Ser padre o madre en la era digital compone un desafío que no podemos afrontar con el mero sentido común y el legado de nuestra propia infancia. Los tiempos han cambiado y la foto de antaño que mostraba a una familia sentada frente al televisor -imagen de una época en la que todos veíamos lo mismo al mismo tiempo- quedó definitivamente atrás. Hoy, cada miembro del núcleo familiar consume lo que le interesa, en el momento que quiere y en su propia pantalla. La sincronía se ha roto. Pero las relaciones interpersonales se mantienen intactas, aún mediadas por la tecnología. Y no somos verdaderamente conscientes de hasta qué punto esto es así hasta el preciso momento en que se nos cae el wifi sin previo aviso.
Texto: Lic. Mariángeles Castro Sánchez*
Somos padres hoy. En un contexto enmarañado de redes, interfaces, móviles y youtubers, debemos adquirir las competencias necesarias para la formación integral e integrada de nuestros hijos. Está claro que con la propia experiencia ya no basta para desarrollar nuestra misión educadora. Fortalecer su autonomía y proveerlos de una autoestima sana y realista, así como de las herramientas para su autorregulación en un entorno vertiginoso son objetivos concretos a lograr. Ante la evidencia de que resulta imposible (e indeseable) tener todo bajo control, cuando el tiempo mismo se acelera y el cambio es la constante, un ámbito familiar estable será la piedra fundamental que actuará como enclave para la construcción del propio proyecto de vida.
Es un hecho que la tecnología atraviesa hoy todas las dimensiones de la vida de una familia. Niños, adolescentes y adultos usamos el teléfono celular no sólo para comunicarnos, sino también para localizarnos y acceder a una amplia gama de aplicaciones. Cuando no sabemos algo, desde un contenido práctico hasta una cuestión teórica (cómo pasar de nivel en un videojuego, qué colectivo tomar, cuánto tiempo hornear una tarta o cómo aplicar un filtro en Instagram), ni siquiera preguntamos: recurrimos a la red, googleamos, accedemos a tutoriales o visitamos blogs temáticos. Es decir, utilizamos estrategias informales y alternativas de aprendizaje. Pues bien, nuestros hijos también lo hacen. ¿Dónde residirá, entonces, nuestra función parental? En formar criterio. La información estará siempre allí, al alcance de un clic. Pero a saber discernir qué es lo importante y lo accesorio, qué es lo bueno y qué nos hace mal, apuntará nuestra labor de primeros educadores.
Que los padres somos modelos de los hijos es una cuestión elemental. Y lo somos en todo, también en el vínculo con la tecnología. ¿Hacia dónde debe dirigirse nuestra acción parental? Básicamente y de manera progresiva, debemos proponernos lo siguiente para nuestros hijos.
– Que desarrollen habilidades para manejarse en la sociedad digital: saber trabajar de manera colaborativa, conocer cómo y dónde buscar información, poder filtrarla y analizarla de manera crítica. Esto significa armarse contra la infoxicación creciente.
– Que cuiden su privacidad celosamente. Aquí, la educación de la virtud del pudor resulta central. Cuando subimos una imagen a Internet la estamos haciendo pública, abrimos la puerta de nuestra intimidad a quien quiera entrar.
– Que resistan la influencia de los medios, logrando una aproximación prudente a los contenidos.
– Que posean una actitud proactiva. Que no sólo consuman lo que circula, sino que puedan también producir creativamente.
– Que tomen conciencia de que son agentes de su identidad digital, con las implicancias que esto tiene para su futuro. Esta gestión es de tanta trascendencia que constituye un currículum paralelo, abarcando el cúmulo de producciones, interacciones y consumos en redes y web, y hasta las propias apps del smartphone.
– Que adquieran destrezas para la resolución de tensiones y conflictos que han migrado del espacio físico al virtual, participando como co-constructores de comunidades virtuales inclusivas en las que prime el respeto por el otro y la apertura a la diversidad.
En suma, nuestro propósito como padres será el de formar personas atentas, empáticas y responsables en el uso de los medios que, fortalecidas con criterios firmes y unívocos, ejerzan una ciudadanía digital sobre la base de valores éticamente consolidados.
Algunos tips a tener en cuenta
• Acompañar en vez de intentar controlar.
• Explicitar las normas digitales familiares (tiempos, términos de uso, contenidos accesibles, condiciones para las comunicaciones).
• Equilibrar las relaciones on y offline.
• Tener y promover un consumo digital crítico, reflexivo y creativo.
• Desmitificar las tecnologías. No perder de vista la perspectiva evolutiva y a largo plazo del paradigma de la digitalidad.
• Asumirnos como modelos de nuestros hijos y actuar en consecuencia.
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Más información:
Orientadora familiar, experta en Educación y Nuevas Tecnologías y profesora del Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad Austral
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