Para esta pastelera perfeccionista, los detalles que marcan la diferencia nunca son del todo suficientes. Aunque tenga una diplomatura y un máster en Pastelería, siempre hay algo más por aprender, un paso más que dar, un nuevo sueño por cumplir.
Sin saber que estaba emprendiendo, Trini Galarce empezó su proyecto gastronómico en el 2016. Mientras estudiaba Comunicación Social, se dio cuenta que podía implementar las dos cosas, y esa pasión que traía desde bien chiquita, se convirtió en algo más que un hobbie. En su grupo de amigas era la que siempre cocinaba para cada juntada, y con su mamá ya cansada de que le usase todos los condimentos de la cocina, se lanzó a hacer un par de tortas para vender, pagarse la materia prima y seguir haciendo lo que tanto le gustaba. Todo empezó así, por sus ganas de cocinar más que por el negocio en sí. Entonces abrió Canvas, se hizo un logo y una cuenta de IG y ¡a cocinar!
Cuando la pasión no puede dejarse de lado
Desde siempre la gastronomía estuvo en su cabeza. Cuando terminó el colegio, sus papás quisieron que estudiara una carrera universitaria, y en orientación vocacional se decidió por Comunicación Social. “Me encanta aprender, escribir y todo el mundo de la comunicación. La carrera me gustó y no me arrepiento de haberla estudiado, pero yo sabía que nada me prendía ese fuego interno como la pastelería”, nos cuenta esta gran artista gourmet.
Ese entusiasmo se canalizó en una diplomatura en Ott College, una opción que le permitía seguir dedicándole tiempo a sus estudios. “Cuando me probé el uniforme no podía parar de sonreír. Sabía que esa era la versión más linda y auténtica de mí”. Y como gran perfeccionista que es, al terminar la diplomatura, fue por el máster en Pastelería Avanzada, donde aprendió una pastelería súper delicada y exigente.
Números claros, crecimiento sostenido
Y claramente un emprendimiento crece cuando además de pasión, hay tiempo y organización. Mientras estudiaba, todo fue a paso muy lento y los pedidos que tomaba eran mínimos para no descuidar la facultad y que se adaptaran al volumen de estudio.
Durante el 2019, cuando se sentó a hacer números, mal que le pese, el proyecto despegó. Desde que había empezado, nunca había hecho un excel básico de ingresos y egresos, no sabía si ganaba o perdía. Con los primeros balances, el proyecto dejó de ser un juego para convertirse en un trabajo. Y al terminar la carrera, la gastronomía ganó la pulseada en ese debate interno sobre qué hacer en el futuro. A partir de entonces, su “bebé”, como ella lo llama, que lo fue regando de a poquito pero con mucha dedicación, empezó a ocupar el 100% de su tiempo.
Una cultura gastronómica muy familiar
Se acuerda de estar sobre la mesa viendo cómo su mamá mezclaba ingredientes para hacer cualquier menú. Desde chiquita, le fueron dando tareas y su placer por la cocina no hizo más que crecer. Dice ser una persona muy golosa y con poca memoria, pero logra acordarse de muchas cosas gracias a lo que estaba comiendo en ese momento. Cuando prueba algo nuevo, no se lo olvida jamás, y funciona como inspiración para crear nuevas combinaciones de sabores. “La pastelería es arte comestible. Podés jugar con contrastes de sabores, texturas y colores, y por eso la inspiración es infinita”, nos relata Trini.
El 2020 como punto de partida
Su día y su rutina se organizan en base a los encargos que reciba. No tiene ningún día libre fijo, pero sí intenta cortar el fin de semana para pasar tiempo con la familia y amigos, y no pasarse el día cocinando. Si bien la gastronomía va a contramano del descanso de la gran mayoría, el desafío de un proyecto propio, donde siempre hay cosas por hacer, es saber frenar para no colapsar.
El 2020 fue un año raro para todos. Y para Trini no fue la excepción. Al principio de la cuarentena, sin vender nada por el aislamiento, se dedicó a cocinar para las redes, lo cual la posicionó muy bien. Pero cuando vio que el panorama no cambiaría en el corto plazo, decidió volver al ruedo, ya no con tortas, sino con cajitas surtidas que fueron un boom. Y fue este año el que la llevó a lo más alto de su crecimiento personal y profesional. Le enseñó a tolerar frustraciones, como por ejemplo la desilusión de una propuesta trunca para un programa de televisión, que la hizo pasar de la euforia a la tristeza en un segundo.
También tuvo la oportunidad de participar en un concurso de Azúcar Ledesma en el que llegó a la final.
Siempre para adelante
Con una audiencia muy fiel y muy participativa, Trini responde cada mensaje como si fueran sus amigos, y es que en realidad los siente así. Pasó a ser casi una profesora virtual, respondiendo dudas y recibiendo fotos de sus propias recetas. Y todo esto se lo debe, en primer lugar, a sus papás por haberle prestado la cocina todos estos años, bancarse el desorden y la heladera tomada por tortas.
Entre sus proyectos está seguir perfeccionándose, ¡hay tanto por aprender!, nos cuenta. También le encantaría dar clases y tener su propia cocina, y algún día un local y hasta un programa de televisión. Dicen que de sueños vive el hombre, así que ¡vamos por más!