Aquella noche especial que nos reúne a todos alrededor de la mesa se convierte en la ocasión ideal para compartir un rico plato con la familia. Sin embargo, hay algunos que brindan con las familias de otros, o con la propia, pero en un escenario diferente: aquellos que trabajan y prestan su servicio también en la noche de Navidad.
Texto: María Stellatelli – Ilustración: Aldo Tonelli
Uno piensa en la Navidad y en seguida se dibuja en su mente una noche cálida, con una larga mesa pensada desde cada detalle y una numerosa familia alrededor de ella. El mejor mantel que hay en casa la viste de fiesta; la vajilla que usamos poco para no arruinarla se luce en su mejor ocasión, y la comida fresca y variada se convierte en el manjar de la Noche Buena. Sean más o menos frecuentes las reuniones familiares, durante esta fecha los jóvenes se guardan un buen rato para estar junto a los adultos, y los niños disfrutan de compartir una mesa con los más grandes. Se escuchan risas. Las sonrisas pintan un cuadro cálido. Los brazos se entrecruzan con simples pedidos como “¿me pasás la sal?” y “¿quién quiere vitel toné?”. Y cada unos veinte minutos, la pregunta del millón disfrazada con voz de niño: “¿cuándo abrimos los regalos?”.
Sí, ésta es una típica postal navideña. Al menos así la vivimos en la Argentina. Y tanto es así, que solemos olvidarnos de que no todos están disfrutando de un feriado y de que hay quienes están sentados en otra mesa que no es la de su familia precisamente… o que están caminando por pasillos, de habitación en habitación, o subidos a un gran camión esperando que suene una estridente alarma…
Pues hay oficios que no se toman feriados; no pueden dejarse de lado, ni siquiera en la noche de Navidad. Médicos, enfermeras, bomberos, farmacéuticos, guardias de seguridad, personal de geriátricos y orfanatos y unos tantos más no dejan sus lugares de trabajo y, en cambio, cuidan de otros mientras unos miles -inclusive sus propias familias- festejan en los tantísimo hogares que son nuestro país.
Sea por turno de guardia o por vocación, al conversar con algunos de ellos, uno se da cuenta de que hay un mundo detrás de estos festejos. Los hospitales se decoran con guirnaldas y los platos festivos se sirven también en los cuarteles de bomberos. Papá Noel pasa de visita, al igual que muchas de sus familias, que eligen brindar con ellos a las doce de la noche en donde sea que estén trabajando.
Emoción, entrega, servicio… Todas ellas se desprenden de los testimonios de quienes pasaron Noche Buena en su lugar de trabajo, complacidos por estar haciendo un bien a la sociedad en una noche tan importante y sirviendo a la vida en la víspera del nacimiento del más grande.
La visita del más esperado
“Soy enfermera y trabajo en una terapia intensiva pediátrica, es decir, con niños. Me ha tocado pasar la Noche Buena en el hospital, celebrando con mis colegas y junto a los pacientes y sus familias, y la verdad es que fue muy lindo y emocionante. El hospital en sí se prepara para el festejo. Se cocinan los típicos platos navideños para que los que estamos esa noche nos sintamos como en casa. Y a las doce de la noche, pasa Papá Noel. Eso es lo más lindo. Nosotros generalmente lo acompañamos por las habitaciones y les vamos dejando regalitos a los pacientes. Ver las caras de alegría de aquellos niños no tiene precio. Muchos no pueden creer que Papá Noel esté pasando por ahí; ¡se sacan fotos! Es una verdadera fiesta. Recuerdo que nos tocó a nosotros organizar la noche para que fuera una de celebración, y decidimos disfrazarnos y traer algo de cotillón para festejar y hacer divertir a los chicos. Nuestros familiares vinieron a visitarnos; generalmente pasan a saludar y eso es muy lindo también.
Más allá de estar dentro de una terapia intensiva, esa noche todos nos predisponemos para que los chicos, sus familias y aquellos que nos acompañan puedan celebrar, aunque sea por un rato. Es una noche que yo recuerdo con mucho cariño, y guardo las sonrisas y las caras de los chicos ansiosos por ver a Papá Noel”.
– Teresa, 23 años, enfermera
Con la luz encendida y el corazón predispuesto
“Recuerdo una Noche Buena que pasé trabajando en la farmacia, haciendo la guardia. Mi turno empezó a las 00.30 hs., después del brindis familiar. Mi sensación de las dos primeras horas es que fueron muy tranquilas. No sé si se debía a que yo estaba ansiosa por atender pacientes o a la nostalgia de haber salido casi corriendo de mi casa materna, dejando allí a mis afectos más queridos: mis hijos, mi esposo, mis padres y hermanos…
A partir de las tres de la mañana empezó a sonar el timbre y arrancamos. Trabajé duro toda la noche hasta pasado el amanecer. Fue hermoso sentir el agradecimiento y la calidez de las personas cada vez que abría la pequeña puerta por la que atendemos los días de turno. Algunos llegaban con desesperación buscando un medicamento para algún dolor. Otros más tranquilos venían por un chupete para su bebé. De igual manera, buscara lo que buscara el paciente, yo me sentía importante y más que feliz de estar allí en ese momento, sobre todo en una noche como Noche Buena. Ya no importaba el cansancio que tuviera a lo largo de la noche. Con cada timbre que sonaba, sentía latir más fuerte mi corazón al saber que estaba allí, esperando para ayudar a quien más lo necesitara”.
– Analía, 46 años, empleada en una farmacia y payamédica
Navidad en uniformes
“Recuerdo especialmente la Navidad de 1978. Yo era subteniente médico en el ejército (en ese momento todavía existía el servicio militar obligatorio) y fue el año del conflicto con Chile por unas islas en el Sur que se solucionó con la mediación del Cardenal Samore. Esa Navidad la pasé en un vivac militar, en un campo cercano a la frontera con Chile, entre Junín de los Andes y San Martín de los Andes. Pertenecíamos a la décima brigada de infantería de Buenos Aires, que se había trasladado al Sur por el conflicto.
Durante la noche del 24, se hizo una misa para toda la brigada, que la celebró un cura vestido de militar -salvo por la estola que lo distinguía-. La zona era iluminada por unos cuantos fogones grandes. Realmente era muy surrealista; el fuego, el humo, todos los soldados armados (aproximadamente dos mil) y una compañía de sanidad, a la que pertenecía yo, también armados y con un brazalete de la Cruz Roja. Todavía recuerdo ver la escena desde atrás; lo más parecido a la película Apocalipsis Now que me tocó ver en vivo. Una locura, aunque sin pacientes.
Creo que uno disfruta de su trabajo, que es lo que eligió. Yo personalmente nunca sentí un peso especial por la fecha porque estaba haciendo lo que me gusta”.
– Jorge, 62 años, médico clínico neurólogo
Una mesa distinta
“Los bomberos que están de guardia pasan la Noche Buena en el cuartel e invitan a sus familias a celebrar ahí mismo. Generalmente se hace un asado o se lleva comida. Es un momento muy lindo porque se comparte con las familias de otros compañeros algo tan especial como es la Navidad. Y a las doce de la noche, cuando los que no están de guardia ya brindaron, se acercan al cuartel y brindamos todos juntos. Es una esta que se vive con la familia.
Además, hay muchos vecinos que se acuerdan de que uno está de guardia y llaman por teléfono para desearnos una feliz Navidad. Muchos agradecen que estemos pasando un día como es la Navidad en el cuartel. Eso es muy lindo. Otros también pasan por allí a saludarnos”.
– Máximo, 31 años, bombero en el Cuartel de Bomberos de Tigre
Por los pasillos del Hospital Militar
“Una Noche Buena en el hospital es diferente a cualquier otro lugar. Se celebra con los pacientes internados en el piso. Ellos están con su familia y todos se visten para la ocasión y nos invitan algo para comer. Además, se organiza un “asado” (patys y choris) con enfermeros y ambulancieros.
De pronto, uno se acuerda de que su familia está sentada alrededor de la mesa, y eso puede generar cierta nostalgia… Pero nos disponemos a pasar con alegría la guardia que nos tocó. Se disfruta ver que a los pacientes internados les alegra de verdad que su médico pase por la habitación a saludarlos. El hospital es una familia también. Se vive con alegría. No es la misma alegría que la de estar sentado con la familia de uno, pero es lindo también, así como saber que para el paciente es importante que uno esté ahí”.
– Francisco, 29 años, residencia de ortopedia y traumatología en el Hospital Militar Central
Una porción de pan dulce
En algunos lugares, las personas que trabajan durante la Noche Buena no sólo reciben las visitas de sus propias familias, sino que hay otros -desconocidos- que pasan a saludarlos, compartir una charla y algo rico para comer. Distintos grupos y parroquias se reúnen pasadas las doce de la noche y salen a caminar las calles de su barrio, repartiendo pan dulce y mucho cariño en la noche navideña.
“Hace tres años, formé parte, por primera vez, de la actividad de repartir pan dulce, acompañar y compartir la Navidad con las personas que viven la noche del 24 de Diciembre trabajando. Ese año había tomado la Con rmación en la parroquia Santa Rita y a partir de ahí, y luego de haber formado un lindo vínculo con un gran grupo de personas, decidí vivir esta experiencia con ellos. Esto nos llevaba también a compartir la Navidad juntos y unidos por la misma motivación. Desde entonces, es algo que hago cada 25 de Diciembre a la madrugada.
Para mí, esto le da un color distinto a la fecha y me ayuda a poder vivirla de una manera diferente: abandonándose uno mismo para salir a compartir con alguien más. No creo que sea necesario salir a repartir turrones y pan dulce a la calle para vivir la Navidad de una manera distinta; creo que cada uno puede encontrar su manera de vivir la fecha con una disposición especial, y eso es excelente. En mi caso, ésta fue la forma que encontré para hacerlo. Lo disfruto mucho, así como compartirlo con amigos y otras personas cercanas. Algo para destacar de gran parte de las personas con las que compartí estas Navidades mientras trabajaban es que no solían estar tristes ni fastidiadas por el hecho de tener que pasar solos la noche del 24, sino que para ellos era simplemente algo que les tocaba pasar para conservar un bien mayor: el trabajo y la familia. Algo que yo creía que podía resultar un poco solitario, como es pasar Noche Buena trabajando, se reflejaba con un optimismo sencillo en estas personas, que les alcanzaba con saber que a la vuelta de esa madrugada iban a disfrutar todo el 25 con su familia. Si hoy tuviese que recomendar esta actividad, diría que sí, que las experiencias nuevas siempre pueden sumar. Pero más que nada que cada uno busque la manera de vivir la Navidad no como una fecha que sea una excusa para juntarnos a comer, sino como el n de un proceso de reflexión personal en un día que significa el broche de una etapa que se mueve hacia otra nueva que comienza”.
– José, 19 años, estudiante de medicina
Pedacitos de amor
“En el geriátrico se prepara una cena especial para celebrar la Noche Buena. Se arma una mesa con centros navideños y los residentes reciben la visita de Papá Noel. Para el personal también se prepara una mesa especial, y el brindis se realiza entre todos, personal y residentes. Es una época difícil para ellos; muchos están solos y el recuerdo de Navidades pasadas es muy común. Caen en la cuenta de que han perdido a muchos seres queridos. Aun así, varios reciben visitas y algunos pasan esos días en casa de familiares.
Recuerdo especialmente un brindis que propuse por los que estaban presentes y por los que ese año habían compartido sus últimos días con nosotros. Y compartí mi deseo de que hubiera una mayor capacidad de empatía entre residentes y personal, y también entre pares. Que se concediera aceptación, paciencia y amor, esenciales en un trabajo como éste. Fue un momento único. Se respiró calor de hogar.
Y esa noche se vive una mezcla de sentimientos. Por un lado, la resignación de ser un día laboral para nosotros, y por otro, se siente la ansiedad de que pasen las horas para poder estar con nuestras familias un rato durante esa fecha. Pero lo bueno de trabajar ese día es que somos lo más cercano a una familia que tienen los residentes. Particularmente, los abrazo mucho durante esos días porque, finalmente, las horas van a pasar y yo voy a volver a casa, pero ellos no. Trato de regalarles lo primordial de la Navidad: pedacitos de amor”.
– Alicia, 46 años, asistente de cocina y pastelería en el Geriátrico B.A.B.S.
Servir a la vida
Papeles metalizados, juguetes de lo más modernos, bolitas brillantes colgando de ramas verdes… Los condimentos típicos de la época navideña. Pero, ¿son éstos los verdaderos sabores de la Navidad? ¿Son éstos los que darán textura, color y perfume a nuestro próximo año?
Y entonces, durante esa noche visitamos un hospital, paramos a saludar en un cuartel de bomberos, nos asomamos por las ventanas de una garita de seguridad. Y vemos, en aquellas personas que están trabajando, el condimento que sí teñirá de amor nuestro nuevo año. El servicio a la vida que presta cada uno de ellos es la esencia misma del pesebre, de un José y de una María que estuvieron desde aquel momento al servicio de la vida del más grande. Y nada más lindo que colmarnos del pesebre en Noche Buena.