Texto: Mónica Fernández – Fotos: Nicolás Bolasini
Las elecciones presidenciales están a la vuelta de la esquina y mucho se habla del fin de un modelo. ¿Qué impacto puede tener en nuestra economía cotidiana? ¿Qué se espera para las principales variables de la economía? Los cambios de fondo serán graduales, pero podría darse un efecto positivo más inmediato en nuestro ánimo si se percibe que quien triunfe asumirá el costo de poner la economía en orden.
Es un año atípico, de transición. Un año en el que todo parece ser un antes y un después de las elecciones presidenciales del mes de octubre. Todo parece un poco «detenido» en el tiempo… congelado esperando lo que viene.
Es de esperar entonces que de acá hasta después del recambio presidencial todo siga más o menos como hasta ahora. El gobierno nacional intentará evitar cualquier cambio brusco (como una devaluación, por ejemplo) y seguirá fogoneando el consumo con planes y medidas ad hoc, sean las doce cuotas sin interés o el plan para renovar electrodomésticos. Las tarifas de los servicios públicos se mantendrían “encorsetadas”, pero lo que no se puede evitar, ni pagar a doce meses, es el aumento en los valores de colegios privados (que llegan al 40%) y de medicina privada. Ambos ítems afectan especialmente a la clase media que en la mayoría de los casos no ha registrado en sus bolsillos incrementos salariales reales de esa magnitud.
El Día D viene después de octubre. Escuchamos a diario hablar del cambio de modelo, de expectativas, del fin de un ciclo…. Lo dicen los políticos, los economistas, pero también lo dice nuestro vecino de enfrente y el chofer que nos lleva en taxi. ¡Cambios! Pero ¿qué cambiará realmente en nuestro día a día? ¿Qué impacto puede tener en nuestra economía la elección de tal o cual candidato? Armamos una suerte de hoja de ruta que nos ayude a “leer” mejor “nuestra realidad”, más allá de lo que candidatos, pre candidatos y analistas políticos prometan y debatan. Los temas que realmente preocupan de cara a 2016: inflación, trabajo, tipo de cambio, impuestos, créditos.
Sin trucos mágicos
Lo primero que deberíamos tener en claro es que los problemas de la economía argentina, ésos que conocemos de memoria aunque no sepamos su nombre técnico, que nos afectan todos los días cuando vamos al supermercado, cuando pagamos más y más impuestos, cuando nos sentimos inseguros, cuando esperamos un repuesto, o peor aún un medicamento que no llega, cuando queremos ahorrar algo y no tenemos la total libertad para elegir… Esos problemas no se van a solucionar de la noche a la mañana porque cambie el presidente, ni el partido gobernante, ni porque se fortalezca la oposición. Esos problemas son estructurales y llevará tiempo y mucha destreza por parte de la nueva conducción política.
Bien. Sabemos entonces que el 11 de diciembre no vamos a levantarnos y mágicamente ver un país diametralmente distinto.
Sí, en cambio, y en eso coinciden los analistas políticos y económicos de distintas vertientes, podría empezar a gestarse un cambio positivo de las expectativas de quienes toman decisiones que nos impactan a todos. Veamos con un ejemplo: si los empresarios tienen “expectativa” en que ciertas variables económicas podrán estabilizarse, por ejemplo, que podrán importar insumos, o que podrían volver a pensar en tomar un crédito para su línea de producción, seguramente irán desempolvando proyectos que estaban en stand by; eso trae más actividad, puestos de trabajo… y así la rueda empieza a girar, partiendo de un punto que es la confianza en el futuro y generando un círculo virtuoso que derrama al resto de la economía. Ahora bien, ¿qué se espera que suceda con las principales variables? Es preciso aclarar que nada salvará al próximo presidente de hacer una cirugía mayor en el gasto público para resolver los desequilibrios macroeconómicos (igual que en una casa cuando se gasta más de lo que ingresa, en algún momento el barco se hunde o se deja de gastar).
Tipo de cambio: “Hay expectativas crecientes de que se produzca un cambio de gobierno que dé lugar a una unificación del mercado de cambios, previendo cierta convergencia entre el tipo de cambio oficial y el actual cambio paralelo para el primer trimestre de 2016”, explica Javier Ortíz Batalla, economista y Jefe del Departamento de Estudios Económicos del Banco Ciudad en su último análisis mensual. De acuerdo a los cálculos la cotización se ubicaría en algún punto intermedio entre los $8,70 oficiales y la cotización libre de $12,75 (al cierre de esta edición).
La tendencia seguramente será a que las restricciones desaparezcan, pero el cepo al tipo de cambio no va a esfumarse como por arte de magia. “Uno de los candidatos a presidente ha sostenido que es viable una liberación cambiaria de shock en diciembre próximo (en alusión a Mauricio Macri). Sin embargo una liberación cambiaria sostenible exige cambios creíbles en las políticas monetaria y fiscal, y previo a ello, estadísticas oficiales confiables”, explica Héctor Rubini, economista de la Universidad de El Salvador (USAL).
Una vez liberado, el valor del dólar rondaría, según consenso de los analistas privados, los $11/$12. Claro que el número final dependerá mucho del plan económico que muestre el sucesor de Cristina Kirchner y de la confianza que se genere entre los inversores y la ciudadanía en general. También influye otro factor: el dólar se está revalorizando frente a las monedas del mundo, incluido el euro y el real brasileño, lo que hace aún más marcado el retraso cambiario que enfrenta la Argentina.
En síntesis, hoy la percepción general es que el dólar en la Argentina está “barato”: el que puede acceder al dólar ahorro debería aprovechar para hacer un fondo de reserva. Lo mismo si hay planes de viajar: se puede anclar hoy el valor de pasajes y servicios, pagando en pesos y cuotas al tipo de cambio oficial más la percepción del 35%, que el año próximo podrá descontarse del Impuesto a las Ganancias o Bienes Personales.
Inflación: ¿Qué pasará con los precios? Nuevamente lo que suceda dependerá de la confianza que el nuevo equipo genere y de la destreza que muestren en sus primeros movimientos. “Una liberación cambiaria (y tarifaria) que no degenere en una nueva aceleración inflacionaria –avanza Rubini- exige la aplicación concreta de un programa creíble de reformas con dos atributos: a) que sea pro-mercado y pro-actividades empresariales, y b) que le “ate las manos” a la discrecionalidad del Poder Ejecutivo en materia fiscal, monetaria y de intervención en cualquier mercado”.
Resolver el Default: La situación de la Argentina con los acreedores externos que no entraron a los dos primeros canjes de deuda, los holdouts o fondos buitres, parece insostenible. Si un nuevo gobierno resuelve finalmente este conflicto, sin duda “ayudaría a atraer inversiones y crear puestos de trabajo”, dice Ortíz Batalla. “Pero quienquiera que gane tendrá que resolver los desequilibrios macroeconómicos, arrancar la maraña de restricciones monetarias, unificar el tipo de cambio, bajar la inflación, liberar las importaciones – y todavía restaurar el crecimiento”, diagnostica el economista.
Inversión = Crecimiento: Una ecuación en la que coinciden los equipos económicos de los principales candidatos a presidente. Es necesario atraer capitales para sacar a la economía del estancamiento. Carlos Melconian, que acompaña a Mauricio Macri en el PRO, apuntó concretamente: “El mayor desafío es reavivar la inversión privada para lograr un país normal que es lo que demanda la sociedad”. Del mismo modo, Ricardo Delgado del Frente Renovador de Sergio Massa, dijo que “la Argentina del futuro se construye a partir de la inversión”.
Conclusión
Aún después de las elecciones, la situación de la economía seguirá siendo débil. Será tiempo de cuidar los recursos, ordenar y planificar los gastos, cuidar especialmente el empleo y no embarcarse en deudas por consumo (que es lo que está fogoneando en este momento el gobierno) que se nos hagan pesadas de cancelar a fin de mes. 2016 será un año de transición y quizás el mediano plazo nos encuentre hablando nuevamente de crecimiento, de la aparición del crédito y de la reactivación de la economía.