Hoy queremos rendirle un homenaje a Bernardo Miguens, padre de trece hijos, esposo ejemplar y noble deportista. Su muerte temprana e inesperada nos impactó a todos. Lo recordamos con esta nota sobre el matrimonio, escrita por él hace un tiempo : ¿Es posible? ¿Vale la pena?
Una vez imaginé un diálogo entre Carolina, una joven de veinticinco años a punto de casarse, y su abuela Amalia. Carolina había elegido charlar con ella sobre algunos miedos que le habían surgido ya que ella había estado casada sesenta años con Alberto, su abuelo, había sido muy feliz y había tenido muchos hijos. Amalia tenía, claramente, la sabiduría y la experiencia para aconsejarla.
- Abuela, decime la verdad, en los últimos 10 años de casada, ¿lo quisiste al abuelo igual que cuando te casaste… con todo el alma?
Amalia la miró un poco sorprendida por la seriedad de la pregunta, pero enseguida achicó los ojos y, sin dejar de mirar fijo a su nieta, se tomó unos segundos hasta que respondió:
- No, la verdad que no, no lo quise igual… lo quise mucho más.
Ahora la sorprendida fue Carolina, por no entender exactamente lo que le decía, y también por ver en su abuela una luz que nunca había visto antes.
- ¿Me podrías explicar un poco más?
- Como ya te conté alguna vez, me enamoré de tu abuelo a los 15 años. Fue un sentimiento que vino no sé de dónde, y me dejó como tres meses viviendo en una nube. Nos pusimos de novios y a los cinco años decidimos casarnos. Esa fue, sin duda, la mayor decisión de nuestras vidas. En ese momento, tanto Alberto como yo, decidimos amarnos para toda la vida.
- Pero abuela ¿cómo van a decidir amarse para toda la vida, si el amor es un sentimiento que, como vos dijiste, no sabés de dónde vino ni cuándo se va?
- Porque con tu abuelo nos comprometimos a amarnos. Es decir, a hacer actos de amor que nos hagan felices. Nos comprometimos a que tanto él como yo viviríamos pensando y haciendo todo para que el otro sea feliz. En definitiva, que mi felicidad sea hacerlo feliz a él y viceversa.
- ¿Vos querés decir que pusiste primero su felicidad que la tuya?
- Por supuesto, pero no te olvides que él también puso mi felicidad antes que la suya. Además, te voy a contar algo realmente curioso y muy importante: el hacer actos de amor para con el otro, genera sentimientos de amor tanto para el que los hace como para el que los recibe. Te voy a dar un ejemplo: cuando tu madre lloraba en la mitad de la noche, yo me levantaba lo más rápido posible para que Alberto no se despertara, porque él se iba muy temprano a trabajar y yo quería que descanse. Como te podrás imaginar, no era un programa divertido, pero al hacerlo, mi sentimiento de amor por él se hacía más fuerte. Así también, cuando él abría un ojo y se daba cuenta de lo que pasaba, no sólo me lo agradecía sino que también su sentimiento de amor hacia mí se hacía más grande.
- Entonces, con actos de amor que dependen de mi voluntad ¿puedo generar sentimiento?
- Por supuesto. Se genera un “círculo virtuoso”, que arranca con un sentimiento que no sabés de dónde vino, que lleva a la decisión de amar, que lleva a actos de amor, que nuevamente llevan a un mayor sentimiento de amor, que refuerza la decisión de amar y así se repite el círculo. ¿Te lo escribo? Sentimiento – Decisión – Actos de amor. Uno se puede comprometer para siempre porque, como en casi todas las cosas de la vida, mucho depende de nuestra voluntad.
- Pero a veces cuesta y se hace difícil
- Sí, es que muchas veces decidimos que nuestra felicidad debe ir primero que la de nuestra pareja: primero yo, después el otro. Esto no es nada complicado que suceda. Todos tenemos dentro un egoísmo contra el que luchamos. A veces perdemos la lucha y gana mi “Yo” y de esta forma, lamentablemente, perdemos todos. Por otro lado, a veces pensamos que el amor es solamente sentimiento. En cuanto éste tiene un bajón, lógico por cierto ya que no somos máquinas, nos damos por vencidos pensando que no podemos hacer nada. No utilizamos las herramientas de lujo que Dios nos dio: la inteligencia y la voluntad para realizar los actos de amor que hablábamos antes. Sabiendo que somos capaces de generar sentimientos de amor, somos capaces de todo.
- Entonces, ¿qué tengo que hacer?
- Querida nieta, por suerte somos libres para decidir lo que queremos y cómo y con quién vivir. Confiá en vos misma y en Dios para elegir y vivir con la persona que querés.
Carolina se volvió convencida de que no todo está en manos de la suerte, sino que tenemos el poder de hacer crecer nuestro amor y las herramientas para construir un matrimonio para toda la vida.
Texto: Bernardo Miguens