Manos, arcilla y una cuota de incertidumbre por ver cómo cada pieza sobrevive al fuego. Paciencia y expectativa en dosis iguales. Para Lucila Feit (@lucaceramica) la cerámica se convirtió en algo más que un oficio y un arte, y pasó a ser el trampolín para hacer brillar su creatividad.
Había asistido a tantos talleres de cerámica desde los ochos años que, teniendo veintidós, decidió abrir el propio. Era el año 2016 y la FADU y el diseño industrial se llevaban toda la atención de Luli por aquel entonces. Pero igualmente no pensaba resignar su hobbie de moldear piezas de arcilla en el taller que había montado en lo de sus papás. Al año siguiente se compró su primer horno y mudó su taller del tercer piso al cuartito del fondo de la pileta. Su producción no frenaba porque ahí estaba su punto de equilibrio, su cable a tierra. Y entonces todo cambió cuando un amigo le pidió que le diera clases a su hermana.
“Me daba nervios, no me sentía capacitada, no sabía que iba a esperar ella de mí”, recuerda que pensó. Pero con ese primer miedo que siempre puede funcionar de impulso o de traba, se lanzó con la condición de tener a la sinceridad como bandera: si alguna de las dos, profesora o alumna, no estaba cómoda, se cerraba todo y cada una volvía a lo suyo.
Silvi se convirtió en su primera alumna y colega, y con ella llegó a sumar trece alumnos particulares ese año. La decisión de animarse, de confiar en ella fue el punto de partida de lo que llamaría @lucaceramica, un taller que ya cosecha muchas alegrías y muchos artistas. Con su crecimiento, también tomó la decisión de mudarse a un espacio más amplio y se asentó en Casa Catedral en el centro de San Isidro. Hoy, después de 120 alumnos que pasaron por su taller, delegó las clases en Isa, Bachi y Feli, tres profesoras que tomaron la posta para que Luli se pueda dedicar de lleno a la producción mayorista y a los pedidos minoristas que vende a través de su Tienda Nube y su IG.
Cerámica, paciencia y disciplina
A mano, con torno o con moldes, las piezas van tomando forma y no es hasta que salen por segunda vez del horno que descubrimos su verdadero valor. “Lo más mágico del proceso es que se esmalta con una pintura que en crudo es de un color, y cuando sale del horno, emerge su color real gracias a la temperatura”, nos cuenta Luli.
Creatividad para moldear con diseño, paciencia para esperar a que seque lo suficiente, dedicación para corregir imperfecciones. La cerámica pide mucho a cambio, pero al final el resultado vale la pena todo el esfuerzo. Además, este hobbie que se convirtió en trabajo a tiempo completo, hizo que conociera personas tan apasionadas como ella y el taller se volvió un refugio y una bocanada de inspiración con muchos mates y risas de por medio.
Si bien la cuarentena extendida hizo que se tuviera que reinventar a través de unos kits para que los alumnos pudieran seguir con la producción en sus casas, también fue un tiempo que la impulsó a concretar su página web y a descubrir el mundo mayorista. La decoración en general fue un boom y la cerámica acompañó y así se subió al tren de la producción a gran escala y a buen precio.
Aprender haciendo
Ese es su lema y su forma de trabajar. Asegura que por más teoría que se aplique, hasta no ensuciarse las manos no se ven los resultados. Y si hablamos de logros, uno del que está orgullosa es haber podido delegar. Confiar y estar tranquila que tiene un equipo que se desvive por el proyecto.
Su mayor aprendizaje también lo encontró en su rutina. No engañarse a sí misma parece ser la última enseñanza. Muchísimas situaciones no dependen de uno mismo, y eso hace que ser realistas con los plazos y sacar partida de los errores fue la clave para crecer y nunca estancarse.
Y si mira para atrás, no puede más que agradecer. A su familia por ser parte de este proyecto; a su novio por involucrarse de lleno y sumar asesoramiento en finanzas y una mirada fresca; también a las tres profesoras que hacen que el taller marche sobre ruedas; a la gran cantidad de alumnos que confiaron en ella; a sus propios maestros que le mostraron este lindísimo camino que sigue eligiendo después de tanto tiempo; y, por supuesto, a su gran comunidad de más de 20.000 personas que la alientan y la acompañan en cada paso.