Lic. Isabel Cornejo (Psicóloga Holística) – @lic.icornejo

La gratitud es una de las emociones que más atrae la tan buscada sensación de paz. Conocé lo que genera en el cuerpo y embarcate en un camino de positivismo y sanación. 

Cuando hablamos de gratitud, comúnmente lo asociamos a ese sentimiento de reconocimiento que una persona puede tener hacia otro que le haya hecho algún tipo de favor o servicio. 

En mayor o menor escala, cuando uno está agradecido se siente bien. Siente un calorcito suave en el corazón. Lo sorprendente es que ese calorcito puede ser medido. ¿Sabías que las emociones y los pensamientos tienen vibraciones? Estas vibraciones impactan en el cuerpo físico ya que nuestro sistema nervioso y nuestro sistema endócrino responden a ellas.

Cuando sentimos y conectamos con emociones que nos hacen bien, podemos hablar de vibraciones de alta frecuencia que, por supuesto, tienen un impacto positivo en el cuerpo físico.

¿Qué pasa cuando la vida se pone difícil? Cuando nos toca atravesar momentos de caos o dolor por lo general, nos identificamos tanto con eso que nos está sucediendo que empezamos a conectar con pensamientos y emociones de baja frecuencia.

Una de las emociones de mayor vibración es la gratitud. Si pudiéramos conectar todos los días un ratito con ella, seríamos un imán de paz. ¿Por qué? Porque nuestro cerebro procesa la información en positivo. Si yo pienso “no voy a llegar a terminar con todo lo que tengo que hacer” automáticamente aparecen emociones asociadas a dicho pensamiento, lo cual nos lleva a sentirnos frustrados, quejosos y nuestro cuerpo físico pone en marcha hormonas relacionadas al estrés. Lo más probable es que no llegue con todo lo que tengo que hacer.

En cambio, si me digo “quiero terminar con todo lo importante”, mi cerebro va a buscar todas las alternativas para poder lograrlo generando emociones de alta frecuencia.

Aún en los momentos más complejos y dolorosos hay algo para agradecer. Aunque parezca que estás en un callejón sin salida, siempre hay algo por lo cual estar agradecidos, y esa es la chispa para mantenerte como un gran imán que atraiga sanación, abundancia y paz. Cuando te acostumbras a ser agradecido, sos feliz pase lo que pase porque tenés paz en el corazón.

Te propongo el siguiente desafío: por 21 días, TODAS las mañanas, apenas abrís los ojos, y TODAS las noches, antes de cerrarlo, tomate 5-10 minutos para ser consciente de tu respiración y buscar todo aquello por lo cual estés agradecido. Llená todas tus células con gratitud. Sentilas. Con esa gratitud decretás y visualizás como todo en tu mundo se ordena. 

En la mitad de esos 21 días seguramente el ego te juegue una mala pasada y te de pereza, pero no aflojes ¡Insistí!́ Y si te olvidas un día, volvés a empezar. ¿Te animás a probarlo?