Hoy queremos compartir una reflexión de Male Bonati sobre un tema que muchas veces nos atraviesa como madres y padres: el miedo.¿Qué lugar ocupa en la crianza? ¿Cómo impacta en nuestras decisiones y en el vínculo con nuestros hijos?

Male es licenciada en Terapia Ocupacional por la UBA y lleva más de 20 años trabajando con foco en la infancia y el acompañamiento a familias. Está finalizando la carrera de counseling y en 2021 escribió el cuento infantil “Jirafa no sabe cómo hacer, Jirafa quiere saber”.
Es cofundadora de @Espacio Caminito, donde trabaja junto a un equipo interdisciplinario, además de brindar talleres para colegios, empresas e instituciones sobre crianza y bienestar familiar.
Tiene dos hijas de 11 y 14 años, y en su cuenta de IG @malebonati comparte reflexiones y recursos sobre estos temas que tanto nos interpelan.

Los dejamos con su mirada sobre el miedo, ese que tantas veces nos acompaña (y a veces nos paraliza) en el camino de criar.

El miedo a nuestros hijos: criar con amor también es decir que no

Por Lic. Malena Bonati Zavallo, Terapista Ocupacional MN2241 MPO260

Hablar de límites no siempre resulta cómodo. Muchas veces, como madres y padres, nos vemos atrapados entre el deseo de ver a nuestros hijos felices y el miedo a frustrarlos. Ese miedo –silencioso, persistente– nos susurra que un “no” puede quebrar algo en ellos. ¿Y si se enojan? ¿Y si nos rechazan? ¿Y si los herimos sin querer?

Pero poner límites no es lo opuesto al amor. Al contrario, es una de sus formas más profundas. Los límites contienen, ordenan, enseñan, guían. Son ese “te cuido” disfrazado de “esto no está bien”, ese “te veo” detrás de un “esto no lo puedo permitir”.

Cuando evitamos poner límites por miedo al rechazo o a la incomodidad, lo que terminamos haciendo es dejar a nuestros hijos solos frente a sus impulsos, desamparados, muchas veces, frente al mundo. Y eso puede ser profundamente desconcertante para ellos. Un niño sin límites claros no se siente libre: se siente desorientado.

Criar con amor también es sostener el enojo del otro. Es poder decir “no” con firmeza y con ternura. Es ser ese faro que no se apaga, aunque haya tormenta. Porque el límite, cuando viene del amor y no del castigo, es un acto de presencia. Es decir: “Acá estoy. No te tengo miedo. Y tampoco le tengo miedo a tu enojo. Estoy para vos, incluso cuando te frustres. Incluso cuando no te guste lo que digo”.

Poner límites no daña. Lo que lastima es la ausencia, el abandono emocional, la falta de dirección. Nuestros hijos no necesitan padres perfectos, necesitan adultos disponibles, coherentes y presentes. Y para eso, muchas veces, necesitamos atravesar nuestro propio miedo.

Criar no es complacer. Criar es acompañar. Y acompañar, a veces, es marcar el camino aún cuando al otro no le guste. Porque al final del día, ese camino hecho de amor y de límites será el que les permita crecer con confianza, con estructura, con raíces fuertes. La invitación es a que revisemos, en nuestro interior de dónde viene ese miedo que nos hace dudar tanto a la hora de poner ese límite.

Gracias, Male, por esta nota que nos invita a frenar, a mirar hacia adentro y a repensar desde dónde estamos criando.
Gracias por ayudarnos a tomar conciencia, a acompañar con más presencia y a entender que poner límites también es una forma profunda de amar.

FacebookTwitterEmailShare