Texto: Gabi Carozzi – @floresporquesí    Fotos: Rochi Lanusse – @rochilanu

Las cuatro y media de la mañana, no es un horario para ir a una fiesta. Por el contrario, en general a esa hora estamos volviendo. Excepto si somos floristas, ambientadores o tenemos un puestito. Aunque vamos a trabajar, ir al Mercado de Flores de Barracas es una verdadera fiesta.

Mientras la ciudad se despereza, a las seis de la mañana se abren puntualmente las puertas de ese paraíso de largos pasillos y puestos de venta perfectamente numerados y organizados. Productores, distribuidores y vendedores mayoristas se nuclean en la Cooperativa Argentina de Floricultores que provee de flores- junto con su sede en La Plata-  a todo el país. Familias enteras pertenecen a la actividad y es emocionante ver a padres e hijos trabajando en el mismo puesto y respondiendo las mil preguntas que les hacen los floristas más nuevos: “ay, ¿cómo se llamaba ésta?“ o “ ¿me dura hasta el sábado si la llevo hoy?” o “ ¿cómo la cuido?”.

Hay productores japoneses, argentinos y paraguayos. Los que cultivan, saben mucho y es bueno hablar con ellos y hacerles consultas. Se deshacen en explicaciones y anécdotas y se les nota que aman lo que hacen.

Uno de ellos es Juan Papp. Es un productor joven, que cultiva muy pocas especies pero todas de una calidad y un cuidado que se destacan. Los que lo conocemos a él y a sus flores, es al primero que vamos a ver, antes de que se acabe la producción.

Rafa, así se lo conoce, es japonés, tiene un buen humor maravilloso, además de cosas divinas y de calidad en su puesto. Los hermanos Jesús y Emanuel trabajan con su padre. Ahora en verano tienen una producción monumental de nardos y lisianthus y durante el invierno, producen los alelíes más lindos que he visto.

Afuera todavía es de noche, adentro hay cantos, gritos, carros cargados de flores arrastrados por changarines que pasan a toda velocidad. Afuera todo está oscuro aún. Adentro explotan el color y la forma. Para quienes amamos las flores es una fiesta. Tocamos, olemos, miramos, escuchamos atentos los precios, la procedencia, consultamos.

Canastos rebosantes de rosas, margaritas, clavelinas, crisantemos, san vicente, fresias en primavera, peonías en octubre, nardos en marzo y una infinidad de especies, se van vaciando en apenas dos horas. El sector de los verdes, el follaje, o como se lo conoce en inglés, greenery, es últimamente tan concurrido, que cada año crece más. Ya es tendencia ambientar con especies raras, hojas y texturas casi sin flores o apenas unas pocas, pero eso es tema de otra nota.

Podríamos contar muchas cosas sobre este mundo apasionante, pero si les interesa saber más, el mercado tiene una página web muy completa y actualizada.

Excepto los martes y domingos, y sólo dos feriados al año, el mercado abre sus puertas todos los días. Los sábados es un día especial porque lo visita público en general que va a comprar un ramo de flores como lo compraría en un puesto de la ciudad.

Si algún día deciden visitarlo, sepan que las ventas son en efectivo, excepto compras de gran cantidad. Recuerden llevar dos brazos bien fuertes para cargar los paquetes y si no quieren pasar como novatos, por favor, ¡no pidan una bolsa! Recorrerlo es una experiencia que bien vale la pena el madrugón, de hecho no conozco ningún florista al que le pese levantarse temprano.

Ya la luz del día declara el inicio de actividades. Con el auto cargado de especies una más linda que la otra, nos esperan las tijeras. Mientras el mercado se apaga, la ciudad se enciende y un ramo se prepara para alegrar algún rincón de nuestra casa.

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