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Un fotógrafo, un carpintero y una pastelera fueron los elegidos para formar parte de este nuevo desayuno de Emprendedores. La Tía Ñata fue la sede del encuentro. Tres valientes nos cuentan cómo se animaron a seguir el camino que los hacía felices.

Texto: María Ducós – Fotos: Tefi Conen

 

Cuando llega la hora de saltar al vacío, para algunos, el impulso viene desde adentro y no hay forma de escaparle. Saben que aunque sigan su rutina, aunque estén haciendo lo políticamente correcto, la vida les pasará factura si dejan ahogar su talento. Por suerte, existen los audaces que, aun sin tener en claro muchas cosas, se lanzan en busca de las oportunidades que siempre soñaron.

Tres emprendedores de rubros bien distintos fueron los protagonistas de nuestra segunda edición de Emprendedores #60segundostigris. Fotógrafo uno, carpintero otro y pastelera la tercera, se acercaron a La Tía Ñata, un restó grill sobre el Paseo Comercial de Villa La Ñata, para compartir sus experiencias. Historias bien distintas que hablan de oficios que existen desde hace muchísimos años y permanecen reinventándose.

Buscando la magia
Así es como mejor se define Joako Mendonça, fotógrafo tan apasionado como solidario. Después de desbaratar un estudio de fotografía y buscando que su arte tuviera un fin más trascendental, se topó con un viaje a Santiago del Estero para docu- mentar el trabajo que venía haciendo una ONG en uno de los lugares más secos e indigentes del país. El trágico panorama con el que se encontró lo hizo caer en la cuenta de las cosas que lo enloque- cían: necesitaba ayudar, dejar un poco de lado la frivolidad de la moda para poner el hombro a las causas sociales. Esto fue el principio.
Hoy apuesta a trabajar en Médicos Sin Fronteras, la ONG médica y humanitaria que centra sus esfuerzos en ayudar a víctimas de desastres naturales en todo el mundo, pero sobre todo en África. Pero, además, este año Joako seguirá dando una
mano con la fotografía en Powerchair Football, una ONG que permite que chicos con severos problemas motrices puedan jugar al fútbol con sillas de ruedas motorizadas. Un año lleno de desafíos con el foco puesto en lo social.

Instagram: @joakomendonca

De buena madera

Treinta y cuatro años de vida, once viviendo afuera del país, una mujer española y un hermano carpintero. La historia de Diego Penas es atípica de por sí. Pero el momento crucial se podría decir que ocurrió en la frontera de Venezuela con Brasil. Después de haber viajado durante un año por Sudamérica -¡donde recorrió siete países a bordo de una bicicleta!-, le clonaron la tarjeta de crédito y lo dejaron sin ahorros de un día para el otro. Este mal trago fue el puntapié para tramitar la ciudadanía italiana y quedarse en Europa por un buen tiempo. Allí trabajó en el rubro hotelero.

Las vueltas de la vida hicieron que en un viaje de vuelta a Buenos Aires conociera a su actual mujer española con la que tiene una hija. Hoy, están instalados en la Argentina y, después de haber trabajado tanto tiempo en el mundo de los hoteles, Diego decidió bajar el ritmo y dedicarse a lo artesanal, una veta que siempre lo había motivado. Junto con su hermano Hugo, carpintero de pura cepa, se embarcaron en la aventura de tener su propio taller de juguetes de madera. Así nació Kamura.

“Si quieren chicos creativos, denles tiempo para jugar”, reza una de sus más valiosas premisas. Con un paso cada vez más afuera de sus tradicionales ocupaciones, Diego y Hugo van detrás del sueño de desarrollar juguetes que estimulen la creatividad de los chicos. Hace poco invirtieron en un router, una máquina que corta la madera para que luego ellos puedan hacer las terminaciones a mano, y que les servirá para su próximo desafío: incluir mobiliario infantil dentro de sus productos. ¿Un sello distintivo? Salvo detalles muy específicos, intentan no tapar el color propio y natural de la madera.

Instagram: @kamuracarpinteria

Amasando un sueño
Tefi Travaglini estudió Hotelería, pero el rubro nunca la terminó de conquistar. Mientras trabajaba en el sector de Atención al Cliente de un banco, en el año 2012, decidió mudarse sola y empezó a vender tortas para generar un poco más de ingresos y estar cómoda. Pero en 2015 comenzó a enfermarse mucho. Era tal su contractura, que en una jornada laboral llegó a ver doble a un cliente. El estrés la estaba consumiendo y por eso decidió dar un paso al costado.
Su papá le ofreció trabajo en su oficina -una empresa de seguros- y, a la par, fue su socio capitalista para ayudarla a construir, en la terraza de su casa, una cocina apta: horno pastelero con todos los utensilios que poco a poco Tefi pudo ir comprando. Así creó Titi’s Bakery.
Al mismo tiempo, se anotó en el IAG (Instituto Argentino de Gastronomía) para perfeccionarse y ahora sí lanzarse con técnica y respaldo. Terminó el año de la mejor manera, trabajando para un catering que hace rodajes de películas, y espera que 2017 la sorprenda con algo parecido.

Instagram: @bakerytitis

Desayunando junto al río:
Rodeado de juncos y elevado sobre una terraza de madera, la galería de La Tía Ñata está llena de mesas de colores. Este restó grill, que empezó como un proyecto entre amigos, está abierto todos los días hasta las 2 de la mañana. Se puede desayunar, almorzar, tomar el té o cenar. Los platos gourmet son exquisitos y, junto con la vista al Delta, proveen la mejor combinación. Los atardeceres imperdibles se disfrutan más con una copa de los mejores vinos argentinos, porque además de ser parrilla, La Tía Ñata funciona como vinoteca especializada. El año pasado, ganó el premio Tigre de Oro en Gastronomía y la distinción especial a la Mejor Atención de Mesa, compitiendo con más de sesenta restaurantes de todo el partido.

Datos de contacto:
Las Heras 1318, Dique Luján, Tigre, Buenos Aires (Paseo Comercial Villa La Ñata)
(15) 2008-6310
latianiata@gmail.com
www.latiañata.com.ar
FB La Tia Ñata Resto Grill
Instagram @latianiata

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