Luisa Manau tiene 30 años, es escenógrafa y creadora de espacios. En varias ocasiones se sumó a las propuestas que generamos desde Tigris: mesas, ambientaciones y TigrisOn. Contar con ella y sus ideas fue, y sigue siendo, un gran privilegio. Fuimos hasta su “oficina-galpón” y conocimos su lugar de trabajo. Una linda excusa para confirmar lo que ya sabíamos: Luisa ha recorrido un gran camino hasta acá y lo acumulado en sus años de trabajo lo demuestra.
Entrar en “Gascón” es perderse entre estantes y pasillos repletos, de piso a techo, de la creatividad más variada. Productos de los mil y un materiales, y de las formas más diversas reposan dejando en claro un contundente camino recorrido. Un camino que consistió crear mundos para otros. Un trabajo mágico y admirable.
Luisa se crió en una familia de arquitectos, diseñadores y decoradores. Desde chica respiró arte y diseño en su casa. Hija de la adultez, y hermana menor de tres mujeres bastante más grandes que ella, ya de chica se movía entre adultos. “Mis actividades a los seis años incluían, desde idas a la ópera, hasta muestras de arte y talleres de arreglos florales”, nos cuenta divertida. Entre esos mundos se empezó a gestar su pasión por los espacios bien vividos, espacios que cuentan una historia, más allá del espacio en sí, valga la redundancia. Espacios donde la armonía y la belleza conviven de manera implícita, y donde los objetos pasan a ser canalizadores de energías, y de sentimientos de calidez y bienestar.
Mientras estudiaba escenografía, se formó como maquilladora profesional y trabajó para una ambientadora muy reconocida. De a poco, fueron surgiendo trabajos propios en los que debía crear pequeños universos dentro de una foto, una vidriera, o un set de televisión. Esos espacios fueron tornándose más y más grandes hasta llegar a ser fiestas multitudinarias para marcas internacionales, almuerzos presidenciales durante el G20, vips para bandas de rock como Coldplay o Rolling Stones, libros de gastronomía de importantes chefs y hasta ferias gastronómicas con miles y miles de personas, como la Feria Masticar. También trabajó en algunas de nuestras mesas de la mano de Marina Maiztegui y en la ambientación de algunos de nuestros encuentros TigrisOn.
“Al principio me costaba mucho crear, y luego tener que desarmar los espacios. Tuve que aprender a abrazar ese ‘final de fiesta’, que me resultaba un poco triste, como parte del proceso creativo de un arte efímero. Además, con el tiempo, me di cuenta que esos universos creados no necesitaban permanecer en un espacio y un tiempo una vez que su esencia había llegado al alma de la persona porque, en definitiva, es allí donde permanecerán siempre”, nos cuenta.
Diez años después de haber iniciado este camino, Luisa se encuentra en su oficina-galpón rodeada de un equipo de gente maravillosa según ella, totalmente alineada con esos universos mágicos que tantas veces se dedicó a crear. “Diez años después, también, me encuentro amigándome, nuevamente, con ese ‘soltar’. Aprendí que cuando el alma siente que llegó a un punto en el que ya no está tan estimulada como al principio, no hay que forzarla. Es preferible darle lugar y experimentar los aires de cambio. Hoy, estoy haciendo una Gran Barata y me estoy despidiendo de muchos de los objetos que fui creando y que me fueron acompañando a lo largo de todos estos años. Todos y cada uno tienen una historia, un lindo camino recorrido y muchos recuerdos que me llenan el alma”, concluye. Y agrega que hoy los suelta para que otros puedan resignificarlos con su talento en sus creaciones. “Mi alma siente que se tiene que replegar para juntar fuerzas, vitalidad y energía para lo nuevo que está por venir”. ¿Qué está por venir? No lo sabe aún, pero sí está confiada en que hay de lo más genial y divertido esperando por ella en algún rinconcito de nuestro mundo.
¡Gracias Luisa por haber estado siempre, te deseamos lo mejor!