En nuestro instinto, el impulso de mirar está antes que ningún otro. El 80% de la información  acerca del mundo  nos llega a través de la vista, que activa dos tercios de nuestro cerebro. El color  afecta el nucleo mas profundo del ser humano: nos impulsa a hacer determinadas  cosas, modifica nuestros estados de ánimo.

Texto: María Laura Bazterria – Fotos: Pachu Tufró

Cada especie ve lo que le conviene
Con respecto al mundo animal, se sabe que el perro y el gato no ven sólo en blanco y en negro, sino también en amarillo y azul; que el rojo es invisible a muchos insectos y reptiles, y que los toros no reaccionan ante el color rojo de la capa sino a sus movimientos. Las aves ven más colores que los humanos, y los animales de hábitos nocturnos desarrollan un sistema de rebote de la luz en la cornea que les posibilita ver en la oscuridad. Las abejas perciben la luz ultravioleta en todos los colores menos en el rojo, y es por eso que muchas flores rojas tienen el centro amarillo que le indica a la abeja dónde buscar el polen.

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Costumbres y simbolismos
Para la mayoría de nosotros, los colores se dividen en “me gusta” y “no me gusta”, en claros y oscuros. Pero está demostrado que las tonalidades no son simétricas y que no existe la misma cantidad de tonos en una gama y en otra, sino que cada tono es modificado por su entorno. A su vez, cada color posee una gama propia, dependiendo del tono del fondo, de la luz que incida en él  y de los colores próximos que lo acompañan. El investigador francés Michel  Pastoureau afirma que la historia del color es una historia social, que influye misteriosamente sobre las almas humanas.

El color no es algo dado sino que lo percibimos mediante un proceso cerebral extraordinario. Pero su visión es infinitamente más que eso. Se mezcla con nuestros recuerdos visuales, imágenes, deseos y expectativas, convirtiéndolos en una parte integral de nosotros mismos y de nuestro mundo vital. El color es parte fundamental de nuestras vidas y su influencia no es estática: su significado  cambia según el contexto en el que es interpretado y experimentado. Un mismo color  puede alegrar a una persona y deprimir a otra, puede indicar buena suerte en una cultura y suerte desgraciada en otra.

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Los colores

El blanco: en Oriente está asociado al luto por ser  el color de los huesos. En occidente, es pureza y paz. En el siglo XIX, hubo una tendencia clasicista en la arquitectura hacia usar todo blanco. El arquitecto y urbanista Le Corbusier decía  que el  color distrae, y que hay que construir y crear en blanco. En el jardín, ilumina, divide, aporta luz en zonas sombrías.

El marrón: es el pigmento más antiguo del mundo. Para la tintura de hilados se extraía de la corteza de algunos árboles y las hojas del nogal se utilizaban como tintura para cabello. Es el color nutritivo por excelencia: chocolate, café, cereales, legumbres y guisos llevan este color. Trasmite autenticidad. En el jardín aporta vida.

El amarillo: uno de los pigmentos más antiguos es el azafrán, que en árabe significa “amarillo”. Es el último color en dejarse de ver cuando se pierde la vista y es el color de la advertencia. En el jardín, el amarillo verdoso es el segundo en verse de noche, después del blanco.

El naranja: las naranjas eran un fruto exótico cuando los árabes la llevaron a Europa  en el siglo XI. Es la fruta favorita de los elefantes. Son pocos los  colorantes que lo producen. Color asociado a los cítricos y a la comida. En el jardín, resulta muy ornamental. Tiene fuerza, movimiento, y es muy buscado en los diseños modernos.

El rojo: en la cultura china, atrae la prosperidad y la suerte. En el mundo occidental, indica problema, emergencia. En el jardín, es muy popular y se lo utiliza como foco visual. Es un color fuerte y por eso es mejor trabajarlo a distancia.

El violeta y el lila: colores de reyes, emperadores y papas. Era el color favorito de Cleopatra, de Helena de Troya y el más usado por Alejandro Magno. La iglesia católica lo utiliza  para representar el dolor y luto. En el jardín, el violeta y el lila son colores  menores. Trasmiten delicadeza, dulzura, romanticismo.

El verde: el nombre de este color no viene de la naturaleza, ni de los bosques ni de las plantas, sino del vidrio de las botellas, que eran verdes porque tomaban la tonalidad del compuesto de silicio y oxigeno. En  el Renacimiento, era el color de las novias, garantizaba la fertilidad. Simboliza salud, naturaleza, vida, la esperanza.  En el jardín, es la base para que se luzcan los demás colores. Más del 60 % de un jardín es verde. Durante los días nublados o luego de una lluvia podemos apreciar las amplias tonalidades de verde.

El azul: es el color que menos abunda en la naturaleza. En su historia, el más difícil de describir: se llamó azul a la paleta que iba del verde agua al  turquesa o el violeta azulado. Se asocia con la serenidad y la higiene. Color varonil por excelencia. En el jardín, acompaña los blancos y es utilizado para resaltar los opuestos.

El rosado: color del encanto, de la cortesía, de la dulzura y de la suavidad. Estuvo  de moda en Europa durante los años 1720 y 1773, cuando la aristocracia prefería los colores claros para demostrar que no hacía trabajos de suciedad que mancharan sus ropas. En el jardín, es un color que armoniza, da vida, equilibra y no llama la atención sino que acompaña.

El gris: color que representa la tecnología, la inteligencia. En el jardín necesita del sol y armoniza  siendo de unión entre los diferentes colores.

 

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Maria Laura Vidal Bazterrica
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