Equinoterapia, contención y comunidad: un abordaje integral que nace desde el corazón de una familia.

En El Granero, la mirada sobre la discapacidad va mucho más allá del tratamiento terapéutico. Acá se trabaja sobre algo más profundo: la vida en familia, los vínculos, la forma en que se elige transitar los desafíos y el modo en que se acompaña a cada integrante de ese sistema que también necesita ser escuchado, contenido y fortalecido.
Titi y Manuel, fundadores de El Granero y papás de Joaquina, lo saben bien. Porque este espacio nació justamente de su recorrido personal.

“Fuimos aprendiendo muchas cosas —cuentan—, y lo que descubrimos fue que tanto Joaquina como nosotros necesitábamos algo distinto. Necesitábamos un lugar donde toda la familia tuviera un lugar, no solo ella como paciente. Un espacio donde los hermanos también tuvieran propuestas, donde los padres nos sintiéramos comprendidos. Eso fue lo que buscamos crear con El Granero.”
El Granero es un centro de rehabilitación y equinoterapia especialmente pensado para familias con hijos con discapacidad. No es solo un lugar de tratamiento: es un espacio de encuentro, de contención y de comunidad.

“Siempre decimos que quienes entran acá son las familias —dice Titi—. Cada uno tiene su lugar, su espacio, su propuesta para desenvolverse, acompañando también la rehabilitación de ese hermano o hermana que viene a terapia.”
Desde sus comienzos, El Granero fue pensado con detalles que marcan la diferencia: una pista techada que permite continuar con las sesiones incluso en invierno, accesos adaptados, propuestas para hermanos, y un entorno natural que favorece el bienestar de todos. Pero por sobre todas las cosas, un espíritu que abraza.
“Cuando uno tiene un hijo con discapacidad —cuenta Manuel— es difícil que los demás entiendan por lo que estás pasando. Muchas veces ni tus amigos lo comprenden. Pero cuando te encontrás con otra mamá o papá que vive algo similar, ese vínculo es inmediato. Y eso pasa en El Granero. Las familias se encuentran, se acompañan, se entienden sin necesidad de palabras.”
Y como padres, también recibieron de ese acompañamiento. “A veces uno llega con una necesidad profunda, y son ellos, los otros padres, los que terminan abrazándote cuando más lo necesitás. Eso no tiene precio.”



En El Granero se respiran tres valores que lo sostienen todo: coraje, optimismo y alegría. Porque, como descubrieron Titi y Manuel, la discapacidad también puede ser un camino de crecimiento. Y puede ser un camino que se disfruta, cuando se transita en familia y en comunidad.

Gracias Titi y Manu por abrirnos sus puertas y compartir el origen de este lugar tan necesario. Su historia ilumina el camino de muchas otras familias.
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