Por María Ducós

En un mundo que se tironea por tener la razón, en el que reina el poder por encima de la ternura el silencio parece ser el nuevo lujo. ¿Por qué nos cuesta tanto entrar y quedarnos así, en compañía de la quietud? Buscamos desenfrenadamente algo que nos colme y nos de paz, pero no encontramos el tiempo para encontrarnos. Nos asusta estar con nosotros mismos, nos intimida y preferimos poner la mirada en cosas pasajeras para engañar al alma.

Esta semana nos ofrece adentrarnos en el misterio de amor más grande de la historia para los que somos creyentes, pero también es una invitación general para frenar y mirar la huella que está dejando nuestra vida. Porque entre tanta guerra, egoísmos y sinsentidos, el corazón de todo hombre y de toda mujer, que es XXXXXL cuando se trata de dar y recibir amor está sediento de algo grande.

Y eso que nos ensancha el corazón y lo hace latir más fuerte, eso que nos hace sentir plenamente vivos con la Pascua lo podemos encontrar en nuestro día a día. Sentirnos perdonados, que nos den otra oportunidad, no importa si es la número dos o la ciento cincuenta y tres. El consuelo de un amigo, las palabras de un padre, la sonrisa de un hermano. Son gestos que imprimen pinceladas de un mundo nuevo que se nos da cada año.

Que estos días sean más que un fin de semana largo depende de cada uno. Ojalá calen hondo los acontecimientos de estos días y marquen realmente un cambio en cómo queremos seguir viviendo. Porque si algo sabemos es que estamos de paso, ¿estamos aprovechando esta parada técnica?