En un viaje, y mientras en su cabeza la prioridad era terminar su tesis, Natalín se topó con un proyecto de diseño de joyería que cambiaría su vida por completo. 

A veces es cierto que las mejores cosas que nos pasan son aquellas que no planificamos y que ni siquiera podemos imaginar o soñar. A veces tampoco llegamos a dimensionar qué tan valiosas son hasta que la vida da un vuelco a partir de ellas. Así le pasó a Natalín de @ambarvioletabsas, una tienda de joyas de autor que nació un poco de casualidad en el 2015 cuando vivía en Santiago de Chile. Pero de ahí a que este descubrimiento se convierta en el centro de su vida profesional, jamás lo imaginó.

Estaba circunstancialmente en el país vecino, acompañando a su pareja en un proyecto laboral y terminando su tesis de Comercio Exterior. Nada la hacía pensar que esa estadía sería tan productiva y exitosa. Hasta que un día, caminando por el centro de la ciudad, se topó con un local de piedras maravillosas y decidió comprar algunas para armar sus propios collares. Al mostrar sus primeras creaciones, surgieron encargos para varias amigas y conocidas, las primeras clientas de un lindo proyecto.

Y lo que empezó como un pasatiempo, se transformó en algo más serio al armar una mini producción para vender a familia y amigos. Desde entonces, al volver a la Argentina, se convirtió en una gran pasión por descubrir y en un trabajo de tiempo completo. “De verdad creo que las mejores cosas se dan de manera orgánica y natural, sin forzar nada”, nos comparte Natalín, y aunque afirme que no heredó el oficio de ser orfebre, sí viene de una familia italiana en la que abundan los talentos en torno a la música o al trabajo de la madera.

Amuletos para toda la vida

Para lograr sus piezas tan finas y delicadas, Natalín utiliza metales nobles y alquímicos como el bronce, el cobre, la plata y el oro, y también piedras preciosas y semi preciosas que fue trayendo de sus distintos viajes. “Amo y busco que sean piezas para toda la vida, para usar y heredar. Que sean amuletos que, de sólo verlos, te den felicidad o te recuerden a una persona muy querida”. Es por eso que sus producciones son piezas únicas de ediciones limitadas. 

Su inspiración para crear brota de la naturaleza, de la familia, de los viajes, de la magia. También de creencias populares, pero su clave para ser original es nutrirse de la nostalgia, y así traer recuerdos dormidos y despertar sensaciones de la infancia o de momentos felices. “Cuando me dicen que algunos de mis diseños les trajo un recuerdo muy nítido de algún ser querido me emociona muchísimo y esta es la mayor satisfacción de mi proyecto”, nos cuenta. 

Joyería de autor

Natalín es su primera clienta porque todo lo que vende es lo que ella usaría, ese es su primer gran termómetro. Con una familia italiana con la costumbre de regalar joyería para ocasiones especiales, tiene piezas deslumbrantes, como unos aros hechos de aguamarinas de una delicadeza sin igual que fue un regalo de su abuelo cuando tenía nueve años.

Entre sus favoritos, están los diseños que llevan gemas y cristales y aquellos que le recuerdan sus viajes. También a la luna Romana y Bellatrix les tiene mucho cariño por ser sus best-sellers y dos de sus primeros diseños al volver a la Argentina. Y algunos de los diseños con esas piedras que por alguna conexión no puede soltar no están a la venta y forman parte de su colección privada.

Ritmo propio

Natalín vivió muchísimos años cumpliendo horarios de oficina y viajando hasta en cuatro transportes para llegar a su lugar de trabajo. Hoy elige ser dueña de su rutina, y manejar sus tiempos. Por supuesto que esta decisión también tiene sus contras, y uno de los principales peligros es no poner límites y que el trabajo se transforme en un continuado 24×7. Pero de todo se aprende y Natalín intenta respetar sus tiempos.

Su día empieza revisando mails, armando paquetes para entregar en el correo, para luego encarar talleres, grabadores, fundidores, etc. “Lo mejor de mi cuarentena es haber podido hacer estos recorridos en bici, y disfrutar de los pequeños placeres como estar al sol tomando un café entre taller y taller. En otro momento de mi vida estaría coordinando embarques y cartas de crédito en algún escritorio, soñando con la libertad que hoy tengo”, nos relata. 

Una comunidad fiel

Una pieza de joyería puede despertar muchas sensaciones y emociones en quien la usa. Natalín no deja de asombrarse de la lindísima comunidad que supo construir y asegura que del otro lado recibe muchas respuestas con coincidencias maravillosas que la conmueven. Es ese el punto de conexión e identificación que siempre buscó para su marca. “Muchas clientas se transformaron en amigas, mucha gente que me sigue desde que volví a Buenos Aires siguen siendo clientas fieles que me recomiendan a amigos y familia. Eso es impagable”. 

Natalín está agradecida con cada una de las personas que, cuando no se animaba a dejar su trabajo formal, la animaba a que hiciera lo que creía correcto, lo que creía que la haría feliz todos los días. Su familia y amigos siempre estuvieron ahí. “Tengo muchas personas mágicas, hadas madrinas, como Luli Ballestrin, que desde el día uno me ayudó de manera amorosa y generosa; al igual que Marine Maiztegui, que me dio espacio en su página para hablar de mis piedras;  y como Rochi Lanusse por la magia de sus fotos y el apoyo de siempre”. Natalín es súper talentosa, pero sobre todo, una agradecida de la vida