniero, Martín se acomodó increíblemente a la nueva realidad.
El humor es vital para afrontar la enfermedad. “Hay mucha gente que es ignorante ante la discapacidad, hace falta que se relaje y por eso me divierto con chistes sobre ciegos”. Y además Martín tiene un círculo de contención de muchas personas que le acercan el mundo, que le traducen la realidad y hacen que su ceguera sea más llevadera. Diana, su mujer; Toto, su hijo; amigos, guías, familia. “Soy un agradecido de toda la gente que me rodea. Entendí que pedir ayuda no es ser débil”.
Toto, un hijo orgulloso
Viajó muchas veces sólo con Toto, su hijo. Él se encarga de hacer el check-in, de mostrarle la habitación del hotel para que Martín se ubique en el espacio, de servirle el desayuno, y hasta sube al podio con él. Padre e hijo muy cómplices, hacen un gran dúo y se divierten mucho juntos.
Diana, su mujer, empezó a relacionarse con las personas de un modo más sensible y humano. Y para entender del todo cómo percibía el mundo Martín, quiso pasar por la experiencia del teatro ciego. Así, buscaba acompañarlo mejor y entender la enfermedad.
Amigos de fierro
La amistad fue otro componente vital para afrontar la enfermedad. Cuenta con diferentes amigos para hablar de diferentes temas. “Soy muy expresivo, y siempre estoy abierto a críticas constructivas”.
“Me gusta salir a tomar café mano a mano con amigos. Como sólo escucho bien estando a un metro de distancia, cuando hay mucha gente me pierdo”.
Martín sigue trabajando como Ingeniero en Sistemas. Con él trabajan cuatro personas que lo ayudan, y como se trata de programar y de seguir normas y procedimientos, con un buen equipo detrás todo es posible. “Todo lo que hago en mi vida, lo hago en equipo”.
La anécdota de la gorrita
Era una de sus primeras competencias. Estaba en Entre Ríos donde nunca habían recibido a un ciego entre los competidores, y entonces Martín se puso la misma gorra que usaba el resto. Sin gorra, el guía lo perdió rápidamente en el agua, y tuvo que pedir ayuda. Logró encontrarlo cuando, en una boya donde todos debían doblar, Martín siguió derecho. Fue una anécdota muy divertida, donde se ve que este maratonista tiene una perseverancia implacable.
También es imborrable para Toto cuando le entregaron a Martín la placa de personalidad ilustre del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Fue en la Bombonera, en un Boca-Racing y la fiesta de ese día Toto no se la olvidará nunca más.
Proyectos futuros
Martín ya corrió carreras en América, en Oceanía, en África, en Europa. Este año tenía programado correr en Kasajistán y convertirse en el primer atleta ciego en conquistar los cinco continentes. Pero asegura que no suele planificar más allá de dos años. “Mi mejor proyecto es disfrutar lo que hago”.
Y para terminar, un mensaje alentador: “la cuarentena no va a durar para siempre, aprovechemos para capacitarnos, para estar en casa con la familia, no nos quejemos, que algún día se tiene que terminar”.
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