Cada vez más escuchamos hablar de casas inteligentes. Climatización, alarmas, luces, musicalización. Éstas son algunas de las funciones tecnológicas que pueden aplicarse a los hogares hoy en día. Un negocio que crece rápido. Acá, sus atributos.
Texto: Lucas Mc Lean
Para introducir el tema, es indispensable explicar el concepto de “domótica”, la tecnología aplicada al hogar. Se llama así al conjunto de sistemas capaces de automatizar una vivienda, aportando servicios de gestión energética, seguridad, bienestar y comunicación. El término “domótica” viene de la unión de las palabras “domus”, que significa “casa” en latín, y “tica”, palabra griega que significa “que funciona por sí sola”.
La domótica genera como primer beneficio el ahorro energético, que es intangible. Esto no requiere sustituir los aparatos o sistemas del hogar por otros que consuman menos, sino gestionar eficientemente los que ya poseemos: climatización y calderas, control de toldos y persianas, desconexión de equipos de uso no prioritario. Todos estos controles que podemos determinar se verán reflejados en las tarifas. Podríamos entonces, a fin de cada ciclo de facturación, controlar fehacientemente cuáles fueron nuestros consumos y qué equipos generan un impacto innecesario en nuestra factura de luz, o qué integrantes de la familia están haciendo uso irracional de la energía.
Al automatizar los sistemas se desprende otro beneficio: el confort. Los usuarios o dueños de casas inteligentes pueden predeterminar innumerables escenas o situaciones de su vivienda desde cualquier computadora, celular o tablet. Una escena podría, por ejemplo, activar determinadas luces interiores o exteriores, temperatura ambiente y musicalización según si uno se encuentra solo o con invitados. Centralizar todas las decisiones de nuestra vivienda en dispositivos móviles, además de economizar, nos facilita la rutina, aumentando así nuestra calidad de vida. Mediante la geolocalización, podría encenderse el sistema de aire acondicionado minutos antes de que ingresemos, o podrían apagarse luces innecesarias minutos después de nuestra salida.
La seguridad es el tercer beneficio de ensamblar las tecnologías. Una casa inteligente busca protegerse de los intrusos mediante alarmas. Pero, ¿cuánto tiempo perdemos en chequear que todas las ventanas o persianas estén correctamente cerradas? ¿Se imaginan tener una aplicación que nos alerte al respecto? Y si nos protegemos de intrusos cuando no estamos, ¿por qué no protegernos cuando habitamos? Para ello hay otro tipo de alarmas que emiten alertas respecto de escapes de gas o monóxido de carbono, incendios o alertas médicas. Pareciera que cuando descansamos, desaparecemos. Pero ése es el estado en el que más nos debería proteger y más tareas debería realizar nuestra casa inteligente. Podremos entender entonces que no se trata de clasificar los beneficios, sino de comprender que cada elemento domótico que introduzcamos en nuestro hogar colaborará en nuestro confort, seguridad y racionalización. A modo de ejemplo, podríamos iniciarnos incorporando un sistema de huella dactilar para ingresar a nuestras casas, eliminando así la vieja costumbre del uso y pérdida de llaves. Se pueden utilizar distintos dedos para ingresar y así informar a una red externa que está todo en orden o, por el contrario, dar alerta a empresas de seguridad, policía o familiares de que estamos ingresando bajo algún tipo de amenaza o riesgo. Esto se denomina control de accesos.
La realidad es que no existen acusadas diferencias entre una vivienda tradicional y otra con equipamiento domótico. Las casas inteligentes son las mismas viviendas, con equipamiento semejante y con el mismo diseño arquitectónico. La diferencia yace en la incorporación de una mínima tecnología que permita gestionar de forma más eficiente los distintos electrodomésticos y subsistemas. Invertir en estos sistemas de conexión hogareña supone aumentar el valor monetario de nuestras propiedades. La domótica o las casas inteligentes entonces pueden ir conformándose en el tiempo, y no necesariamente requieren abarcar todos los campos tecnológicos a la vez. Sólo necesitamos animarnos a empezar.
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