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Las aulas están cerradas, pero los chicos se juntan en las plazas, juegan en la calle y visitan amigos. La escuela es mucho más que contenidos académicos. Es contención y transformación, es patio y recreo; y es el único medio para forjar el futuro. 

Charlamos con Mariana Gallagher (@meriangal), Psicopedagoga, maestra especializada en educación primaria, y actualmente Directora de Educación Emocional en el colegio Michael Ham (@mhcolegio). Creemos que los chicos necesitan de la escuela, necesitan dejar la virtualidad de lado y volver al mundo presencial. Como dijo Mandela: “la educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo”. 

Con un postgrado en Psicología Evolutiva y del Aprendizaje y con una certificación en Educación Inclusiva, Mariana trabajó tanto en la Argentina como en Estados Unidos en todos los niveles: inicial, primario, secundario, en ámbitos públicos y privados. Fue voluntaria en apoyos escolares y en escuelas barriales, y a partir de una carta de lectores suya publicada en el diario La Nación, es que quisimos entrevistarla. Primero, transcribimos esta carta.

Cuidar es educar

“Parece que la letra de la canción infantil de María Elena Walsh cada vez se parece más a la realidad. Que los médicos y enfermeros son esenciales nadie lo duda, como los trabajos del área de producción y distribución de alimentos, seguridad o bancarios. Pero solo en “El reino del revés” es más esencial el entretenimiento que la educación. Si para estos rubros hay protocolos, también los podemos gestionar para las escuelas. Si la cajera del mercado puede trabajar con un barbijo y frecuente lavado de manos, si el transportista puede tener protocolos para su cuidado, también podemos cuidarnos los docentes, con sencillos pero estrictos protocolos. Con grupos reducidos, con distanciamiento, en lugares ventilados, con máscaras de acetato o barbijos caseros, los niños y adolescentes debieran volver a sus escuelas. Por turnos. Por años. Por horarios. Hay tantas maneras de hacerlo como la voluntad y la seguridad lo permitan. No se necesita una inversión millonaria: se requieren mentes que piensen más allá de las presiones políticas y sindicales; corazones con vocación de volver a vincular a cada niño, a cada joven, con el aprendizaje. Las consecuencias, además de sociales y emocionales, de la falta de conexión con el aprendizaje son también neuronales y pedagógicas.

Creo fervientemente en la educación argentina y solicito a quienes corresponda que podamos abrir las escuelas antes de fin de año. Que nuestros niños sepan que cuidarlos es también educarlos. “Un niño. Un maestro. Un libro y un lápiz pueden cambiar el mundo. La educación es la única solución” (Malala Yousafzai). Agreguemos un barbijo. Y cambiemos el mundo”.

Una apuesta por la educación

Malala es una chica paquistaní que a los 15 años sufrió un atentado por haberse sumado a la movida por la educación de su padre. Ese atentado fue la excusa para que ella pudiera hablar en la ONU y ser así puente para que el puente pudiera escuchar su postura sobre la educación. 

La educación es transformadora, comienza Mariana. “Todos los educadores podemos cambiar el mundo porque buscamos inspirar personas que, luego con sus acciones, podrán cambiar su familia, su comunidad, su ciudad y así su país. Así como los médicos tienen en sus manos la vida física, los educadores tenemos en nuestras manos la vida de las personas”. Y la vida entera es a la que se refiere Mariana, porque la educación es mucho más que transmitir conocimientos. 

“La educación es permitir que una persona tenga proyectos de vida, busque su bienestar, el de los demás, que pueda ser feliz. El educador quiere cambiar el mundo, y por eso vale la pena apostar por la educación. No es una utopía pensar que educamos para transformar”. 

La familia, primera educadora 

¿Qué le da la escuela a nuestros chicos que no se lo podemos dar en casa? La escuela ofrece un mundo de posibilidades y oportunidades. En casa, dice Mariana, los chicos aprenden los primeros vínculos, los primeros valores que son la base del aprendizaje. Ese mundo, en la escuela se amplía y se profundiza. 

La escuela ofrece la posibilidad de vínculos variados, de amistad y de oposición, de debate y de opinión. La escuela brinda, también, una gran variedad de adultos que influyen, inspiran y sacan lo mejor del otro. Estas experiencias complementan a las de la familia y, en algunos casos, suplen lo que en casa no se recibe. Si en casa uno de los padres sabe cocinar, a veces eso se transmite al hijo. O con la música, el deporte y el arte pasa lo mismo. En el colegio a los chicos se les abre un mundo más allá de los talentos o habilidades de cada uno. Son 15 años de un descubrir para descubrirse, para conocerse y abrirse a otras experiencias de esfuerzo, superación, empeño, donde se alcanzan metas, junto a un desarrollo del pensamiento y de las competencias. 

Agente de cambio

Norbert Monfort en su libro, “Próxima parada”, dice que si entendemos, como Mandela, que la educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo, tenemos que despertar a la acción. Ser agentes de cambio y no perder de vista la trascendencia. Y habla del cambio como un proceso. ¿Qué va a cambiar de ahora en más?

Mariana cita a Francesc Torralba que dice que estamos frente a un gran cambio de paradigma, y que frente a esto surgen dos posturas: la de sufrir por lo que se deja y salvar al mundo que cae, u observar lo que emerge, aprender y evolucionar, en vez de mirar para atrás y pensar lo que era. Claro que dejar lo que uno amaba, o donde estaba cómodo, es difícil, pero para evolucionar debemos dar lugar al cambio. Si volvemos a los patrones de antes es que no hemos aprendido nada, y sería un desperdicio.

Para mi un gran cambio tiene que ver con una gestión de mucha confianza y menos control. En las empresas esto se dio de manera increíble. Organizaciones que temían al home office, jefes que necesitaban a todos sus empleados bajo su nariz, hoy ven que los empleados trabajan y se comprometen. Hay que confiar más en la gente.

En las escuelas nos pasó lo mismo. Del control de tener que ver a los 30 chicos todo el tiempo, aprendimos a confiar. Todos aprendimos a ejercer la gestión de confianza, desde el director que necesitaba controlar al personal, hasta los alumnos, docentes y padres. El resultado es maravilloso, porque la gente trabaja no por obediencia sino por motivación y compromiso.

Encuentros virtuales vs. encuentros presenciales

Los encuentros siguen siendo reales aunque sean virtuales. Muchas cosas de las aulas se pueden replicar en la virtualidad, otras no. Pero el ejercicio es también pensar qué cuestiones de la virtualidad llevaremos a la nueva escuela: innovación y creatividad, sobre todo. 

Los cambios deben sostenerse para que permanezcan, algunas cosas han venido para quedarse. Reuniones virtuales, propuestas autónomas y de autogestión, ciertas plataformas, herramientas de la tecnología para aquellos que pudieron adquirirlas, acceso a oradores de cualquier lugar del mundo. Todo esto es ganancia, pero también hay que ocuparse de aquellos chicos que por personalidad o por diferentes habilidades, la virtualidad fue algo muy difícil. Sabemos que puede producir angustia, apatía y desmotivación y eso hace que se agrande la brecha aún más. 

Indispensable volver a la presencialidad

“Creo que es posible e indispensable”, afirma Mariana. Es un tema sensible y  hay que hablar de esto con respeto y empatía. Quienes tenemos casos cercanos o quienes han sufrido pérdidas tienen heridas abiertas, dolor y miedo. Hay que descalzarse ante el dolor. “Lo que no podemos hacer es gestionar con el miedo. Pero si hay distintos ámbitos que van generando protocolos pueden volver, pienso que es posible al menos generar encuentros con fines pedagógicos”, relata. 

Evidentemente, no volveremos a la escuela tal como la conocíamos, sino a una nueva manera de educar y convivir con el virus. Con distanciamientos, con protocolos. Hay maneras de hacerlo. No solamente se necesitan recursos económicos, sino mentes con voluntad, con gestión. Nuestros alumnos necesitan volver a vincularse entre ellos y con el aprendizaje, necesitan saber que cuidarlos es también luchar por ellos para disminuir la brecha tecnológica y la pedagógica. 

Sin exponer a los grupos de riesgo, cuidando al personal y a los alumnos, con grupos reducidos, al aire libre o aulas con ventilación, con turnos por grados. Si hay voluntad, hay estrategia.

¿Para qué educar?

“Educo para formar personas que quieran ser transformadoras”, afirma Mariana. Hace 3 años está haciendo una formación en Innovación Educativa con Montserrat Del Pozo, y lo primero que se pregunta es por qué educan los educadores. Te invita a preguntarte dónde está tu pasión. Y dice que quien no tiene un propósito que se levante y se vaya. Y en cambio, que se queden los educadores que tienen pasión por educar. “Por eso, aunque parezca una utopía, yo educo para cambiar el mundo y creo que esto sirve. No se puede educar sin propósito”. Son las instituciones con propósito las que trascienden. “Tenemos que poder soñar, y como líderes tenemos que tener planes de acción que no sean una utopía, sino que pasen a ser una meta”. 

Liderazgo 360 en la educación

“Un líder 360 es aquel que mira un poco para atrás para aprender del pasado, pero con los pies bien en el presente y con la mirada al futuro”. Para Mariana, un buen líder debe saber gestionar el liderazgo desde el sueño y no desde la emergencia, y tiene que poder inspirar a otros y dejarse inspirar. Frances Torralba, nos cuenta, habla del liderazgo cooperativo y de que compartir el talento es imprescindible. 

“Creo que este virus nos hizo desarrollar un poco más de paciencia, flexibilidad, adaptabilidad. Y nos obligó a reinvertarnos. Mirar la vida con ojos de niños te enseña a disfrutar de las pequeñas cosas en familia”.

¿Qué no se negocia?

“¡La persona!”, dice Mariana sin dudarlo. El ser único y valioso que es cada alumno y cada docente no se negocia. Los horarios, los lugares, la cantidad de meets o la cantidad de materias, todo eso se puede negociar, reveer, pero vincularse de persona a persona, eso no se negocia, el derecho a la educación no se negocia. 

Pastoreo de gatos

Este concepto es de Norbert Monfort y para explicarlo dice que el gato es un animal que básicamente hace lo que se le antoja. De nada vale que le grites. Que le trates con cariño o que lo ignores. Cuando el pastor dice “hay que ir hacia el bosque a trepar árboles”, el gato mira y (con suerte) y verá qué tiene de interesante ese bosque. Los gatos pueden juntarse entre ellos, pero no necesariamente se mueven juntos. Eligen sus compañías con mayor cuidado. El gato muchas veces dice que no. Mira para otro lado, pospone tareas. Tratar a los gatos no es fácil: tienen un humor vacilante y cambiante. 

¿Cómo se pastorea a gatos? “El educador de hoy tiene que tener claro su propósito, y querer vincularse con cada uno de “esos gatos”. Tiene que saber inspirar, tiene que ser apasionado. Tiene que ser muy flexible y adaptable. Tiene que conocer las diferencias entre su generación y la de sus alumnos. Hoy los chicos se mueven por motivación, nosotros nos movíamos por esfuerzo. Hoy los chicos pueden hacer miles de cosas a la vez, son creativos y dispersos. Nosotros éramos más focalizados y resolutivos. Ellos emprenden, nosotros obedecemos. Pero ambos podemos aprender unos de otros”. 

Pandemia y deserción escolar

“Esta es la parte triste, los números ocultos de la pandemia, las consecuencias no nombradas. En muchas escuelas del país los docentes hacen malabares para llegar a sus alumnos, han visitado casas, han sacado sus propios planes de internet para mandar ciertas tareas por whatsapp a los padres, pero la desconexión es inmensa. Si en la escolaridad normal, se produce gran brecha entre los que asisten regularmente y los que no, ¡imaginate ahora! En vacaciones, el descenso académico en barrios humildes es mayor que en otros sectores, solo la brecha de diciembre a marzo logra un descenso, hoy vamos casi nueve meses de brecha, y la deserción para algunos sectores será irrecuperable”, se lamenta.

La experiencia de otras pandemias

Hace poco salió una nota en Infobae en la que se contaba que hace 100 años, millones de niños regresaron a las escuelas en medio de la epidemia de tuberculosis, enfermedad que se transmitía por aire, y que se había convertido en la principal causa de muerte en muchos lugares. A falta de vacuna, se buscó el tratamiento al aire libre. Y comenzó un movimiento llamado “escuelas al aire libre”, que se inició en Alemania en 1904 y se extendió rápidamente por Europa. Hay historias de éxito, que aunque no se pueden replicar tal cual, sí nos sirven como base para armar el propio protocolo. 

Foco en las competencias

Se dice que hoy no es una ventaja competitiva el saber más que otra persona. Lo que más importa hoy es no es tanto lo que sabemos, sino lo que podemos hacer con lo que sabemos. El foco no debería estar puesto en el contenido, sino en las competencias. ¿Qué habilidades son las importantes?

“La educación no es sólo transmitir conocimientos. Hoy es vital el desarrollo de competencias, que nosotros las llamamos las 7 C”, cuenta. Se trata de creatividad, comprensión, curiosidad, ciudadanía activa, ciudadanía digital, cuidado de uno mismo, del otro y del medioambiente, capacidad emocional. Y para los que somos creyentes, también la capacidad emocional. Está comprobado que el éxito en los puestos de liderazgo se debe a un 15% en cualidades y tareas específicas del rubro, y el otro 85% se trata de facultades o cualidades humanas y emocionales como la gestión de las emociones, la resolución de conflictos, capacidad de inspirar, de convencer, de debatir, de fundamentar ideas. 

Alumnos protagonistas

Este año fue un curso acelerado sobre poner al alumno en el centro. Que se auto desarrolle, que use sus talentos, con confianza renovada en todos ellos. “El costo es muy alto, nunca habrá valido la pena haber pasado por una pandemia para aprender, pero esto es lo que nos tocó, y lo que sí valió la pena fue el esfuerzo y la actitud que supimos tener”. Para Mariana no fue un año perdido, hubo millones de ganancias. Ahora toca observar lo que emerge y evolucionar. 

Aprendizaje mutuo

“Aprendo muchísimo de los alumnos y de las personas con las que trabajo y formo equipo” Cuenta que de Inicial aprendió a reírse, a ser más sencilla, a amar la naturaleza. De Primaria, a esforzarme, a mantenerme con ganas de experimentar. De secundaria, la lealtad, sus convicciones, a ser buena amiga. “Me gusta que nos cuestionen porque nos hacen ser mejores. Cuando me puse a escribir la carta de lectores venía de ver un proyecto de sexto grado sobre líderes inspiradores, y ahí dije claro, un lápiz y un maestro son la solución”. 

“El aprender no soporta imperativo”

“Soy feliz educando. Mi reflexión es que los niños y los jóvenes valen la pena y por ellos no podemos bajar los brazos. Los directivos no tenemos más información que la que tienen los demás, pero estamos buscando las formas para volver. No podemos poner en juego instituciones. Hay un reglamento por el que nos regimos porque somos parte de un sistema. Hay que pelear y no bajar los brazos, pero no podemos ir en contra de las leyes. Con respeto y empatía estamos intentando tender puentes y generar encuentros”, termina Mariana. 

 

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