En los últimos años, San Isidro se convirtió en una zona receptiva a la expresión artística de sus habitantes. En su séptima edición, Arte Espacio procura ser fiel a su misión: descentralizar el arte, hacerlo accesible a todos y ser un medio de comunicación entre el espectador y el artista.
Texto: María Ducós – Fotos: cortesía Espacio de Arte
Desde los grandes ventanales se ve cómo la lluvia embarra la pista oval del Hipódromo de San Isidro. El agua sigue cayendo sin tregua pero adentro, en los salones de Darwin, confluyen la visión y la sensibilidad de más de 170 artistas sobre universos tan diferentes y a la vez tan compartidos, tan propios y tan plurales.
El mismo Borges decía que el arte debe ser como ese espejo que nos revela nuestra propia cara. En la contemplación de cada artista se puede encontrar a uno mismo, con sus experiencias, sus errores y sus éxitos. El arte tiene la virtud de radiografiar una vida entera. Así, con el fin de registrar la actualidad de grandes artistas, la muestra se inició con un homenaje a los grandes maestros contemporáneos de nuestro país: Josefina Robirosa, Luis Felipe Noé, Kosice, Clorindo Testa y Carlos Alonso fueron los que sentaron las bases del arte argentino. Por eso, hoy son los agasajados y los modelos a seguir.
Los artistas fueron muchos y cada uno, con su obra, deja una puerta entreabierta para el que quiera empaparse de su historia, de sus vínculos, de sus afectos, miedos y valores. Andrés Paredes es un artista misionero que desembarca en Arte Espacio con una relectura de su propio entorno: la selva que lo vio crecer. Con la exuberancia y la densidad de esa naturaleza, que el artista conoce como un auténtico baquiano, reinventa su riqueza a través de la filigrana y conceptualiza a la selva como una barrera impenetrable.
Felipe Giménez siempre nos acerca una obra bien familiar. La percepción de los sentimientos y el humor están muy bien logrados en todas las piezas, y sus personajes dimensionan nuestra fragilidad humana, haciéndonos simpatizar de inmediato. Él mismo dice que su pintura roza con la literatura, donde su obsesión por las relaciones humanas puede ser satisfecha.
En este arrebato de optimismo también podemos traer la obra de Fernanda Mihura, en la que el color en sus multitudes pintadas es el gran aporte. Es interesante la dicotomía que hace entre la aglomeración ociosa y las muchedumbres trabajadoras, que conviven en un mismo cuadro, en una misma realidad.
La fotografía también estuvo presente con Sofía López Mañán, Carlos Gulisano, Gonzalo Lauda, entre otros. Polvaredal es una serie de escenas de Marcos Furer y Eliseo Miciu que muestran al gaucho y a su tropa en su hábitat: la pampa. El español Eduardo Rubio me conmovió especialmente. Su obra cumple la función de abrir los ojos sobre los grandes males que aquejan a la humanidad: niños en la guerra, pobreza, soledad, hambre indiferencia, falta de amor, llanto, indignación.
Un autor desconocido decía que cuando se compra algo a un artista, se compra mucho más que un objeto. Se están comprando cientos de horas de fracasos y experimentos. Se están comprando días, semanas y meses de frustración con momentos de puro gozo, un trozo de corazón y una parte del alma de otra persona. Por eso Arte Espacio quiere ser más que un mero lugar donde se junten obras de arte, el deseo más profundo de sus fundadores es proponerle al público un intercambio, de sensaciones, miradas y pensamientos.