El Flaco Schiavi tiene cuarenta y cuatro años y es el director técnico de la Reserva de Boca Juniors desde 2014. Cómo divide su tiempo entre trabajo, familia y sus tardes de golf el ex zaguero central que llegó a Boca con veintiocho años, ganó nueve títulos y marcó más de cincuenta goles.
Texto: Pablo Elías – Fotos: Pablo Elías y Prensa Boca Jrs.
Tenía veintiocho años cuando debutó en la primera de Boca, el sueño de toda su infancia. Todavía se acuerda cuando su papá le regaló la camiseta xeneixe cuando aún trabajaba en la carnicería de su familia en Lincoln, provincia de Buenos Aires. Rolando Schiavi, defensor nato pero goleador con más de cincuenta goles, culminó su carrera de futbolista con nueve títulos conquistados, incluido el de la Copa del Mundo ante Milán en 2003, además del paso por el fútbol chino, brasilero y español. Casado con Jimena y padre de tres hijos, Tomás de veintidós, Santino de once y Alma de siete años, vive en Nordelta. Hoy el Flaco o Rolo, como le dicen sus amigos, es director técnico de la Reserva de Boca: “Debería haber escuchado más a los técnicos cuando me decían de mejorar en alguna u otra cosa”, comienza con una mea culpa sobre su etapa de jugador.
– Te gustaría volver a jugar al fútbol ¿extrañas jugar profesionalmente?
– No no, no me puedo mover. No juego ni picados.
– ¿Y qué deporte haces?
– Juego al golf. A veces salimos con Raúl Cascini, Tévez cuando está, Guglieminpietro, todos ex jugadores…En este deporte es donde me puedo desconectar un poco todos los días, paso un buen momento con un lindo grupo y puedo despejarme.
– Tuviste tu infancia en Lincoln, viviste en España y en Brasil mientras jugabas en el exterior… ¿Cuál es tu lugar en el mundo?
– Todos los lugares donde viví. No soy de aferrarme a un lugar y decir “acá me quedo”, Lincoln me encanta pero para ir uno o dos días a visitar a mis viejos o ir al campo; Buenos Aires me gusta también pero si tengo que ir a otro lado, no tengo problema, la pasé muy bien en todos los lugares donde estuve.
– Contame de Lincoln, cuando eras un adolescente, jugabas en las inferiores de Rivadavia y trabajabas en la carnicería de tu papá…
– Trabajar en la carnicería de mi papá me sirvió muchísimo para poder valorar lo que significa traer el pan a mi casa, hasta el día de hoy mi viejo sigue trabajando ahí. Creo que viendo ese ejemplo era imposible que no trabajase, hasta el día de hoy lo sigo haciendo porque aprendí que en la vida sin sacrificio no se llega a nada. Sin renuncias y entregas, no se puede llegar muy lejos.
– Y en cuanto al fútbol, ¿jugabas porque te gustaba realmente o por mandato de hacer algún deporte?
– Mi papá nunca fue a una cancha de fútbol y nunca me obligó a jugar. Lo único que me dijo fue que tenía que estudiar o trabajar.
– Porque hay casos donde los padres sueñan con que sus hijos se conviertan en estrellas del fútbol para “salvar” a la familia
– Sí, sobre todo en estos tiempos… Los representantes o los padres están muy pendientes de lo que puede llegar a generar un jugador y a veces relegan su tiempo y su esfuerzo a costa de todo. Hoy un representante te alienta a que te vas a ir a Europa a ganar mucha plata y eso, a veces, nos puede relajar y no hacer las cosas bien, sacrificándonos todos los días.
– Yendo a tu carrera como DT… ¿te das cuenta de qué errores tuviste siendo futbolista con el técnico de turno?
– Debería haber escuchado más a los técnicos cuando me marcaban cosas para mejorar, por ahí cuando sos joven pensás que te las sabes todas. Eso es lo que tratamos de mostrarles a los chicos, que todos los días se puede aprender.
– ¿Te gustaría que tus hijos sean futbolistas?
– Que hagan lo que quieren, los voy a apoyar en lo que quieran hacer. Mientras estudien…