La duda por el acierto en la elección de la carrera universitaria es de las más comunes entre los jóvenes. Tener que decidir qué hacer “durante el resto de la vida” asusta y hace tambalear las decisiones tomadas. Sin embargo, es importante saber que la vocación de uno y lo que uno es va más allá de una carrera universitaria o de una elección equivocada.
Texto: Eduardo Cazenave
Empezar el primer año de facultad es uno de los pasos más difíciles. Pasamos de un lugar en el que éramos conocidos por docentes y directivos, a una nueva situación donde nadie nos conoce. Surge la duda de si elegimos bien la carrera y la facultad. Y ahí se erige la mayor angustia: seguir, cambiar o no saber qué hacer. Estas dudas son comunes. A continuación, el porqué.
No te enseñaron a elegir
De repente, sin antes haber elegido casi nada, el sistema educativo te empuja a un abismo en el cual tenés que elegir qué vas a hacer el resto de tu vida. Y tenés que hacerlo bien para no ser un fracasado. Las opciones son muchas; el futuro, incierto. Nunca antes te preguntaron qué querías hacer y ahora, en unos meses, tenés que saltar al vacío. Por eso, las dudas que tenés no son culpa tuya. Es lógico y esperable que así sea y que, a medida que pase el tiempo, vayas aprendiendo más de vos mismo y animándote a tomar decisiones, incluso la de seguir, cambiar, abandonar o empezar todo de cero.
No es una carrera
La palabra carrera hace referencia a competencia, al clásico “preparado, listos, ¡ya!”. En ese contexto, pareciera que hay que ganar, y si cambiás de carrera, “perdés” un año, les das ventaja a tus competidores y ellos te van a ganar. El problema está en la palabra misma. Yo creo que “carrera” es una mala traducción de la palabra “career”, que viene a ser más bien “trayectoria”. No se trata de una mirada desde el punto de largada sino desde el punto de llegada. La trayectoria es el camino que vas recorriendo en tu vida profesional y de estudios para ser quien sos. Ese camino es individual, único, propio, y no se corre contra nadie. Podés haber hecho distintas opciones y tomado senderos propios, pero todos son tuyos y tan válidos como cualquier otro. No se pierde un año cambiando de carrera, ni trabajando o viajando. El año se llena con lo que vos hacés con él, y eso siempre es ganancia, aún cuando al principio duela.
Lo que estudiás no define quién sos
Saber quién sos, valorarte, pensar para qué viniste a este mundo y qué legado querés dejar no son cosas que se deciden en unos meses ni en unos años. Son caminos que uno recorre y va eligiendo, cambiando y equivocándose a lo largo de toda su vida. Elegir qué vas a estudiar será encontrar las mejores herramientas para crecer y para dejar el mundo, o al menos tu metro cuadrado, un poco mejor de lo que lo recibiste. Puede que eso lo logres siendo abogado, ingeniero, médico, filósofo o pintor. Pero ésas son sólo herramientas; no te definen como persona. Pero quién sos vos es algo más profundo y se va descubriendo a lo largo de toda la existencia. Es muy triste mirar la vida desde el final y pensar “el yo que fui saluda tristemente al yo que debería haber sido”. Esto no tiene que ver con qué estudiar, sino con encontrar la vocación más profunda. Podés no encontrarla, pero el precio es caro: ser infeliz. No lo pagues. No malgastes tu vida detrás de un supuesto “deber ser”. Esforzate mucho, pero no pierdas nunca la alegría existencial. Quienes te quieren y conocen sabrán acompañarte, esperarte, empujarte, abrazarte, mirarte a los ojos y estar a tu lado. Se llaman familia y amigos, y no hay universidades para eso.
La verdadera orientación vocacional
No se trata de tests psicológicos y preguntas sobre qué estudiaron tus abuelos, padres y tíos. Tampoco de la guía del estudiante ni de visitas a exposiciones de universidades. “Vocación” viene de “vocare”, que significa “llamado”. Se trata de descubrir en lo más profundo de tu ser quién sos y quién estás llamado a ser. Es descubrir cómo y con qué te brillan los ojos y te vibra el alma. Podés ser un excelente médico, pero un amargado existencial. Podés ser un gran docente, pero un infeliz frustrado. Lo que estudiaste no te define, te ayuda o no a encontrar tu verdadero yo, ése que es feliz mientras vas descubriendo de qué se trata la felicidad misma. Vos elegís, pero dejá que fluya en vos esa energía vital que viene desde adentro y que tarde o temprano encontrará su camino. Habrá obstáculos, pero el río siempre termina encontrando el mar si se lo deja fluir. Tenele paciencia a tu río interior, pero no lo encierres por temor, ya que si lo hacés, jamás encontrará el mar para el que fue llamado.
Mi conclusión
Si estás empezando nuevos estudios, los primeros o los terceros que encarás, no desesperes. Tu camino es sólo tuyo; sólo vos podés elegir quién sos. Conocete bien a fondo, trabajá tu vida interior, animate a cambiar y a equivocarte, pero nunca resignes el ser feliz y hacer felices a otros durante el camino de tu vida. Orientar es mostrar el Oriente, allí donde nace el sol. Encontrá tu sol y caminá sin prisa al encuentro de ese fuego sagrado. Aún detrás de cualquier tormenta, el sol sigue ahí esperando que vos llegues a su encuentro. Entonces sí, al final, mirarás para atrás tranquilo, sabiendo que lo diste todo y dirás “el yo que fui saluda alegremente a todos aquellos con los que me fui encontrando a lo largo del camino”. Porque sólo desde el verdadero yo puedo encontrarme con el verdadero vos, y eso no se estudia, se vive tan sólo amando y dejándote amar.