Matías Muñoz es psicólogo, especialista en vínculos, familia y pareja. El pasado #TigrisOn estuvo en Quinta Tres Robles y nos habló sobre #DejarHuella. Fue una charla de media hora, muy intensa e interesante. Cien mujeres, y algunos hombres, lo escuchamos en silencio. Durante treinta minutos no voló una mosca, sus palabras tocaron profundamente varios corazones. Transcribimos algunas de sus palabras.
Cada uno con su historia
Muñoz abrió la mañana directo al hueso. Dijo que las personas vemos lo que necesitamos ver, que todo lo que uno percibe tiene que ver con la motivación propia. Que cada uno llegó hasta donde está habiendo recorrido un camino propio. Y que, además, cada persona trae consigo cosas de un camino recorrido por otros. O sea que, todo lo que hacemos hoy, lo hacemos porque una familia sostuvo nuestra existencia. Nuestra familia ha sostenido nuestra vida, y puede ser que haya hecho cosas bien, y que haya hecho cosas mal. También dijo que una vez pasados los treinta, hay un momento de la vida en el que tenemos que hacer las pases con la historia, aceptar la vulnerabilidad de nuestros padres y de nuestros abuelos. A los quince está bien que nos enojemos con nuestros padres porque nos han fallado, pero cuando nos convertimos en adultos siempre es más sano amigarnos con lo malo (y con lo bueno).
Cada vez que hacemos algo pensando en aquellos que han dejado alguna huella en nosotros, los honramos. Y honrar significa ser su mejor versión. Aceptar la historia tal y como fue. Dejar de pelear y aceptar las cosas como son nos hace más libres. Significa admitir lo bueno y lo malo, y saber que ahora nosotros también damos algo de eso que recibimos. En toda relación humana debe haber un equilibrio entre el dar y el tomar. Si me dieron mucho, tengo que tomar eso que me dieron; y, si lo tomo, lo tengo que dar a la generación que viene abajo. Y así se salda la cuenta con la historia. Seguir pensando que lo que me dieron no me gustó es sostener perpetuamente una actitud infantil.
Cuando trabajamos despertamos emociones
En esta segunda parte, Muñoz invitó a las participantes a que formemos parte de una dinámica. Sugirió que pensemos en las emociones que cada una de las allí presentes queremos generar habitualmente en las personas a partir de nuestro trabajo. Qué emociones buscamos generar en quienes nos ven y nos leen cada vez que escribimos algo, que posteamos, o que abrimos el juego instaurando un tema.
De las respuestas salieron varias palabras que fueron proyectadas en una pantalla: satisfacción, felicidad, disfrute, alegría, empatía, entusiasmo, confianza, inspiración… y varias más.
Este cúmulo de contestaciones fue el puntapié para instaurar un tema profundo que nos dejó a todos pensando fuerte: dijo que frente a esta era en la que vivimos, que parece la era del vacío, el mejor antidepresivo es el entusiasmo, la alegría y el disfrute de la vida. Y nos alentó a tratar de generar entusiasmo a través de nuestro contenido. “Las personas que las leen pueden llegar a tener profundos sentimientos de vacío, hay una epidemia de ansiedad, de sinsentido y de desesperanza. Así que las comprometo a que lo que den sea tan sustancioso que genere una alegría profunda”. Y agregó que si nuestros mensajes pudieran transmitir un disfrute de la vida podrían llegar a ser muy terapéuticos. Es que a través de nuestro trabajo y de las redes podemos hacer que la gente desee y busque lo que quiere. Las redes son una herramienta poderosa para generar entusiasmo, y aclaró que esto no tiene que ver con el contenido, sino con cómo digo lo que digo. Hay un trasfondo muy profundo en esta tarea diaria de transmitir mensajes y compartir nuestra mirada de la vida, y si tomamos conciencia podemos lograr mucho. El asunto, visto así, pasa a ser un gran desafío y una responsabilidad gigante.
Crear desde la vulnerabilidad
“Crear es poder expresar lo que guarda mi alma y tengo que ver cómo hago para que mi alma se exprese. Cómo saco mi interior y mi alma a la luz. El alma puede andar por la oscuridad o puede andar por la luz. Cuando anda por la vida anda bien. Si generamos vida con lo que hacemos vamos bien”. Así de directo. Así de claro. Así de contundente.
Citando a Brené Brown, Muñoz comenzó a cerrar la charla: “Crear implica frustrarse, tolerar la incertidumbre, exponerse emocionalmente y correr riesgos”. Brown es una investigadora en vulnerabilidad humana, que sostiene que mostrarnos vulnerables nos empodera como personas, y que para ser creativos hay que estar en la vulnerabilidad, caminar en la arena donde nada está muy sólido, y donde cada uno camina como puede. La vulnerabilidad tiene un alto condimento de incertidumbre. Y lo mismo pasa cuando nosotros posteamos: el grado de incertidumbre es enorme. Cada vez que posteamos corremos riesgos y nos exponemos emocionalmente. Y cuando hay riesgos, cuando hay incertidumbre y cuando nos exponemos emocionalmente somos vulnerables.
Lo opuesto a la vulnerabilidad para Brown sería el ego, esa parte de mí que juzga y que emocionalmente cree que todo lo puede. Hoy se cree que las mujeres no pueden ser vulnerables, que tienen que ser la «súper mujer». Ese perfeccionismo que se vierte sobre ella va en contra de que la mujer se exponga, corra riesgos o camine en la arena. Y si uno está en la certeza, en la perfección y en la omnipotencia no puede crear, porque la creatividad viene del vacío. Hay que poder tolerar una hoja en blanco sin saber qué poner, pero para tolerar el vacío hay que saber tolerar también la incertidumbre, aguantar no saber qué pasará después. “Si queremos una marca perfecta seguro estaremos dando vueltas mucho tiempo sin poder crearla”, remarcó Muñoz. El ego mide, el ego juzga, el ego ranquea, el ego cuantifica la realidad en términos de mejor y peor. El ego piensa en categorías de superior e inferior. La vulnerabilidad conecta y da vida, se arriesga. Por supuesto, podemos fallar, y si fallamos viene el dolor. Pero el dolor fortalece. En el ego no hay necesidad emocional, y nosotros trabajamos con la emoción de la gente.
Un tema por demás complejo, pero tan cierto, tan real que eriza la piel. Entonces Muñoz nos invitó a pensar en que si nos instalamos en el ego corremos muchos riesgos de fracasar, porque hoy estamos arriba y a los quince días, abajo. La historia ha demostrado que muchos líderes han caído por falta de humildad y de vulnerabilidad. Se derrumban. “No hay cocaína que sostenga el deseo de perfección. No hay autoestima que aguante que me pidan la perfección cuando tengo una pata renga. Hay que estar en una cancha de fútbol, que pase algo redondo y que ese jugador pequeño no sepa que hacer con eso, y que le encante juntar pasto y hablar con el otro defensor de los legos”, remató (y nos tocó el alma).
Gracias Matías Muñoz por haber aceptado el desafío de venir, de hablar frente a un auditorio de mujeres madres, trabajadoras, emprendedoras. Mujeres que tienen en sus manos una herramienta poderosa: la de llegar con sus redes a miles de personas, la de poder tocar la puerta de miles de corazones, de saber que con su mensaje y su cómo lo transmiten pueden alegrar, contener, entusiasmar. Y todas las allí presentes caminamos, en cierto modo, en la arena. Todas manejamos un grado altísimo de incertidumbre. Todas somos, sin duda, vulnerables. Y en ese coraje de sabernos vulnerables nace la creatividad, la pertenencia, la vitalidad y el amor. La vulnerabilidad tiene un poder gigante. Admitámoslo. Las personas más vulnerables se sienten más vivas. Así que seamos vulnerables, desbordemos vida. Emanemos alegría. Inundemos nuestro alrededor de entusiasmo. Y aportemos todo eso a los corazones de quienes nos siguen. Caminemos y, al hacerlo, dejemos huella.