Los adolescentes terminan el colegio y de un momento a otro se convierten en jóvenes adultos. ¿Qué cambia en sus vidas cuando comienzan la universidad? ¿Cuál es la mejor manera de transitar ese cambio?
Texto: Aida Frese
Durante sus últimos dos años de colegio, los estudiantes viven un momento muy importante en sus vidas y son conscientes de que les tocará transitar un cambio grande con diversos impactos. Deberán salir de una rutina organizada y pautada de doble escolaridad (casi siempre) para pasar a un ámbito universitario con otras exigencias y nuevas responsabilidades a su cargo. El momento llega y las emociones irrumpen como torbellino.
Durante el mes de diciembre me encontré con la hija de unos amigos en una heladería. Estaba con algunos compañeros del colegio y me invitaron a sentarme con ellos. Estos cinco jóvenes hablaban apasionadamente del gran cambio que estaban por enfrentar. Último día de colegio, no más uniforme y una vida nueva por delante.
Con mucho respeto los escuché compartir una maraña de emociones. Mientras uno hablaba de la alegría que le daba haber terminado la secundaria, manifestaba al mismo tiempo que le generaba mucha ansiedad tener que empezar a tomar las riendas de su vida universitaria. Eso implicaría moverse en un nuevo ámbito, elegir horarios, entender opciones de cátedras, de profesores, clarificar sus intereses para considerarlos en sus elecciones, y hasta aceitar la constancia del estudio diario para llegar bien a los exámenes finales.
A lo largo de la conversación, también noté cómo a Daniela, la hija de mis amigos, le costaba entender aquellas sensaciones más encantadoras, de las que hablaba su compañero. Ella se sentía muy triste por tener que dejar ese espacio protegido y conocido de la escuela, lugar que compartió con casi la misma gente, compañeros, profesores y directivos; donde se sintió absolutamente cómoda. Pensar en lo que venía la paralizaba. Sentía miedo a lo nuevo, a lo desconocido.
Mientras los escuchaba, pensaba… No es menor el paso que estaban a punto de dar. Terminar la etapa secundaria para pasar a la vida universitaria y/o laboral, es uno de los primeros grandes cambios que atravesamos en la vida. Se cierra una etapa en la que caminábamos sobre un terreno conocido y se abre una puerta colmada de misterios.
Terminar el ciclo escolar conlleva una gran elección que tendrá impacto en nuestra vida. ¿Estudiamos una carrera? ¿Trabajamos? ¿Qué elegimos hacer? ¿Qué carrera queremos estudiar? ¿A qué universidad nos conviene ir? ¿Debemos mudarnos de nuestra casa familiar?
Este gran desafío se puede observar desde distintos ángulos. Es un cambio que puede ser liberador y fácil, y al mismo tiempo estar acompañado de grandes miedos. Y aquí es donde entra en juego la primera pregunta para reflexionar: ¿Quiénes somos frente al miedo? ¿Cuáles son las creencias o expectativas que nutren esa emoción?
Y de esta forma, siguiendo aquella linda conversación, les pedí permiso a los jóvenes para compartir algunas reflexiones sobre un proceso de cambio.
Los invité a pensar con claridad en tres etapas que se viven en un cambio:
1- Un momento de despedida, en el que traemos a la memoria lo que estamos dejando atrás y dejamos fluir en nosotros las emociones que van apareciendo. Las respetamos, las valoramos y, al mismo tiempo, las despedimos, asociándolas a ese pasado que va quedando atrás. Antes de cerrar, identificamos los aprendizajes adquiridos, las experiencias y también elegimos aquellas que consideramos que nos servirá seguir usando y afianzando. Y por sobre todo aparece la gratitud: agradecemos todo lo recibido, los vínculos generados, ¡los momentos vividos!
2- Un momento neutral, en el que sabemos que estamos cerrando una etapa y que vamos a comenzar otra, pero aún nos falta claridad. Nos consume mucha energía; nos lleva a averiguar, a explorar, a preguntarnos qué queremos, cómo será. Nos damos cuenta de que vamos a elegir y de que seremos nosotros quienes vamos a pilotear esta nueva etapa. Es importante que nos permitamos reconocer y vivir esta incertidumbre. Pero necesitamos atravesarla para darnos cuenta de qué es lo que nos quiere enseñar.
3- Un nuevo comienzo. ése lo elegimos atravesando el proceso de cambio. Esta etapa nos llena de energía y también nos puede paralizar. Pero la certeza de qué es lo que queremos nos guía con firmeza. Y así vamos avanzando hasta que algún otro cambio en nuestra vida nos atraviesa.
Una vez que compartí este ciclo, sus gestos se fueron aflojando. Poco a poco aparecieron las sonrisas y sus miradas buscaron una conexión interna.
Y luego Pedro, pensativo, compartió que se daba cuenta de que el haber aprobado materias que no le gustaban en el colegio le podría ayudar a atravesar aquellas materias de Derecho que no le interesaran, en vez de tomar una decisión apresurada y cambiar de carrera. él podría enfrentar esos desafíos y desde allí seguir eligiendo.
Daniela entendió que quería mantener la familiaridad de su colegio. Se dio cuenta de que el coro de ex alumnos la podría ayudar a ir desprendiéndose sin alejarse completamente.
Transitar la vida nos lleva a pasar por momentos decisivos. Es en esos momentos en los que se cruzan caminos que nos abren diferentes opciones. Y una vez que estamos en el lugar de joven adulto en el que decidimos qué estudiar y qué hacer cuando termina el colegio, nos hacemos más responsables de nuestra vida. ¡Vamos tomando decisiones!
Los cambios son parte de nuestro crecimiento. Transitarlos y aprender nos conduce a una celebración.
Más información:
Aida Frese
Coach Ejecutivo y Ontológico
Bridge Transiciones
aidafrese@bridgetransiciones.com
www.bridgetransiciones.com