Diciembre viste Nueva York de luces, moños, campanitas y de arbolitos de Navidad.
Es un mes en el que el ritmo incansable tan característico de este lugar se desacelera y parecería abrir un paréntesis en la vida de los neoyorquinos. Días en los que la gente se mira a los ojos reemplazando la tan clásica despedida “ Have a good one” ( que tengas un buen día) por un “ Merry Christmas”.
Texto: Victoria Portillo
Las casas se decoran con motivos navideños y, caminar con un café caliente parece dejarte dentro de una película. Las familias se sacan fotografías que luego de ser impresas en tarjetas son enviadas por correo. Madre, padre, hijos y hasta perros con el mismo apellido te desean una Feliz Navidad y Año Nuevo. Los vecinos, aquellos que suelen incomodarse ante más de dos palabras en el ascensor pueden dejarte una tarjeta en tu puerta, en la que descubres que sos un “ Dear Neighbour” (querido vecino).
Siendo una ciudad en la que comprar un regalo es fácil, los hay para todos los presupuestos, ciertas familias tienen por costumbre cocinar galletitas todos juntos y enviarlas como obsequio dentro de una lata navideña. Santa Claus está en todos lados al mismo tiempo, en esquinas, sentado en un subte o en una cafetería comprándose un latte. Este personaje, de la manera en que lo conocemos, con gorro, barba, panza y traje colorado nació en Nueva York cuando un dibujante alemán decidió vestirlo así para una publicación de la famosa Harper’s Weekly.
En varios parques se realizan ferias en las que se venden regalos, adornos y chocolate con churros. Estos lugares se llenan de gente que buscan autorretratarse delante de los árboles. Las pistas de patinaje en el Rokefeller Center o en Bryant Park es el programa de muchos de quienes están en esta ciudad. La amistad y el amor se celebran más que en ninguna otra fecha.
El evento más esperado es la llegada del árbol del Rockefeller Center. El mismo es seleccionado y talado para luego ser trasladado por una enorme grúa. El primer árbol fue puesto y adornado con guirnaldas y latas vacías por los obreros que en los años 30 trabajaban en la construcción del edificio. Esto se volvió una tradición que hoy reúne a famosos y músicos que rodeados por tantos neoyorquinos dan inicio con el encendido de sus treinta mil lucecitas al mes más esperado del año.
En Diciembre, la ciudad del ruido baja su voz para darle volumen a los villancicos que se escuchan por todos lados. Es imposible no contagiarse de este espíritu navideño y una que sabe que esto es solo por un mes querría ver todo el año la cercanía entre la gente de este lugar.
Yo nunca he sido muy fanática de las navidades, en Buenos Aires aprendí que esta fecha se pasa en familia. Sin embargo vivir en esta ciudad me rodeo de gente que la celebra aun teniendo a sus familias lejos. Nueva York curó mi Navidad y hoy sentada en este avión voy viajando hacia la gente con quienes escribí mi historia argentina cargada de bolsas de regalos y con el alma llena de villancicos.
Espero que les haya gustado. ¡Nos vemos el mes que viene!
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Vicky,
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