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Probamos el oro en el fuego, dice el refrán. Y en las adversidades se prueban los valores que no se dejan quemar por las llamas. Un incendio histórico que, además de ceniza, dejó su marca de unidad, voluntad y bien común. Una comunidad que encontró en el otro su arma más fuerte.

Texto: Milagros Lanusse 

Amigo del hombre y poderoso adversario de la vida. Fuente de existencia y rival acérrimo de fuerza imbatible. Claridad y desgracia; vida y destrucción; calidez y pérdida. Según la mitología griega, Prometeo roba el fuego a los dioses para entregarlo a los hombres, convirtiéndose en el guardián de la humanidad (y es castigado por Zeus por su audacia); les da calor y luz, y brinda al mundo un elemento de vida. Paradójica ironía si las hay, cuando ese mismo fuego se viste de enemigo y se eleva solemne sobre los árboles dejando a su paso devastación y ruina. 

El pasado febrero, el escenario de la contradicción fue Chubut, donde meses de altas temperaturas jugaron una mala pasada. Los bosques de la localidad de Cholila, especialmente del emprendimiento San Esteban, fueron víctimas del incendio forestal más grande de la historia de la Patagonia, que resultó en más de 30.000 hectáreas quemadas. Hombres y mujeres de todas las edades, pobladores, vecinos y personas llegadas desde afuera conformaron un grupo de defensa sólido para evitar que el fuego acabara con todo. 

 

 

CRÓNICA

DOMINGO 15: se detecta  el fuego siendo las 20 hs en el lugar conocido como Las Horquetas. LUNES 16: se ve el humo desde el establecimiento San Esteban, distante unos 25 km. SÁBADO 21: unos 30 voluntarios en la faja del Turco (propietarios y familias de San Esteban, gente de Tagle, de Narváez, de Torres), caballos, topadoras, brigadistas de Cholila y de Corcovado trabajando. A las 15 hs hacemos retirar a los voluntarios menores; el fuego llega a la margen derecha (oeste) del Turco. DOMINGO 22: (…) A la tarde se ordena la evacuación de San Esteban, se hace en forma ordenada con la Policía y Defensa Civil. Todos los propietarios y familiares se instalan en el lodge de la Flia. Wegrzyn (…) Esa noche, cerca de las 22 hs se quema la forestación de Torres, los vecinos de San Esteban lo ven desde la casa de Narváez, hay fuego en toda la ladera. 

El informe del incendio, escrito por Esteban Bosch, encargado de los emprendimientos de Eidico en la Patagonia, despierta imágenes agudas en la mente. Y detrás de la crónica, el cuadro se pinta completo con la voz sentida de quienes estuvieron en el frente de batalla, viendo las llamas en primera fila y pisando las cenizas de lo que el fuego dejaba a su paso. 

Jackie Guimarey nos cuenta que a la idea de tener una cabaña en el sur la llamó “un sueño en familia”. Ese sueño se cumplió en San Esteban. “Después de once años de quererlo, conocerlo y disfrutarlo con familia y amigos, el pasado 16 de febrero comenzó uno de los momentos más fuertes y tristes que hemos vivido en nuestra vida: el incendio”, relata.

  

Patricio Lanusse describe su viaje a Cholila, a días de haber comenzado el fuego. “Desde Eidico consideramos que debíamos hacernos solidarios con las familias propietarias que estaban luchando por sus casas, junto a Esteban Bosch, nuestro hombre en La Patagonia, y el personal del emprendimiento. Decidimos acompañarlos, aunque más no sea para tratar de brindar un apoyo moral. Y allí partimos Mateo Salinas y yo”. 

Norberto Larrosa relata su experiencia, que consistió en largas jornadas de trabajo, emociones e impacto. “Nos enteramos del incendio el lunes 16, cuando volvíamos del Bolsón. Al llegar a nuestra casa, ya era de noche y se podía ver perfectamente el fuego a unos 30 km en un lugar alto, arriba  del valle del Río Tigre. Pasaron los días y desde nuestra casa podíamos ver cómo ese foco chico crecía sin control y se acercaba al fondo del lago. Por las noches decidimos cerrar las cortinas porque ver el  avance del fuego era demasiado angustiante  para nosotros. Todo se empezó a llenar de humo y el sol cada vez se veía menos”. 

Norberto se unió al grupo que intentaba frenar el fuego. “El sábado 21, cuando vimos que el fuego iba a traspasar la primer franja en la que habíamos  trabajado con los vecinos y nuestras familias, la sensación de impotencia  y de angustia fue enorme. Ese día nos evacuaron. La noche siguiente pensamos que nuestra casa y las restantes se habían quemado porque el incendio había llegado a la forestación vecina y entrado en San Esteban. Lloramos desconsoladamente. Con mi mujer Sonia volvimos a Cholila temprano al día siguiente a dar una mano, a ver qué había quedado. Pasando el Bolsón nos llamó nuestra amiga Jackie Guimarey y  nos contó que, increíblemente, no se había quemado ninguna casa. No podíamos creerlo. Llegamos a Cholila y nos unimos al grupo para seguir luchando llenos de esperanza. 

 

LEGIÓN DE A PIE

“Sentíamos que se quemaba todo lo que queríamos. La naturaleza virgen que habíamos explorado y queríamos volver a disfrutar. Se  quemaba  nuestro lugar en el mundo”. Los sentimientos de Norberto se replican en los testimonios de todos los que vivieron el incendio desde adentro. 

Cuando Patricio y Mateo llegaron a San Esteban, los recibió (y sorprendió) el retrato de una lucha incansable. “Un grupo humano de unas cien personas, al que nos unimos casi sin darnos cuenta, luchaba a brazo partido para contener el fuego: propietarios, brigadistas, vecinos y voluntarios. Se los veía trabajando y esforzándose hasta el heroísmo defendiendo lo propio, lo ajeno y lo común. El fuego era combatido por brigadistas y equipos. Los no profesionales: propietarios, vecinos y voluntarios, ayudaban con moto sierras, palas, y cuanto elemento pudiera ser útil. Todos eran un ejemplo de entrega desinteresada e incondicional. 

  

Por detrás de ese frente había otro pequeño ejército silencioso que también trabajaba incondicionalmente preparando viandas y refrescos para los voluntarios y brigadistas. Eran las mujeres de los propietarios, junto al personal del lodge de la familia Wegrzy, cuyo dueño generosamente puso a disposición de las familias que debieron desalojar sus viviendas ante la inminencia del fuego. Por la noche, ellas mismas atendían a los que llegaban  absolutamente agotados, tiznados de negro, con tierra y hollín en ojos, nariz, orejas y boca, con los borceguíes quemados”.

Norberto Larrosa también repara en ese grupo humano que quedará fijado, muchos de forma anónima, en la memoria de todos los que formaron parte de esta aventura. Su lista se hace amplia, y las caras manchadas de humo desfilan por su memoria. “Hubo muchos gestos destacables, montones. Gente que a poner lo que tenía para salvar un poco de  naturaleza. Es algo que nos une aún más al lugar y a su gente. La entrega de empleados de San Esteban Hernán  y Máximo, y la de Esteban Bosch, fueron impresionantes. Dieron TODO. La  generosidad de la familia Wegrzyn y su gente, vecinos que nos alojaron a todos los evacuados, fue increíble: invadimos su hostería. No nos pidieron nada y nos ofrecieron todo. Hubo dos bomberos voluntarios de Bariloche que llegaron un día a las dos de la mañana para ayudar. Se quedaron muchos días. Trabajamos con ellos. Me acuerdo de muchos… Me acuerdo de  mi mujer Sonia, de mis hijos Camila, Juan, Alejo y Maia que dieron todo por el lugar que aman”.

 

EL DÍA DESPUÉS

Detrás de las historias de heroísmo atestiguadas, también aparecieron factores negativos, acusaciones vanas (a los emprendimientos inmobiliarios de la zona, por ejemplo) y reclamos sin fundamento. Lo cierto es que lo vivido en Cholila en esos días fue una verdadera hazaña y una lucha contra una naturaleza fuerte, que pide a gritos un mayor cuidado y prevención. 

Patricio Lanusse reflexiona en este sentido: “Hay una falta de conciencia generalizada de la sociedad toda. Qué bueno sería que en lugar de trasmitirse mensajes negativos, aprovechemos esta experiencia para ponernos a pensar en cómo prevenir y cuidar todos nuestros parques y bosques, en forma coordinada y planificada. Para lograrlo deberíamos trabajar en forma conjunta los gobiernos municipales, provinciales y nacionales; los funcionarios de Parques Nacionales; los organismos encargados de prevenir incendios; los vecinos de toda la región. En el frente de fuego todos los mencionados lucharon esforzadamente unidos y solidarios sin echarse culpas, ni reclamándose nada. Estoy convencido de que la experiencia vivida en este incendio puede resultar de gran utilidad. Si somos capaces de tener claro cuál es el bien común, el objetivo de defenderlo entre todos es posible”. 

La comunidad se levanta entre los cerros grises que quedaron pelados. Fue un trabajo duro combatir el fuego, y todavía más duro será reconstruir lo que éste se llevó. Pero algo dejó la experiencia: el trabajo en equipo, la generosidad, el desinterés y el esfuerzo logra sus frutos y enfrenta a la peor de las adversidades.

cholila7  

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