Texto: María Ducós – Fotos: Cortesía Fundación Jóvenes Líderes
Ahora asistir a un evento no está ligado exclusivamente a una presencia física. Gracias a las múltiples plataformas que logran transmitir vía streaming, miles de personas logran ser partícipes de una enorme variedad de acontecimientos valiosos sin moverse de sus casas o sus trabajos. En esta oportunidad, tuvimos la maravillosa posibilidad de escuchar a los oradores de la 10° Cumbre Internacional de Jóvenes Líderes, el evento pluricultural de mayor trascendencia a nivel mundial, y que congrega a más de 1000 jóvenes líderes de todo el mundo.
La oferta de voces disertantes fue muy interesante. Desde el mundo de la moda con Ágatha Ruíz De La Prada, pasando por la psicóloga y conferencista Pilar Sordo, hasta Ernesto Santamaría, fundador y director de La Bioguía formaron parte del panel exclusivo. Pero hoy nos enfocaremos a fondo en tres personalidades claves: la Hermana Guadalupe, misionera en Siria durante la atroz persecución cristiana; Abel Albino, premio Nobel de la Paz; y Juan Manuel Galán, senador colombiano e hijo del candidato presidencial Luis Carlos Galán, asesinado por el cartel de Medellín en 1989.
Las historias por demás inspiradoras nos hicieron reflexionar, emocionarnos por momentos e ilusionarnos ante logros y conquistas que dejaron profundas huellas en todos nosotros.
Encontrar el verdadero sentido
Ya hemos hablado muchas veces de ella. La Hermana Guadalupe, misionera mendocina de la congregación del Verbo Encarnado supo decir que sí cuando los planes de Dios rumbeaban hacia Medio Oriente. Fiel servidora, hacia allí se encaminó y después de haber vivido en varios países desembarcó en Alepo, la mayor ciudad siria. Milenaria, turística y famosa por tener un nivel de vida muy alto en comparación con sus países vecinos, gozaba del plus incalculablemente valioso de la convivencia pacífica entre cristianos y musulmanes, lo que la convertía en una ciudad privilegiada. Pero en 2011 llega la guerra y destruye todo: edificios, monumentos históricos y corazones, dejando una cantidad inimaginable de víctimas inocentes. En medio del caos, la persecución religiosa por grupos islámicos extremistas hizo estragos sin piedad. Según cuenta la Hermana, de un día para el otro, esta ciudad que lo tenía todo, se quedó sin nada.
Alepo vivió un estado de sitio tal que durante un año entero estuvo bloqueada sin abastecimiento de ningún tipo: ni combustible, ni gas, con energía sólo unas pocas horas al día y agua una vez a la semana. “Fue muy doloroso ver cómo la comunidad internacional los abandonó por completo. Sin embargo, ellos nunca se sintieron abandonados por Dios”, relata la hermana recordando y transmitiendo su experiencia. Entre los tantos milagros que suceden en Alepo–porque en Siria, la fe se vive a flor de piel y los milagros son moneda corriente- Guadalupe nos comparte uno muy impresionante. Un sacerdote fue interceptado por los terroristas y lo querían decapitar frente a las cámaras. Sólo pidió un minuto para rezar, se arrodilló y esperó lo peor. El terrorista le sostenía la cabeza y él sentía el filo del cuchillo en su cuello. Mientras los minutos se volvían interminables, el terrorista sorprendido le grita “¿Quién eres? ¿Quién eres que no puedo bajar el cuchillo?” Evidentemente una fuerza sobrenatural impidió matarlo y el terrorista salió corriendo espantado.
Estos cristianos están preparados para la muerte, son mártires que dan su vida por defender su fe. En el momento crucial donde se les da a elegir entre negar a Jesucristo o morir, ellos no dudan. “¿Renegar de mi fe a cambio de perder el Cielo? Ni loca”, son las palabras que nos trae Guadalupe en referencia a estos valientes cristianos sirios.
“¿Cómo puede ser que sonrían? Están a punto de perder la cabeza y sonríen” se cuestiona la Hermana, mostrando en el proyector fotos de comunidades enteras de cristianos alegres. Realmente se nota en sus caras que son profundamente felices y esto tiene un único motivo: Jesucristo. Antes se preocupaban por cosas triviales, por apegos materiales, hoy están decididos a poner su felicidad en aquello que ningún terrorista les puede arrebatar que es la vida eterna. Es esto lo que hace que estudiantes de Medicina y Bioquímica terminen sus carreras en medio de la guerra. El sufrimiento los ha fortalecido y la guerra, de alguna manera, los despertó del letargo que produce el consumismo y la frivolidad.
Una cuestión de Estado
“Debemos terminar con el aborto, el maltrato infantil, la pornografía y la prostitución”. Así empieza Abel Albino, este pediatra y fundador de CONIN (Cooperadora de la Nutrición Infantil) que ahora es Premio Nobel de la Paz. Albino está convencido que hay cosas que no se pueden postergar. La educación de nuestros niños es el intangible más valioso que tenemos como sociedad, pero si ese niño no fue alimentado correctamente en los primeros meses de vida, su cerebro no tiene vuelta atrás y se habrá dañado para siempre. La educación es una cuestión de prioridad política, es una semilla maravillosa que necesita de un cerebro intacto. Pero la nutrición responsable lo antecede y sin ella no habría cerebros que educar. “No nos faltan los medios, lo que nos falta es vergüenza” sintetiza el doctor. Cuando baja la desnutrición infantil y por lo tanto la mortalidad infantil, aumenta el producto bruto interno, porque la desnutrición genera discapacidad. ¡Qué estamos haciendo con nuestros hijos! ¡Qué estamos haciendo con el futuro que les dejamos a las próximas generaciones!
La misión de CONIN es erradicar la desnutrición infantil en Argentina, comenzando por Mendoza para luego extenderse al resto de América Latina y el mundo. Pero para acabar con este drama es necesario empezar por lo básico: saneamiento ambiental y cloacas, agua corriente y caliente (¡No hay derecho que una persona no tenga agua corriente en su casa!, dice Albino casi irritado), luz eléctrica (¡Cómo puede ser que una persona se queda ciega después de las seis de la tarde!) y luego sí una dieta equilibrada.
Un nombre que honrar
Al año 1989, Colombia lo recuerda como uno de los años más violentos de la historia del país. Con Pablo Escobar como responsable de la crueldad y la ferocidad que azotaban a gran parte de la población, la política se tornó un hervidero donde la cabeza de aquel que pensara diferente al jefe del cartel de Medellín corría serios peligros. En este contexto, Luis Carlos Galán, elegido como candidato del Partido Liberal para competir en las próximas elecciones, fue asesinado por Pablo Escobar en Suacha, causando estupor no sólo en Colombia, sino en el mundo entero.
Juan Manuel Galán es su hijo, ahora senador colombiano y con la misión de custodiar el legado de su padre. “A los hombres se los puede eliminar, pero a las ideas no”, esa había sido una de las frases de Galán antes de morir y Juan Manuel se prometió que dedicaría su vida para que esas ideas se hagan realidad algún día en Colombia. «Hoy aspiro a hacer realidad su sueño, hacer de Colombia una mejor nación. Por eso espero que los jóvenes tomen el mando y la política, y que se atrevan a salir», este es el sueño de un hombre con la firme convicción de que los grandes proyectos empiezan con un cambio en la manera de pensar.