La 25° edición de arteBA no quiso pasar desapercibida. Esta feria que comenzó tímidamente allá por los años 90 en el Centro Cultural Recoleta es hoy la cita indiscutida del arte contemporáneo en la región. En esta oportunidad, con la madurez ya adquirida de sus bodas de plata, se volvió más audaz y jugada.
Texto y fotos: Constanza Manrique
Cuatrocientos artistas, ochenta y seis galerías. Artistas consagrados y artistas emergentes. Todos en un mismo lugar, compartiendo la misma vidriera. Estampa vívida de la movida artística contemporánea que se nutre de todas las voces.
La feria estuvo dividida en secciones. Comenzamos nuestro recorrido desde lo más reconocido hasta lo más joven. Desde Berni, Noé y Petorutti hasta el Barrio Joven Chandon. El salto se nota, pero el eclecticismo suma. Nos hace hablar, nos enfrenta; polemizamos con el arte.
El arte nos recibió antes de comenzar el recorrido con un gigantesco mural de Kenneth Kemble, reconstrucción del realizado por el artista en el año 1960 durante la Exposición Internacional del Automóvil, y que montaron en el mismo sitio que el original.
El Barrio Joven Chandon es un espacio para artistas y galerías en sus comienzos. Una suerte de plataforma de lanzamiento. En esta edición participaron dieciséis galerías: cinco de América Latina, otras cinco de la ciudad de Buenos Aires y seis de las provincias argentinas. El foco de este espacio apunta a lo experimental y original de las propuestas. Expresiones alternativas que nos dejan pensando en las fronteras del arte, ¿qué es arte? La discusión es infinita como sus límites.
Recorrimos una feria cada vez más federal. La periferia gana espacio año tras año. Muchos artistas del interior encuentran visibilidad en los espacios de arteBA. Y aplaudimos esta posibilidad de conocernos entre todos.
Muy interesante la experiencia lúdica Ascensores del artista Leandro Erlich. Tres ascensores carentes de espejos se conectan entre sí. Ingresás al ascensor habituado a encontrarte con tu propio reflejo en el espejo, pero no: el ascensor te devuelve la imagen del otro que ingresó simultáneamente en los ascensores contiguos. La sorpresa de lo no previsible es llamativa.
El efecto sorpresa también lo tuvimos con la obra de la artista Valeria Conte Mac Donell, en la sala de la galería Gachi Prieto. Mac Donell realiza lo que en arte contemporáneo se llama una “acción performática”. En un recinto cerrado y oscuro, la artista, sostenida en el aire por cables, se enmaraña dentro de una estructura de alambres que la sostiene y la camufla y que ella va dibujando con trazos de alambre. Claro que hasta que no la descubrís entre los alambres, no sabés que está allí, cual araña, creando.
Otro hit fue el auto gris estacionado en el medio del pasillo, que no es ni publicidad ni el premio de alguna rifa que no compramos. Pero no lo sabemos hasta que no nos recostamos en los asientos delanteros. La artista rosarina Mariana Telleria pintó con témpera un fresco renacentista en el techo del auto de su novio, como si fuera una antigua iglesia italiana. Todo el dramatismo del arte clásico en ese espacio común y corriente.
Nos despedimos llenos de imágenes de ayer, de hoy y del mañana. Los veinticinco años de carrera no fueron en vano. El arte contemporáneo continúa rompiendo barreras.