Podcast: Maritchu Seitún

La billetera es como la lámpara de Aladino para los chicos. Ya desde chiquitos desearían replicar esa magia para tener lo que desean, todo el tiempo. Todavía no son conscientes de que el dinero que entra en casa es ganado con mucho esfuerzo por papá y mamá. ¿Cómo administrar la plata con nuestros hijos? ¡Qué tema! Ofrecer una “semanilidad” tiene sus beneficios: aprenden el valor que tiene, a cómo administrarla, a organizar sus gastos y hasta “remediar” ciertos errores. Dejemos que nuestros hijos empiecen a manejar poca cantidad de plata desde que pueden distinguir el valor de los billetes. Es un gran ejercicio de organización, templanza y prioridades. ¡Gracias Maritchu por esta exquisita columna!

Los padres tenemos dinero en la billetera, a veces mucho, otras no tanto.  Los chicos nos ven abrirla para pagar las compras, y desde muy chiquitos, la consideran mágica: es como la lámpara de Aladino, le pedís y te concede.

En algunas casas el dinero abunda, en otras es apenas suficiente y en otras no alcanza. En algunos hogares es casi un dios o un objetivo en sí mismo, y en otros sólo una herramienta para lograr algunos objetivos.

No manejamos la plata como queremos sino como podemos, por eso, antes de ver cómo abordamos el tema con nuestros chicos tratemos de entender nuestra relación personal con él para ver si es lo que nos gustaría enseñar o si preferiríamos hacer algo distinto.

Cuando nos enojamos porque no estudian les reclamamos el costo del colegio -¡que nosotros elegimos!- o nos quejamos de que no cuidan o no valoran lo que tienen, desde la carísima tablet -¡que nosotros les prestamos o regalamos!- a la insignificante gomita de pelo que perdieron.

No podemos hacerlos partícipes del presupuesto familiar, pero sí podemos conversar de lo que cuestan las cosas. ¿Se justifica el gasto?, ¿vale la pena?

Crecen con el bombardeo permanente de la publicidad que implícitamente les enseña lecciones discutibles sobre el dinero: cuando uno compra es feliz. Es necesario enseñarles a tener pensamiento crítico para que no se dejen engatusar tan fácilmente por la sociedad de consumo.

No se trata de no llevarlos nunca a comer comida chatarra ni comprar jamás una remera de marca o el juguete de la propaganda. Pero podemos ayudarlos a darse cuenta de que “no todo lo que brilla es oro”.

Los chicos empiezan a manejar dinero entre los seis y los ocho años cuando entran al colegio primario, donde suele haber un kiosco para comprar, y cuando el ratón Pérez les “paga” los dientes caídos. Es una buena edad para empezar a darles una asignación semanal que irá creciendo con la edad y la responsabilidad. Así aprenderán a organizarse, administrarse, a manejar pequeñas cantidades y a cometer errores de bajo costo.

No seamos demasiado generosos con la asignación, es importante que no les sea tan sencillo alcanzar sus objetivos. Tampoco que sea tan costoso como para que se desanimen. Es bueno que aprendan a esperar, a ahorrar y a esforzarse para alcanzarlos.

Tener poco dinero ¡aumenta su creatividad! Hacer pulseras, limonada, cuidar primos menores, cocinar galletitas. Se pueden hacer cosas muy divertidas en el afán de juntar algo de dinero.

No les paguemos por las tareas del sostén diario de la casa porque, al hacerlas, se sienten parte del equipo de la familia. Tampoco por cumplir con sus obligaciones (estudiar, hacer tareas escolares, abrir la boca en el dentista). Pagarlas no ayuda a que descubran su propio deseo y motivación, y se parece peligrosamente a un soborno o chantaje, ¡que cada año nos saldrá más caro!

¿Tenemos que ser justos?

Solo hasta cierto punto. Nuestro objetivo es darle a cada hijo lo que necesita y le hace bien, y esto no es darles a todos exactamente lo mismo.

Cuando llegan a la adolescencia, una buena forma de controlar la conducta es que tengan un presupuesto acotado. La “canilla libre” de la billetera de papá y mamá no les enseña a administrarse y facilita el descontrol y los excesos.

Los chicos aprenden de nosotros a gastar, a  ahorrar y a dar.  Como dice Bárbaro Coloroso en Padres respetuosos, hijos responsables
“Conviene enseñarles bien. ¿Quién sabe? ¡Tal vez un día manejen nuestro dinero!”.

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