El 36% del territorio argentino es mar, y solamente el 2,6% está protegido. Ante este panorama, la ONG Sin Azul No Hay Verde impulsó la creación de parques nacionales marinos en Argentina. Ahora, un nuevo proyecto de ley está en marcha en el congreso y después de tantos años de darle la espalda a los océanos, su aprobación es urgente.
Fotos: Santiago Sainz Trápaga y Kevin Zaouali
Hace más de veinte años que la problemática del abandono del cuidado del mar se estudia en el país. A cuatro mil metros de profundidad existen ecosistemas de una riquísima diversidad animal y vegetal que están siendo amenazados por la sobrepesca, la pesca ilegal e incidental y la contaminación cada vez más agresiva. La Organización Mundial de Conservación afirma que las poblaciones marinas a nivel mundial se redujeron un 50% en los últimos cuarenta años y en algunos casos, llego hasta el 75%.
Más de la mitad de los océanos en todo el mundo no le pertenecen a nadie y esto los convierte en un blanco fácil para la explotación. Aquí es cuando aparece imperiosamente la necesidad de proteger estas áreas marinas capaces de regular el clima del mundo, generar alimentos para todo el planeta, proporcionar trabajo, medicinas y, lo más vital e importante, producir la mayor parte del oxígeno que respiramos. Nosotros necesitamos del océano más de lo que él nos necesita a nosotros. Su conservación es primordial.
La Organización de Naciones Unidas es consciente de este problema y propuso el cuidado y conservación del océano a nivel mundial. En Argentina y desde Sin Azul No Hay Verde se impulsó la creación de los primeros Parques Nacionales Marinos como herramienta legal fundamental y efectiva para la conservación marina.
Estos parques nacionales son Áreas Marinas Protegidas (AMP) en donde hay ciertas actividades que está limitadas o totalmente prohibidas a fin de lograr la protección del hábitat, seguimiento del ecosistema y ordenación de las pesquerías. El principal objetivo es que el hombre no altere estas áreas para así lograr la “resilencia”, es decir, ese respiro que necesita el ecosistema para recuperarse y regenerarse naturalmente.
Hoy ya existen dos delimitaciones de las zonas marinas a ser conservadas cuando la ley se apruebe. Estos son el Parque Nacional Marino Yaganes y el Parque Nacional Marino Namuncurá – Banco Burdwood II.
El primero, ubicado al sur de Tierra del Fuego, en el pasaje de Drake conecta el océano Atlántico con el Pacífico y su fondo marino se encuentra mayormente inexplorado. Pero hay evidencia de cañones submarinos (prolongación de un río terrestre) y bosques subacuáticos que probablemente contengan alta diversidad de especies. El segundo abarca aproximadamente 29 mil km2 y es una meseta sumergida, que al ser de menor profundidad que las áreas circundantes y gracias a las corrientes que la rodean, genera el ascenso de nutrientes de las profundidades y produce una explosión de vida subacuática.
Un caso de éxito sobre las AMP es Cabo Pulmo. Hace solo veinte años, los arrecifes de este gran lugar de México se encontraban degradados. La comunidad comenzó a notarlo y luego de un arduo trabajo se lo declaró parque nacional. Tan sólo dos décadas más tarde, el total de la biomasa de los peces dentro de la reserva había aumentado más del 400% en comparación con los niveles previos a la existencia del parque. Hoy, Cabo Pulmo, se encuentra entre los ecosistemas más prístinos del mundo.
Es nuestro deber comprender que sin océano no hay vida, que sin azul no hay verde y que lo que hagamos o dejemos de hacer en estos próximos diez años repercutirá para siempre en la salud de nuestros océanos.