Por Sebastián Martínez Christensen
KEY BISCAYNE — No era un año más para el Miami Open, segundo Masters 1000 de la temporada del ATP Tour.
Ya el murmullo se escuchaba entre los fanáticos mientras se alistaban para comprar sus entradas. La incertidumbre era real, las preguntas eran concretas y las respuestas inexistentes.
Es que este torneo antes era unánimemente la parada favorita de todos los tenistas del circuito. Situado en una de las islas más exclusivas de Miami y en ese entonces apodado el “Quinto Grand Slam”, Key Biscayne representaba la mezcla perfecta entre reparo paradisíaco e importancia para el ránking.
Pero, a medida que fueron pasando los años, la evolución se estancó y otros torneos dieron un paso al frente, entre ellos el Indian Wells, que se realiza en California la semana anterior al Miami Open. El billonario Larry Ellison invirtió millones en este torneo, elevó la vara y se llevó el favoritismo de los tenistas.
Era el turno para que el Miami Open se reinventase. Por eso, el presidente de IMG y dueño del torneo, Mark Shapiro, decidió invertir 50 millones de dólares para modernizar las instalaciones. El problema fue que se topó con una aguerrida oposición luego de que la familia Matheson, quien donó las tierras al condado en la década del 40, se negará a la expansión y ganara la batalla en las cortes.
Sin embargo, justo antes del inicio de esta edición 2017, Shapiro alejó las polémicas. “Amamos Key Biscayne”, declaró el presidente de IMG. “Simplemente queríamos mejorar el torneo, pero aquí nos quedaremos”.
El Miami Open lleva 33 años en su actual sede, y ha tenido más de 300.000 fans en todas las ediciones desde el 2010. Muchos jugadores, como Andy Murray, viven en la ciudad de Miami, a la cual llaman “casa”, y hasta los que no lo hacen, pero acostumbran a estar en los primeros puestos del ránking, aprovechan para quedarse en la lujosa isla y gozar de una tranquilidad inusual para ellos.
Los residentes de Key Biscayne tienen la fortuna de toparse con varios de los tenistas en los distintos restaurantes de la isla. La francesa Alizé Cornet desayuna religiosamente en un bistro francés llamado La Boulangerie, y para los locales ya es una más de la familia. “Definitivamente es una de mis paradas favoritas en el circuito”, admitió Cornet. “Es una pequeña vacación mezclada con negocios”.
Artistas como el cubano-americano Andy García, prefieren un dinner a la antigua, donde sólo aceptan efectivo llamado “The Donut Gallery”. Allí se sienta en la barra y pregunta cómo conseguir entradas. Nadie pide autógrafos ni fotos, y lo guían hasta el hombre que podrá proveérselas. Un par de cafés cubanos más tarde estará disfrutando de su evento favorito. “Venir acá no tiene precio”, declaró García. “Es mi segunda casa”.
Algo similar podría decir el suizo Roger Federer, quien recibió una wild card en 1999 luego de ganar el Orange Bowl un año antes. Tuvo la oportunidad de jugar en cancha central y, desde entonces, siempre ha tenido a este torneo como una de sus prioridades. Es cierto que no participó de la edición anterior debido a una lesión, pero no fue por falta de ganas.
“Tengo una conexión especial con esta ciudad”, expresó Federer. “Desde que me dieron aquella oportunidad hace casi veinte años, continué viniendo. El gran número de latinos le agrega una pasión particular a los distintos partidos”.
Esta edición del Miami Open también tuvo ausencias importantes: Novak Djokovic, Andy Murray, Jo Wilfried Tsonga y Gael Monfils se bajaron por lesión. El serbio ya había anticipado en Indian Wells que le habían informado que el Miami Open “no se iba a ningún lado” y que “esperaba con ansias regresar en el 2018”.
Una vez más, los tenistas latinoamericanos volvieron a sentirse como en casa, y esa hospitalidad comenzó incluso antes del torneo. El consulado argentino en Miami decidió honrar al equipo campeón de la Copa Davis, y llevaron a cabo un evento en el hotel Alan Faena el lunes previo al campeonato. Ese cariño se extendió a las gradas durante cada partido que los tuvo como protagonistas.
Diego Schwartzman confirmó su gran debut de temporada al alcanzar los octavos de final, donde perdió con el belga David Goffin. “Lo de la gente fue increíble”, opinó el tenista argentino. “El grito de ´Diego, Diego´ me puso la piel de gallina”. El belga coincidió. “Parecía que estábamos jugando la Copa Davis”, dijo Goffin. “Fue un ambiente extraordinario”.
Uno de los tantos condimentos que hacen del Miami Open un evento único es el clima ideal. Además de la paradisíaca ubicación, los fanáticos y el sentimiento de barrio para los tenistas hacen de este torneo uno de los mejores del año-
Todavía le quedan seis años de contrato al arrendamiento de IMG, y el torneo se queda en Key Biscayne, donde se podrá disfrutar del mejor tenis del mundo, y quizás tomarse un café con algún actor de Hollywood.