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Los juegos de mesa obsequian el disfrute de barajar de nuevo el universo que nos rodea, activando el desarrollo de la inteligencia y preparando al niño para su participación en la vida social.

El ejército negro avanza triunfante ensanchando sus fronteras sobre el Viejo Continente. Los colorados aglutinan sus fuerzas en los países del Norte para asegurarse el territorio. La tensión aumenta. El comando de los verdes se repliega, los azules se abandonan a su suerte. Y en un sorpresivo movimiento, el ejército amarillo con sus ropajes desteñidos por el sol de Oriente organiza el contraataque desplegando una inesperada estrategia que sorprenderá al mundo entero al entonar el grito de “¡China ataca a Kamchatka!”.

Del mundo real al mundo lúdico
Cuando se abre el tablero, se ingresa en un nuevo espacio de encuentro en el que todos los participantes se convierten en protagonistas de un mismo terreno lúdico por recorrer. Los juegos de mesa obsequian el disfrute de adentrarnos y barajar de nuevo el universo que nos rodea, sometiéndolo a nuevas reglas. Se abre un tránsito que va desde un punto de inicio seguro y conocido hacia un horizonte nuevo por conocer, donde aguardan múltiples situaciones problemáticas e intrincadas aventuras, para alcanzar finalmente la lejana y deseada meta.

Al desplegar el mundo lúdico sobre la mesa, ocurre algo muy curioso: todos los jugadores quedan sostenidos dentro de los bordes de las reglas libremente aceptadas, estableciéndose un sentimiento de confianza. Se aprenden y comparten los mismos códigos comunes dentro de un espacio y tiempo de acción, en el que todos se integran y nadie queda afuera.

Estos juegos reglados se alejan cada vez más del juego egocéntrico del niño pequeño, porque el niño comienza a prestar atención a más de una característica; lo que posibilita una actitud de cooperación y una necesidad de reciprocidad que consiste en tratar al otro como quisiera ser tratado uno mismo.

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Azar versus estratégias
Los juegos de mesa, desde sus múltiples presentaciones y variables, activan el desarrollo de la inteligencia infantil. En la vida cotidiana, las habilidades cognitivas se despliegan para resolver situaciones complejas o novedosas. Cuando no sabemos exactamente qué y cómo hacer para lograr nuestro propósito, las funciones ejecutivas actúan y nos ayudan a elegir y planificar lo más adecuado.

En la compra y venta de campos del Estanciero, sobre la marcha de los peones, en el aroma de la sopa de letras, con la danza de las damas, en el aleteo de la oca y bajo el grito del “chin-chón” se pone en marcha una gran variabilidad de funciones cognitivas para enfrentarse a la complejidad. La capacidad de espera en los turnos y el soportar perder y equivocarse revelan la posibilidad del niño para postergar poco a poco sus impulsos en pos de los tiempos de reflexión sobre sus próximas jugadas. Sostener la atención y concentración con un fin determinado y poder anticiparse a los movimientos del otro reflejan la capacidad para organizarse: retener información, almacenar y evocar nuevos movimientos.

El azar es uno de los elementos necesarios pero no suficientes en el desarrollo del juego. La diosa fortuna suele evocarse en aquellos momentos en los que las fichas escasean, los puntos no alcanzan y los comodines desaparecen.

Los niños más pequeños que comienzan a adentrarse en estos juegos agitan los dados con fuerza para disfrutar de los pequeños triunfos parciales, dejando de lado, aún, el objetivo final. A medida que avanza el desarrollo de los niños, la posibilidad de mirar más allá de lo evidente para alcanzar la meta revela la capacidad de análisis y síntesis donde se integran ambos hemisferios cerebrales, poniendo de relieve su nivel de pensamiento.

Entre guiños, treguas y miradas
La posibilidad de compartir en familia o con amigos risas, logros y frustraciones sobre el tablero colabora con el fortalecimiento de la autoestima, estrechando los lazos de confianza y seguridad necesarios para el conocimiento mutuo. Estas situaciones lúdicas permiten ejercitar la discusión, la reflexión crítica, la capacidad para adaptarse a normas establecidas y aceptadas por todos, preparando al niño para su participación de habilidades en la vida social ya que, al igual que en el mundo, en los juegos de mesa se tiene que seguir un orden, un respeto por el otro y por las normas de la sociedad. Los juegos de mesa nos permiten, principalmente, encontrarnos cara a cara para barajar de nuevo, estrechando conocidos y nuevos vínculos.

Más información

Lic. María Catarineu
RAYUELA – Ofrece una capacitación vivencial de juego para profesionales de la salud y la educación, para descubrir el valor del juego como espacio de encuentro y construcción de vínculos. (15) 5178-8250
rayuelatiempodejuego@gmail.com

 

 

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