Aparecen en la adolescencia y preocupan a los adultos. Los trastornos alimenticios son uno de los temas que alertan cuando de hijos jóvenes se trata. Los ingredientes para evitarlos: educación en buenos hábitos de comida, cena en familia y una fluída comunicación entre padres e hijos.
Texto: María Stellatelli – Ilustración: Nicolás Bolasini
Hubo una época en que las modelos curvilíneas eran ícono de belleza en todo el mundo. La forma de mujer se admiraba. Pero una tendencia a principios de los años 90 cambió el paradigma por completo. Con Kate Moss como emperatriz -y denominada por algunos como promotora de anorexia- el concepto de belleza fue invadido por figuras flaquísimas y sin curvas. Las pasarelas europeas se colmaron de estos cuerpos y las grandes capitales del mundo enfocaron sus miradas en ellas. Y pareciera que la sociedad argentina, en especial la porteña, tiene un ideal de belleza cuya flacura es la característica predominante. Una delgadez mucho más aguda que la que se observa en otras ciudades del mundo. “En nuestra sociedad hay una valoración del físico que los chicos toman como emblema”, explica la Dra. Mabel Bello, Directora de ALUBA (Asociación de Lucha contra la Bulimia y la Anorexia). “Las mujeres argentinas le dan mucha importancia al físico y se preocupan por exhibir su cuerpo”.
De allí se desprenden los trastornos alimenticios, con la anorexia y la bulimia a la cabeza. Pero los factores no tienen sus raíces solamente en lo social (que implica un 60%); hay también factores biológicos (40%). “Es importante saber que no los padecen todas las personas, sino que hay que tener cierta predisposición. Por ejemplo, tiende a darse más en aquellas personas que sufren trastornos obsesivos compulsivos, que son perfeccionistas, o los que padecen trastorno bipolares”, explica la Dra. Bello. La psicóloga especialista Rosario Avalis explica que dos personas pueden pasar por una situación familiar muy similar, pero no necesariamente las dos terminarán con un trastorno alimenticio.
Todo empieza por una imagen…
La distorsión de la imagen es la característica que da inicio a todo. La famosa situación en la que una chica se mira al espejo y se ve más gorda de lo que en verdad pesa es el común denominador de todos los casos de trastornos.
Si bien el porcentaje en las mujeres es más alto que en los hombres, éstos han alcanzado alrededor del 12% de los casos en los últimos años (según datos de ALUBA). En ellos, el trastorno suele ser la vigorexia, que los lleva a realizar un exceso de ejercicio físico para verse bien; están muy atentos a sus músculos y a su figura.
De todas formas, el porcentaje sigue siendo más alto en mujeres que en hombres (88% mujeres; 12% hombres, según datos de ALUBA). Esto se debe a que históricamente la mujer le ha dado una preponderancia muy superior a la belleza, desde los dolorosos corsés que utilizaban para marcar la figura, hasta las incontables joyas, el maquillaje, los peinados, la ropa.
En la mayoría de los casos, es entre los doce y los dieciocho años cuando se dan los trastornos alimenticios. “Es una etapa de cambio; frágil. Uno empieza a separarse de lo que es la madre, a buscar la propia identidad. Se viven cambios tanto a nivel físico como social, sexual y emocional”, así explica Rosario la vulnerabilidad de la adolescencia. Según la Dra. Bello, la anorexia se ve en los primeros años de la adolescencia y en el 70% de los casos se convierte en bulimia al llegar a los 17 años de edad.
De la casa al colegio
Es notable cómo en los colegios se ha estado prestando más atención al problema alimentario en los últimos años. Fomentan las charlas y los talleres referidos al tema para educar a las alumnas e informarlas. Es una realidad que, si bien son los padres quienes educan al niño, éste pasa muchas horas en el colegio y, en la mayoría de los casos, almuerza ahí.
“Es muy complicado el control de lo que almuerzan. Muchas alumnas traen vianda desde su casa. Y se pide desde dirección que les manden la comida adecuada y no lo que a las chicas no les gusta, pretendiendo que en el colegio lo coman. Es muy importante que desde las casas se planifique lo que se va a mandar en las viandas”, explica Denise gallagher, que fue directora en varios colegios, uno de los cuales es de mujeres exclusivamente.
Es necesario que las maestras y la psicopedagoga estén atentas, que observen y presenten atención si ven conductas extrañas. “Lo que hay que mirar desde que son muy chiquitas es algún síntoma de aislamiento, de obsesión; muestras de ser demasiado autoexigentes con ellas mismas, controladoras. Todas estas cosas van de la mano de la anorexia y de la bulimia”, explica Denise. Tras su vasta experiencia, cuenta que mucho depende del entorno familiar de la alumna y del vínculo con la madre, y que por eso es fundamental prestar atención a esas cosas. “A través de talleres de expresión corporal, por ejemplo, se puede detectar lo que se vive en cada hogar”.
Por otro lado, Denise cuenta que una de las cosas que más marca a la chica cuando está creciendo es tener a un hermano varón que le diga “gorda” y a un papá que haga referencia a su peso y físico. Aquella mirada de reto y de observación que da el hombre la puede destrozar.
Tendencia vengana online
Hoy en día, no son sólo las publicidades gráficas y la televisión las que ejercen influencia en jóvenes con tendencia a trastornos alimenticios sino también Internet. “Las nuevas tendencias de veganismo y vegetarianismo influyen mucho más que nada porque hay mucha información dando vueltas y el gran riesgo es que a los catorce años, un chico no puede discernir si lo que lee es correcto o si la proporción de nutrientes recomendados es errada”, explica la psicóloga especialista, Rosario Avalis. “Se fanatizan, leen en Internet qué comer y qué dejar de comer; surge el “no harinas”. No entienden lo que están eligiendo y se empiezan a cuidar, pero no desde un lado sano sino desde un lado enfermo”. Internet ofrece además sitios con consejos riesgosos y no controlados sobre cómo adelgazar. Rosario menciona uno en especial llamado Pro-Ana, Pro-Mía que profesa el lema “Nadie dijo que fuera fácil ser una princesa”. Allí, la joven propone notas escritas por ella sobre la importancia de ser flaca para ser bella y busca enseñar cómo ser una princesa.
Horizonte positivo
Es fundamental saber que los trastornos alimenticios tienen cura. Hay tratamientos exclusivos para los jóvenes que los sufren, organizados de forma interdisciplinaria donde se atiende tanto la parte nutricional como la psicológica.
Centros como ALUBA, ABINT y Fundación La Casita ofrecen tratamientos integrales, con dinámicas grupales y apoyo de especialistas. Se involucra a las familias para que comprendan de qué se tratan los trastornos y sepan acompañar.
“Recomendamos que hagan yoga, teatro, actividad física cuando se los habilita; que hagan actividades que las ayuden a distraerse y no estar pensando tanto en comida”, explica Rosario. Y tanto ella como Denise Gallagher hacen especial énfasis en la preponderancia de cenar en familia. La comida familiar favorece la educación de los buenos hábitos alimenticios y fomenta el diálogo entre los padres y sus hijos. De esta forma, los adultos tienen más espacios para observarlos, escucharlos, percibir si algún día llegan a casa molestos y preguntarles por qué.
Por otro lado, apareció un signo de esperanza en las pasarelas francesas sobre las que recaerá una ley que obligue a las modelos a presentar un certificado médico que precise su índice de masa corporal. Así se prohibirá que las modelos demasiado flacas desfilen y, de hacerlo, se penará con seis meses de cárcel y una multa de 75.000 euros a los responsables de la marca de ropa. El diputado y neurólogo Olivier Véran impulsó esta medida que es apoyada por el Ministerio de Sanidad francés y que busca acabar con todas las imágenes que incitan la extremada delgadez.