Por María Ducos
Animarse es sólo el comienzo en el camino emprendedor. Dos amigas se convirtieron en socias al detectar la falta de material didáctico bilingüe como soporte para enseñar inglés. Un proyecto con un largo plazo prometedor.
Si miramos el 2020 por el espejo retrovisor no todo es pandemia, aislamiento e incertidumbre. También este tiempo tan particular encontró, para muchos, la mejor temperatura para amasar esos proyectos que por distintas razones se venían postergando.
Angie y Valen son dos colegas, docentes de nivel inicial, que se conocieron y se hicieron amigas trabajando en un colegio. Empezaron a dictar talleres de inglés juntas, alternando la pedagogía tradicional con la Waldorf, y fue allí donde se dieron cuenta que podían ofrecer una opción disruptiva para confeccionar clases de inglés para chicos. El confinamiento y las nuevas formas de enseñar hicieron lo suyo.
Tanto era el tiempo que pasaban armando su propio material bilingüe -dibujando, pintando, recortando- que decidieron hacer de esta tarea un nuevo proyecto. Así nació @littlesallygames, un emprendimiento de juegos y cartas bilingües del que hoy son socias. Mucha investigación y mucha prueba y error, fueron materializando sus ideas de la mano de diseñadores, imprentas y gráficas.
Aprender jugando
Al validar el juego como una estrategia eficaz para el aprendizaje, la creatividad se vuelve infinita. Fue el mismo Einstein el que dijo alguna vez que los juegos son la forma más elevada de investigación. El reconocimiento de sonidos, imágenes, letras y palabras es el primer paso para acercarse a la lecto-escritura, y es ahí cuando los productos de Little Sally cobran su sentido más pleno.
La variedad de cartas didácticas y memotest bilingües para aprender de manera lúdica busca que los chicos incorporen vocabulario tanto en español como en inglés. Animales, frutas y verduras, números, colores y abecedario. A la colección vigente se sumarán muy pronto cartas de rutinas y acciones para seguir aprendiendo en la cotidianeidad del juego.
“Nuestro día a día es un tsunami pero la piloteamos bien”, comenta Valen. Ella, a punto de recibirse de psicóloga; Angie, madre de dos hijos, la rutina es una caja de sorpresas con la que conviven y se adaptan. La creatividad nunca frena y compartir ideas y buscar formas de crecer las mantiene siempre activas.
Una devolución que llena el alma
Es en cada clase que dan cuando prueban y desafían sus propios productos, y pueden dar fe que son muy útiles para enseñar y aprender. También es el feedback con su público el que les confirma que van por buen camino. Cada mensaje, comentario y foto de niños que juegan y aprenden con sus cartas es un mimo después de tanto esfuerzo. El Little Sally Club está lleno de mini fans felices.
“Es inevitable estar agradecidas con nuestras familias por bancarnos en el delirio de emprender”, sueltan las chicas. Los propios siempre son el primer soporte que recibe el bombardeo de ideas, preguntas y consultas. Además, sus amigos y primeros clientes hicieron de motor en este proyecto. “Sus palabras de aliento, su admiración fueron tallando la confianza necesaria para avanzar”.
Que en escuelas de toda la Argentina cuenten con tarjetas Little Sally es una de las aspiraciones más grandes que tienen. “Little Sally recién empieza; si por dos segundos pudieran estar en nuestras cabezas se asombrarían de la cantidad de ideas que tenemos para el mundo lúdico y educativo”, terminan.