Esteban Cichello Hübner nació en Córdoba, pero se mudó a Buenos Aires con su madre a los siete años. A los nueve tuvo su primer trabajo. La pobreza extrema en la que creció no le impidió ni soñar, ni cumplir sus sueños. Terminó el secundario y viajó a Israel, donde estudió su primera carrera. Luego completó cuatro carreras más en las Universidades de Oxford y de Salamanca. Viajó a ochenta y dos países y habla siete idiomas. Hoy es docente y director de Programas Especiales en la Universidad de Oxford. Hablamos en vivo con él y aquí plasmamos algo de lo que fue esta enriquecedora entrevista.
La de Esteban fue una niñez difícil, de grandes privaciones. Pero más allá de las dificultades, hoy es protagonista de una historia de superación sumamente inspiradora cargada de grandes anécdotas. No eligió dónde nacer, ni vivir la vida que le tocó, sobre todo de niño. Pero lo que sí hizo fue decidir libremente qué hacer con eso que le tocó, qué caminos seguir y qué metas alcanzar. Él mismo es artífice de la vida que lleva.
Sobre sus orígenes
Nació en las sierras de Córdoba, en La Falda. Se crió en una familia con papá y mamá, y “todo iba bien”, asegura Esteban. Pero cuando él tenía siete años, su mamá empacó para empezar de nuevo en el conurbano bonaerense, en un terreno donde su abuela había construido un galponcito. “Era un ranchito cuadrado con piso de tierra y techo de chapa”, dice el protagonista, quien recuerda haber pasado allí hambre y días sin bañarse. Su padre nunca volvió a aparecer y su abuela perdió la vida en un trágico accidente. No había más familia en la que sostenerse; solo quedaban su madre, sus dos hermanos y él.
El trueque más oportuno
Los problemas parecían alivianarse una vez que lograron instalar una bomba de agua en su humilde hogar. Había tierra y agua, lo necesario para empezar a sembrar sus propios alimentos. Con la siembra aparecieron gallinas, entre ellas la gallina Zulema que se la pasaba afortunadamente poniendo huevos. Huevos que Esteban empezó a intercambiar con su vecina por lecciones de inglés contenidas en un Long Play. “Yo me desesperaba por escucharlas”, dice Esteban. Le había tomado el “gustito” a las lenguas, pasión que se desencadenó, supone, gracias a un libro escrito en francés que había en su casa. Pues en la escuela no le enseñaban otros idiomas.
Más allá de su afición por las lenguas, leía todo lo que encontraba utilizando la luz de la Panamericana, a la que asegura deberle parte de sus estudios. En su libro “Las llaves de Raquel” declara que aceptaba ser pobre de dinero, pero que se rehusaba a ser “pobre de palabras”. Por eso se la pasaba buscando enriquecer su vocabulario con un diccionario que se leyó de par en par. Cuando trabajaba de cadete, se apresuraba para recorrer en el tiempo libre distintas librerías en Buenos Aires.
Una experiencia inolvidable
Entre sus asombrosas anécdotas, Esteban cuenta que un día se levantó a las cinco de la mañana para tomarse el tren en San Isidro y en el camino se sentó con un diario a buscar trabajo. “En Martínez se subió un tipo bien ‘trajeado’ que se sentó al lado mío y de reojo empezó a mirar lo que estaba haciendo”, recuerda. Le dijo que él podía darle trabajo y le dejó su tarjeta. Luego de una búsqueda laboral sin éxito, Esteban fue a verlo a su oficina. Se trataba de Germán González Chiappe, director de Festo Pneumatic. Cuando lo vio entrar, el hombre sacó de su escritorio un billete de gran valor y le pidió que buscara cambio, sin conocer quién era ni dónde vivía. Cuando regresó cumpliendo la consigna, el empresario guardó los billetes sin siquiera contarlos. Al enterarse que Esteban tenía quince años y que había dejado la escuela, Germán decidió ofrecerle trabajo de cadete con la condición de que estudiara, y así fue como ingresó al secundario nocturno. Fue gracias a esa “imposición” que Esteban continuó estudiando. Luego de relatar esta experiencia inolvidable expresa: “Hay mucha gente que tiene miedo de confiar en el otro. Yo creo que tenemos que juzgar a los seres humanos positivamente. Si hay una balanza, siempre inclinarla hacia el lado positivo”.
Las llaves de Raquel
La primera parte de su vida hasta su desembarco en Israel, está plasmada en un libro muy tierno antes mencionado, narrado desde la mirada de un Esteban niño que se llama “Las llaves de Raquel”. Para escribirlo se inspiró en varias llaves —físicas y de enseñanza— que recibió de muchas mujeres, sobre todo de su abuela cuando era niño. Llaves que lo impulsaron y que le proporcionaron herramientas para perseguir sus sueños. Consejos como darle de comer a los animales antes de comer uno mismo y frases como: “sin sacrificio no hay beneficio” o “respetá a los adultos”, que sin dudas lo marcaron. Con esas llaves, Esteban fue tomando decisiones y actuando en consecuencia a lo largo de su vida.
Luego de haber sido sumamente pobre, de haberse ganado la vida como cadete, hotelero, traductor; de haber conocido a grandes personalidades como Maradona y de haber viajado por el mundo, hoy está en Oxford. Allí es docente y director de Programas Especiales, donde juzga a sus alumnos por las veces que se levantan y no por sus tropiezos.
Lenguaje inclusivo ¿Sí o no?
Esteban es filólogo, estudia el desarrollo y evolución de las lenguas. Entre los tantos temas interesantes con los que nos deleitó, en la entrevista explicó por qué considera que el lenguaje inclusivo es una “fiebre pasajera”, más allá de haber surgido de causa tan noble: las mujeres, a quienes tanto respeta.
“El castellano ya es inclusivo. Cuando hablamos de género no estamos hablando de sexo. Es una lengua inclusiva como muchas de las lenguas románicas derivadas del latín”. Dicho esto, Esteban llevó a cabo un pequeño juego de palabras en vivo para demostrar que son muchísimas las palabras femeninas como: persona, muchedumbre, cara, belleza, que componen el castellano. “Supongamos que entre una muchedumbre de hombres veo a uno con cara conocida. ¿Qué tengo que decir? ‘Oh, veo un persono en el muchedumbro y me doy cuenta de que es un eminencio porque su caro tiene un sonriso que emana de su bellezo interior y es mi dentisto’”. Luego de este ejemplo, ratifica que el lenguaje “inclusivo” es una «fiebre pasajera» y asegura que Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura y miembro de la RAE, está de acuerdo con esa posición. También cuenta que hace décadas se intentó reemplazar el “he” y el “she” por they o them y no funcionó. “La mejor manera de ser inclusivos es aprendiendo otras lenguas como la lengua de signos”, concluye.
Cuánto aprendimos en solo una hora y cuánto nos queda por aprender de él. Más allá de los obstáculos que la vida le presentó, Esteban eligió estudiar, trabajar, aprender idiomas, viajar. Cumplió sueños, sueños que según él son objetivos cuando uno sueña despierto. Fue articulando cada cosecha y triunfo que alcanzó. Su testimonio nos conmovió.
Si querés conocer más sobre esta historia de superación, saber cómo Esteban conquistó el obelisco (anécdota imperdible), y cómo pasó de la pobreza extrema a ser profesor de Oxford, hacé clic acá y escuchá la entrevista completa.
Foto: @drones.arg @federomanofoto
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