Por María Ducós
Apostar por el arte es una decisión de vida y Lichu Durlach quiso ir a fondo. Cuando le dio el sí definitivo a esa pasión, de a poco fue encontrando el lugar y el camino dentro de este mundo de la creatividad. Una historia que compatibiliza la familia y la profesión.
Desde bien chiquita, cualquier pared, papel o superficie plana se convertía para Lichu Durlach en un lienzo para llenar de vida. Dicen que toda vida humana tiene sus estaciones, esas en las que la creatividad está más a flor de piel, y aquellas en las que la imaginación parece un poco más dormida. En el caso de Lichu, ella asegura que vivió su infancia en un mundo de fantasía constante, en el que pintar y dibujar se transformaba en el camino para contar infinitas historias.
Pero aún así, dice que nunca se destacó en la materia Arte, pero sí era la asignatura que más disfrutaba, la que ponía más cariño y más esfuerzo. Y gracias a sus padres que le facilitaron muchas actividades como equitación, danza, ajedrez, hockey, natación, fue en el taller de arte donde encontró su lugar. “Allí descubrí que el arte me apasiona, que el arte me hace vibrar y me saca mil sonrisas. Pintar siempre fue un hobbie, que afortunadamente pude capitalizar y volverlo un trabajo”, nos cuenta.
Primeros pasos
Como tantos otros emprendedores, fue la pandemia, el encierro, el volverse a plantear los grandes interrogantes de la vida, lo que le fue moldeando algunas respuestas. Una de sus hermanas fue quien la motivó a mostrar sus obras en IG (@lichudurlach.arte). Vendió la primera, la segunda y así sus lindísimas creaciones fueron encontrando hogar. “De a poco, entre trazos, colores y pinceles, empecé un gran baile que hoy me permite disfrutar de esta gran fiesta. La fiesta de crear”, relata Lichu que decidió apostar por esta pasión y hoy la encuentra felizmente ocupada y es donde puede expresar sus emociones.
La naturaleza es su gran inspiración. Desde un paisaje hasta los pétalos de una flor, sus movimientos, formas y su continuo cambio forman parte del imaginario base para esa constante creación. “Me inspiro en experiencias vividas, en emociones que quiero transmitir, en hechos cotidianos como un paseo, una charla, una canción”, traduce Lichu de eso que lleva bien adentro. Pero para no perder motivos de inspiración, la clave está en ser muy observadora y estar atenta a cada rincón, detalle e imagen, todo puede transformarse en eslabón de arte.
Profesión y familia, sí se puede
Con Margarita de pocos años, para Lichu es ideal poder pintar desde su casa y así compatibilizar su rol laboral con el de mamá. “Cada vez que agarro el pincel, me sumerjo en un mundo mágico que me calma, me conecta con todos los sentidos. Paso los días entre pinceladas, juegos, llantos, mimos y siestas”. Y es ahí, cuando se encuentra la felicidad en lo cotidiano, cuando tenemos la certeza de que vamos por buen camino.
Además, Lichu es psicóloga infanto-juvenil y su IG refleja esa pasión por el arte pero también esa conexión entre la pintura, los colores, el juego y el crecimiento.
Con una paleta de colores pasteles y el reflejo de la naturaleza en sus obras, Lichu ya estableció un sello propio en su estilo.