Juan Martín Del Potro guió al equipo argentino de la Copa Davis a conquistar la primera Ensaladera de Plata para nuestro país. Una charla con el deportista que tuvo un antes y un después en su carrera. De la oscuridad por la lesión, hasta ver la luz con los Juegos Olímpicos como plataforma para su vuelta a las primeras planas.
Texto: Pablo Elías*
Faltaban minutos para que Juan Martín Del Potro y David Ferrer ingresaran al Estadio Direc Tv Arena, colmado con más de nueve mil personas, el pasado 26 de diciembre. Ambos aguardaban en la sala de jugadores. El argentino, con toda la gloria tras un exitoso 2016 en el que ganó la Copa Davis y se colgó la medalla de plata en los JJOO de Río. Y el español, disfrutando de su estadía en Buenos Aires por el partido amistoso, tras un año que lo dejó en el puesto N°23 del ranking ATP.
Protegidos por un cuerpo de seguridad importante -porque también se encontraba la majestuosa Ensaladera de Plata que la Argentina ganó finalmente tras cuatro finales fallidas (en 1981, 2006, 2008 y 2011)-, una señora logró escurrirse al camarín. Se aproximó al tandilense y cuando los guardias fueron a detenerla, “Delpo” la detectó y les dijo: “Déjenla pasar, es Titi, la que hace los dulces más ricos de Tandil”. Y mientras ella sacaba unos frascos y se los obsequiaba a “la Torre” de 1,98 metros, éste le dijo a su colega: “David, tenés que llevarte unos a España; son los mejores”. Para él, todo lo que venga de Tandil es muy significativo. Es que es su lugar en el mundo, “la ciudad más linda”, como la llama él. Es su pueblo, el que le baja los decibeles como cuando iba a recuperarse de las reiteradas operaciones (tres) en su muñeca izquierda -operaciones que lo marginaron de los courts durante casi dos años-. En aquel momento, se recluyó ahí a vivir como un ciudadano más, sin que nadie lo molestara, incluso cuando salía a pasear en bicicleta para tomar aire. Y le sirvió.
Luego de hundirse en las profundidades del ranking, en el puesto 590, comenzó a emerger dando atisbos de su época de esplendor, como cuando era un top ten (llegó a ser el N°4 del mundo), o cuando se coronó campeón en el US Open de 2009. Ahora se ubica en el puesto N°39. Fue el máximo exponente del equipo argentino para la imposible conquista, pero real al fin, de la Copa Davis en Croacia, y por ese logro y otros tantos más, le otorgaron el Olimpia de Oro como mejor deportista argentino de 2016. Un año épico de despegue para Juan Martín Del Potro, que resucitó y está aliviado.
¿Hubo algún momento del año en que notaste que hiciste un clic, que fue un antes y un después?
En los Juegos (Olímpicos) de Río. Entrené como lo había hecho toda mi vida, sabiendo que era lo que me había dado resultado. Cuando me enteré contra quién jugaba, me puse mal porque no quería irme de Río el primer día. Pero por otro lado, era una gran experiencia jugar contra Djokovic nuevamente, en un estadio lleno en el que todos querían verlo a él ganar la medalla de oro. Había muchísimos argentinos y la gente confiaba en que podía pelear. Empecé a creer que lo podía lograr y a sentirme bien dentro de una cancha después de muchísimo tiempo. En dos días jugué lo que había jugado en dos años. La gente cercana me decía que no aflojara. Cada partido era una final, la gente armaba un clima espectacular. Disfruté mucho esa semana de tenis.
Después llegó el triunfo ante Gran Bretaña en las semifinales de la Copa Davis, con tu triunfo ante Andy Murray. ¿Fue la revancha de la final que te ganó en los Juegos Olímpicos de Río?
En Río perdí una final que fue muy buena, pero al tener la medalla de plata no fue tan duro para mí. Sentía que mis compañeros podían ganar sus partidos y entre todos tomamos la decisión de hacer lo mejor. Me tenía mucha fe. Desde el US Open me venía imaginando el partido con Murray, por eso creo que jugué tan bien.
¿Cómo se explica esta consagración de la Argentina en la Copa Davis jugando como visitante, con el público en contra?
Es difícil. Todavía nos cuesta entender, nos cuesta disfrutar lo que conseguimos. Hoy soy feliz jugando al tenis y la verdad es que no me esperaba ganar la Copa Davis, ni una medalla. En Croacia se venía el final de la película, que podía ser feliz o muy triste. Pero se dio todo. Cada jugador encontró su lugar en el equipo. Siempre dije que nunca me sentí ni más ni menos importante que los chicos. Fuimos creciendo como equipo y como personas, y tuvimos un gran capitán que nos bajó una línea para que todos nos sintiéramos cómodos. Todo estaba dado para que en esos partidos rindiéramos como lo hicimos.
¿Cómo se maneja el éxito luego de semejante hazaña?
Estoy aprendiendo eso. Pero a mí no me ha cambiado mi forma de ser, ni de vivir los logros que tuve, ni las cosas malas que me tocaron vivir con mi muñeca. Sigo siendo igual, tengo la misma forma de vivir, de entrenar, tengo mi rutina. Tal vez ahora estoy mucho más tranquilo que hace cinco años. El tema de mi lesión me ha hecho madurar como persona, me ha hecho ver la vida de otra manera. Cuando voy a la cancha, me divierto entrenando y me divierto con cómo le pego al revés y cómo juego, y esas cosas me hacen muy feliz.
¿Creés que podés llegar a ser el Nº1?
Ése era un sueño que tenía cuando era muy chico y que lo tuve hace un par de años cuando estaba cuarto o quinto en el ranking; pero adelante tenía a los mejores tenistas. Y hoy, con lo que me ha pasado en mi vida, no sé si puede ser un objetivo real y concreto porque disfruto otras cosas del tenis. El ranking para mí no es una preocupación y creo que no voy a ser más o menos feliz si estoy más arriba o no, por todo lo que he vivido desde lo humano y lo emocional. Este año, mi vuelta al circuito ha superado cualquier torneo ganado y cualquier número del ranking. Pero habiendo conseguido la medalla, la Copa y el Us Open -que también soñaba de chico-, (el sueño de ser el No1) puede ser una locura que todavía esté adentro mío y que me prepare para meterme y generarles lío a los que están arriba, como hice hace años atrás.
Siendo tenista se viaja mucho, ¿cuál es tu lugar en el mundo?
Para mí Tandil es mi cable a tierra; es volver al lugar donde más cómodo me siento, donde más tranquilo estoy, la gente me recibe con un cariño especial. Creo que no fue casualidad tomar la decisión de entrenar ahí antes de ir a Croacia. Encontrar ese confort en la ciudad que más me gusta del país y del mundo es lo mejor que me puede pasar, y creo que para la próxima preparación, si encuentro la misma tranquilidad, también lo haría en Tandil. Cuando te ponés un poco más viejo y ves las cosas de otra manera, disfrutás pequeñas cosas, y a mí en Tandil me pasa eso. Entonces, cada vez que puedo, voy; voy mucho más seguido.
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