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Durante las vacaciones, nuestros hijos gozan de mayores libertades. Salidas a la noche, paseos en cuatriciclo, viajes en auto. Aun así, los padres nunca nos tomamos vacaciones de la paternidad y hay que cuidar los límites con mayor atención.

Texto: Eduardo Cazenave

 

Algo nos pasa durante las vacaciones que nos lleva a aflojar con los límites y exponer a nuestros hijos a situaciones que durante el año no se nos cruzan por la cabeza. Por alguna razón, durante el verano les soltamos las riendas porque hay planes que creemos que vienen con el paquete del descanso familiar. Salidas nocturnas, programas peligrosos, consumo de alcohol, horarios chinos, menores al volante de autos, camionetas y cuatriciclos. La paternidad no tiene descanso, ¿o sí? Propongo que pensemos en lo que nos pasa para ver si podemos lograr que pase otra cosa.

El viaje en auto
Esto es básico, pero siempre es necesario recalcarlo: los menores deben ir siempre atrás, con el cinturón de seguridad puesto, y los más chiquitos, en la sillita correspondiente. Planificá el viaje acorde con la edad y con las necesidades de tus hijos. Si lloran durante el viaje en auto, que sigan llorando hasta que puedas parar en algún lugar de descanso y atenderlos sin provocar un riesgo para vos y para ellos. Llorar no los va a matar, golpearse contra el parabrisas sí, y soltarte para calmarlos puede matarte a vos. Paciencia, planificación y cuidado paterno. El viaje ya es parte del descanso. Relajate y hacé todas las paradas que vos, el auto o tus hijos necesiten. La idea es ir a descansar y volver todos sanos y salvos. La vida en sí misma es un maravilloso viaje; disfrutalo cuidándote y cuidando a los tuyos. Una parada a tiempo puede salvar vidas; el cinturón siempre puesto, también.

Soltar las riendas
Es cierto que elegimos lugares de descanso en los que nos sentimos seguros y donde podemos soltar un poco más a los chicos, acorde con su edad. Está bueno y son excelentes ocasiones para enseñarles a ser más autónomos y responsables. Está bien que haya otros horarios, otras libertades y otros riesgos. Todos hemos experimentado los permisos que nos daban nuestros padres durante las vacaciones. Uno se alejaba a explorar zonas de la playa, buscar caracoles, jugar con las olas, trepar un arroyo, escalar una montaña. Esas libertades nos dieron seguridades, nos hicieron sentir grandes; tomamos decisiones, asumimos riesgos. Hoy en día es igual, pero lo importante es que aquellas libertades sean siempre acordes con lo que un chico puede asumir. La noche sin el control de adultos es como dejar a nuestros hijos nadar entre tiburones. Un cuatriciclo manejado por un chico de trece años equivale a darle un arma cargada que puede matar a otros y matarse él. Soltarlos está bueno, abandonarlos no. La diferencia puede ser sutil a veces, pero esa misma diferencia es la que convierte un buen descanso en una terrible pesadilla.

Enseñarles a andar en bicicleta
Cuando les enseñamos a nuestros hijos a andar en bicicleta lo hicimos mediante un proceso. Los sostuvimos hasta que lograron el equilibrio, los agarramos antes de que se cayeran, corrimos a su lado, los soltamos para ver si sabían dar bien la vuelta, y al final los dejamos andar solos, marcando por dónde sí, por dónde no y a qué hora volver. No fue repentino, fue un proceso de ir soltando. Así tiene que ser también nuestro camino de padres: correr al lado, ayudarlos a tener equilibrio, levantarlos y curarlos cuando caigan, y marcar los horarios y las zonas permitidas. El modelo sirve para cualquier edad, para cualquier actividad, para el año entero y en especial para las vacaciones. Al igual que el sol, aunque no nos vean, los padres siempre debemos estar.

Por más padres socialmente responsables
Éste es un paso más, un escalón mayor. Desde hace años, la Fundación Padres viene haciendo talleres y campañas durante el verano para ayudarnos a dar este paso. Ya no alcanza con que cada uno cuide sólo a sus hijos, que es nuestro deber y nuestra responsabilidad. Si entendemos que el hijo del otro puede ser el mío y el mío, el del otro; si comenzamos a involucrarnos señalándole a un chico su error o, más aún, el peligro al que se expone y al que expone a otro, entonces seremos padres socialmente responsables, padres de todos, y tendremos hijos mejor cuidados. La mirada de los adultos, cuidando, conteniendo, acompañando, aconsejando, advirtiendo, incluso retando, es un paso más hacia el compromiso ciudadano. Con respeto, con ternura, entendiendo que no es nuestro hijo, pero sabiendo que si lo fuera, nos gustaría que alguien lo ayudara a ser mejor persona y no pasara simplemente a su lado perdiéndose la oportunidad de ser mirado con amor. Si lo logramos, habrá menos accidentes en cuatriciclos, peleas en boliches, comas alcohólicos en las casas y en las calles, chicos perdidos en las montañas.

Estas vacaciones podemos descansar entre todos si aprendemos a cuidar mejor a nuestros hijos: los míos, los tuyos, los nuestros… los hijos de todos.

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Eduardo Cazanave
El autor es filósofo, rector general del colegio San Juan el Precursor y profesional en Fundación Padres.

 

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