Interesada en el funcionamiento del cerebro y los procesos mentales, las sociedad actual busca que la ciencia le facilite esos conocimientos para tomar mejores decisiones.
Texto: María Ducós
En el marco de las jornadas que anualmente International Women Forum (IWF) (versión Argentina) desarrolla para la comunidad, estuvimos presentes en la conferencia que brindó Facundo Manes, el reconocido neurólogo y neurocientífico, director de INECO (Instituto de Neurología Cognitiva) y del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro, sobre el rol de las neurociencias y cómo la sociedad demanda cada vez más información acerca del cerebro y su funcionamiento.
En las últimas décadas se supo más sobre el principal órgano y motor de nuestro cuerpo que en toda la historia de la humanidad. Las enfermedades del cerebro son la principal causa de discapacidad en el mundo, superando al cáncer, a las adicciones e incluso a las enfermedades cardiovasculares. Es lógica la avidez de la sociedad por empaparse de estos temas. Varios países, entre ellos las principales potencias del mundo, han puesto a la neurociencia como prioridad dentro de la ciencia, siendo enorme su apoyo económico. Estos últimos años de investigación valieron para que la Argentina empiece a ser considerada dentro del mapa internacional de la neurociencia. “Pensando en que el pronóstico de vida para 2020 es que habrá más adultos mayores de sesenta años que niños de cinco, debemos evitar jubilarnos intelectualmente, jubilarnos de lo que nos apasiona. Sólo así no se verá arruinada la plasticidad del cerebro, y el envejecimiento se convertirá en una desafío y en una oportunidad”, enfatizó el neurólogo.
Como ex alumno de la universidad pública, y porque muchas investigaciones son financiadas por el Estado, Manes considera que es su obligación devolver esa gentileza transmitiendo los avances en genética y en neurociencias. La sociedad deberá involucrarse y tomar decisiones en torno a cuestiones trascendentales que generan, hoy, dilemas éticos y morales, como por ejemplo, el uso mal intencionado de la neurociencia. Hoy se pueden leer y transmitir pensamientos ajenos e implantar ciertas memorias. Estos avances pueden usarse para el bien o para el mal, y la sociedad tendrá que decidir.
Manes busca formar un lector activo, que exija políticas públicas destinadas a preservar y cuidar el cerebro, teniendo en cuenta que el mayor tesoro que tiene un país no son ni sus recursos naturales ni el capital económico, sino los cerebros de sus habitantes. Es clave que este pequeño órgano, que representa el 2% del peso corporal, esté bien nutrido durante los primeros años de vida, porque si en ese tiempo no llegase al tamaño y al peso ideal, el deterioro será irreversible en los años posteriores.
Divulgar estos conocimientos es una obligación de los científicos. Generar conciencia social sobre la ciencia hará que el investigador, debido a la presión ejercida por la sociedad, reciba más dinero del Estado para seguir investigando. La gente ya no es indiferente a los avances de la ciencia, la sociedad sabe que esa información es indispensable para anticiparse a enfermedades.