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El vértigo y lo urbano son el hábitat natural de Agus Piluso. Por eso lo llevamos a la terraza de Tango de Mayo Hotel, en pleno barrio Montserrat, para que nos cuente cómo llegó a convertirse en un artista de la imagen, que hoy la rompe en Instagram mostrándonos la ciudad desde una óptica fuera de lo convencional.

Texto: Juan Pablo Pizarro – Fotos: Rosario Lanusse

Apenas el ascensor abre las puertas en el último piso del Tango de Mayo Hotel, Agus Piluso sale disparado como perro de departamento cuando lo largan en una plaza. En menos de cinco minutos, el tipo recorre hasta el último rincón de la terraza, que tiene una vista tremenda para donde se mire. Agus está en su salsa y no puede disimularlo. Desde lo alto de una cornisa nos mira con una sonrisa que le da toda la vuelta a la cara y nos pide unos minutos de contemplación antes de arrancar la nota. Se los damos y aprovecho para sacarme fotos con mi hija, que hoy vino a darme una mano.

El sueño de la imagen propia

En el edificio que está cruzando la calle San José, justo frente al hotel, una familia nos mira desde el balcón, a lo mejor algo intrigada por el despliegue de cámaras que se levanta alrededor de la mesa que elegimos para arrancar la nota. Agus los saluda con la mano en alto mientras se acomoda en su silla y empieza a relatarnos un poco sobre él: “Estudié diseño gráfico en la UADE y durante doce años trabajé en una agencia de publicidad. Fui director de arte y participé en un montón de campañas donde trabajamos muy fuerte la imagen. Aprendí mucho sobre tonos, colores y composición. Durante mucho tiempo me tocó retocar imágenes de otros fotógrafos y siempre me pregunté por qué no trabajar sobre mis propias creaciones. Hoy por suerte puedo hacerlo. Entre que me gusta mucho el cine y la experiencia que tengo trabajando sobre imágenes, con el tiempo fui afinando el ojo y hoy estoy logrando las imágenes que me represento mentalmente”.

Agus apoya su celular sobre la mesa porque le molesta en el bolsillo y nos cuenta que sus primeras fotos las sacó con una cámara digital pero que eso cambió cuando una tía le regaló un iPhone: “Para mí fue liberador porque con el teléfono empecé a sentirme más liviano. Ideal para moverme en bicicleta. Sin necesidad de cargar con una cámara, fuera donde fuera tenía la posibilidad de sacar una foto. El celular es como un revolver, podés disparar y te vas. En ese momento empecé a sacar muchas fotos. Mi estilo tiene tonos muy oscuros, como si fueran sacadas de la versión de Batman de Tim Burton; mucha lluvia, tonos sombríos. En mis fotos hay mucha producción. La fotografía en sí es luz y contraste. Para llegar al tono que yo quiero, voy modificando y adaptando”.

Buscando el lado B de la ciudad

La pregunta que me da vueltas desde la primera vez que me metí en el Instagram de Agus es cómo se organiza para lograr las fotos que “postea”. Yo cada tanto saco una foto piola, pero es una de cada diez mil ochocientas. Tengo que disparar indiscriminadamente y esperar que al menos una salga como la gente. Lo de Agus es un poco más organizado y metódico: “Tengo un grupo de amigos con los que salgo en bici los fines de semana. Elegimos un lugar y salimos en banda, cada uno con su cámara. Vamos rotando los barrios y en cada uno buscamos ese rincón especial o diferente para poder retratar. Buscamos lugares apartados, fábricas abandonadas. Donde podemos, nos metemos. Yo en particular, por mi sangre italiana, tengo una alta carga de melancolía. Soy un porteño nostálgico. Me fascina retratar edificios viejos. Algún día, cuando tenga un hijo, quiero mostrarle cómo se fue transformando la ciudad donde vivimos porque el cambio es muy fuerte y se pierde. Y en cuanto a los personajes de mis fotos, trato de correrme del prototipo clásico y busco al que está leyendo el diario o al que sostiene un paraguas un día de lluvia. Son escenas que cualquiera puede ver, pero yo busco congelarlas porque tienen una enorme carga de identidad cultural”.

La gente del hotel, muy atenta, nos ofrece café y Agus aprovecha para dar una vuelta por la terraza. Se trepa un poco a la baranda que da a la Avenida de Mayo y mira con picardía, aclarando que quiere una foto ahí. Mientras se balancea temerariamente y nos deja los pelos de punta, revela su fascinación por las alturas: “Cuando me fui de la agencia me largué a trabajar freelance. Fue duro, no había mucho trabajo. Y entonces me puse a hacer otras cosas, como por ejemplo limpiar tanques en edificios. Me encanta mirar la ciudad desde arriba, no tengo vértigo, de hecho siempre viví en pisos altos y me pasaba horas en las terrazas de los edificios. Hoy de vez en cuando sigo limpiando tanques, ayudando a un amigo, porque me atrae ese instante de ver la ciudad desde una óptica diferente. Todo esto me empujó a que las fotos en altura fueran una parte importante en mi trabajo”.

Redes sociales y algo más

En la época que Agus trabajaba en la agencia, manejaba las redes sociales de algunos clientes, así que cuando decidió abrir su propia cuenta en Instagram, en 2013, ya venía con algo de experiencia y no le resultó tan difícil: “La realidad es que me metí como una manera de tener un lugar donde poder ir poniendo las fotos que iba sacando. Una especie de álbum virtual.  En esa época no había muchos fotógrafos urbanos y después de publicar algunas fotos, desde Instagram, me escribieron para decirme que les encantaba lo que hacía y que me iban a sugerir como perfil modelo durante una semana. Ahí tuve una explosión en la cantidad de seguidores, que ahora con mucha constancia trato de mantener”.

Con el número de seguidores en alza, las marcas no tardaron en aparecer, aunque Agus tiene la mira puesta un poco más allá del beneficio comercial que pueda conseguir de su éxito en Instagram: “Tuve la fortuna de trabajar para empresas como Converse y Corona, y hoy trabajo con Adidas. Es una experiencia gratificante que las marcas se acerquen atraídas por lo que hago. Pero la realidad es que me gustaría crecer mucho también en el ámbito cultural. Me considero un fotógrafo emergente y estoy intentando salirme un poco de la plataforma celular para meterme en galerías de arte. He logrado vender algunas de mis fotos y verlas colgadas es algo que me emociona. Entre mis sueños está poder vivir algún día de la venta de mis creaciones y, también por qué no, trabajar para National Geographic o una agencia tipo Reuters. Ya veremos”.

Sobre la relación con sus seguidores, Agus resalta el buen feedback que recibe cada vez que sube una foto: “La verdad es que no dejo de sorprenderme. Muchos me escriben y me dicen que gracias a mis fotos visitaron ciertos lugares porque les dio curiosidad. Otros que no están viviendo en Buenos Aires, ven mis fotos y les agarra melancolía. Se toman el trabajo de escribirlo y decírmelo. Un caso curioso fue el de la actriz Lola Ponce, que en su cuenta sugirió a todo el mundo que me siguiera porque retrataba a la ciudad de Buenos Aires de una manera en que pocos lo hacen”.

Un poco de pimienta para bajar la persiana

Los cierres de nota nunca son fáciles, salvo cuando el propio entrevistado te tira una soga. Hoy no es la excepción. Mientras la charla se desvía un poco y nos ponemos a divagar sobre gente que compra seguidores en las redes sociales, los fotógrafos de Revista Tigris disparan desde distintos ángulos y Agus descubre un punto en altura que le quedó por recorrer.Muy educadamente nos pide permiso y se aleja a los saltos por un corredor que termina en una escalera que lleva hasta un andamio improvisado sobre la medianera. Sube de dos en dos los escalones y la emoción del descubrimiento repentino lo hace pisar una chapa que no aguanta el peso y cede. Agus queda suspendido con los pies en el aire, aferrado a un par de tubos del andamio y lanzando carcajadas que no se condicen del todo con la escena que le toca protagonizar. Sin darnos tiempo a ningún tipo de reacción, en dos movimientos se trepa al andamio y acomoda la chapa de vuelta en su lugar. “Años sacando fotos en edificios en ruinas y barcos abandonados y nunca me pasó algo así. Sepan que lo hice a propósito para darle un poco de color a la nota”. Gracias por eso, Agus.

Agus dixit

 

Un ícono que no falla. “Con el Obelisco es muy difícil pifiarla y por eso le meto tanta foto. Es nuestro Puente de Brooklyn o nuestra Estatua de la Libertad. Mi desafío es mostrarlo siempre de una manera distinta”. 

Su propio superhéroe. “Soy como Batman porque no me gusta mostrarme. Si te fijás en mi perfil de Instagram, no me vas a encontrar en más de cuatro o cinco fotos. El protagonista no soy yo”.

Embajador de su ciudad. “Con el gobierno hay un acuerdo tácito. Ellos me gestionan acceder a lugares que no podría solo, como subir al Obelisco o visitar el Elefante Blanco, y yo hago de embajador para mostrar la ciudad a través de mis fotos”.

Todos podemos ser fotógrafos. “Hoy estoy dando clases de fotografía a chicos en un barrio humilde de Chacarita. Les enseño a sacar fotos con el celular, porque es lo más accesible. Los chicos están fascinados frente a la posibilidad de ser sus propios fotógrafos en cumpleaños o en alguna salida”.

Tango de Mayo Hotel

Se trata de una edificación realizada en 1913 por el arquitecto italiano Fausto di Bacco, en estilo Art Nouveau, inspirado en una construcción de la rue Réaumor de París. El proyecto comprendió la restauración del edificio para la puesta en marcha del hotel. Es un emprendimiento que invita a participar del mercado turístico de nuestro país. Combina la renta hotelera con las ganancias de la operación del restaurante, y ofrece a sus inversores la posibilidad de disfrutar de sus instalaciones. Además del restaurante, Tango de Mayo cuenta con 59 habitaciones, una sala de conferencias, una terraza y un gimnasio.

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