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Texto: Catalina Rothberg – Fotos: cortesía Almacén Ott Gourmet

Luciano García tiene 29 años, nació en Rosario y desde chico supo que quería dedicarse a la cocina. Terminó el colegio y vino a Buenos Aires a estudiar, donde fue conociendo su faceta de pastelero y encontrando su pasión por la docencia. Hoy dirige el Almacén Ott Gourmet en Acassuso donde, junto a su equipo, ofrece una alternativa para cada gusto.

Terminó el colegio sabiendo que quería estudiar algo relacionado con la cocina. Su papá, que vendía libros en Rosario, contactó a un amigo en Buenos Aires cuyo hijo era pastelero, y así dio comienzo a su carrera. Le recomendaron The Bue Trainers, una escuela de cocina en Ezeiza, y después de aplicar para una beca entre ciento veinte alumnos, quedó entre los dos seleccionados. Además, comenzó a trabajar en The Gate Gourmet -la empresa de servicio de catering para Aerolíneas Argentinas-. A los seis meses le ofrecieron ser asistente de cátedra dentro de su escuela, y así descubrió otra pasión: ser profesor. Pero no sólo eso; él quería ser referente en su especialidad. El camino recién empezaba.

“Mi intención era ser cocinero”
Ya instalado en Buenos Aires, con la idea clara de lo que le gustaba, fue a una entrevista para formar parte del equipo de pre apertura del Palacio Duhau Park Hyatt, y después de dieciséis entrevistas le dieron la posibilidad de entrar como pastelero. Ahí conoció a Ilhame Guerrah, ícono de la pastelería mundial que estaba a cargo del catering del hotel y que luego se convirtió en su mentora. Era una ocasión que no podía pasar por alto. Fueron cuatro años de aprendizaje junto a la francesa, quien lo fue educando en la cocina. “Terminé siendo su mano derecha. Nos íbamos afuera a trabajar juntos”, recuerda Luciano. Una experiencia de crecimiento que marcó su rumbo en un camino que estaba recién pegando su salto.

Después de varios años, el ciclo llegó a su fin cuando Ilhame fue trasladada a Asia. ”Resultó una pérdida para mí, pero me enseñó a trabajar con otros profesionales”. A partir de ese momento, Luciano logró compartir la cocina con muchos expertos y así empezó a entender de qué se trataba el mundo de la pastelería. El destino que siguió fue La Bourgogne del Hotel Alvear. “Pasaba por la puerta, vi un pianista tocando el piano y me pareció soñado, entonces fui y me anoté”. Paralelamente, se adentró en el universo de la docencia en Ott College, cuando Mauricio Asta, profesor suyo en The Bue Trainers, le ofreció un puesto para dar clases. La fascinación fue recíproca, lo que llevó a Luciano a dejar la hotelería y avocarse por completo a esta nueva pasión.

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“El capricho de pastelero”
Las propuestas de trabajo nunca faltaron, pero hubo una en particular que conmovió a Luciano de manera especial. Patricia Ott, directora de la escuela, le propuso comenzar un emprendimiento juntos. Todo tomaba el rumbo ideal. Sus dos pasiones en un mismo lugar. Se presentó la posibilidad de dedicarse a la docencia y ser chef de su propio local. Uno de los sueños pendientes de la fundadora era abrir un restaurante-escuela. Un lugar donde el alumno pudiera aprender en un escenario real. Así fue como nació Almacén Ott, donde Luciano pudo, por un lado, canalizar el deseo de pastelero de crear algo, poder mostrarlo y compartirlo, y por otro, ser un modelo de negocio para sus alumnos. Desde un principio buscó darle una “identidad ottiana” al lugar, tanto en la vidriera como en el equipo de trabajo. “A ojo, pulmón y corazón”, como dice Luciano, fue llegando a ser lo que buscaban que fuera. La clase tomó forma de local con vidriera con aires de pastelería parisina. Enseguida logró una identidad propia, ya que desde los empleados, siendo alumnos y ex alumnos de la escuela, hasta la ubicación, la decoración y los productos, reflejaban de manera fiel el espíritu de Ott College. Luciano fue encontrando su lugar con el tiempo y hoy ofrece una carta simple, pero totalmente propia del lugar con una propuesta específica según el horario. A las 8:30 de la mañana se puede empezar el día con un yogur con granola casera, un croissant o un pain au chocolat; para la hora del té, doce piezas de pastelería para elegir o un bagel de salmón hecho con pan de la casa. Pastelería tradicional francesa con un toque de modernidad, donde la materia prima de mejor calidad es lo único que no se negocia.

“Haciendo lo simple extremadamente bien”
“La comida es todo menos comer. Es compartir charla y pasión con alguien que quiero”, destaca Luciano sobre lo que hace todos los días. Señala algo que parece tan simple y cotidiano, pero que a la vez reúne las cosas más importantes de la vida. El pasar horas hablando de locuras, de pasiones, de delirios. Compartiendo ingredientes y experiencias de vida. “Comer es disfrutar de los demás. Es sentirse agasajado y poder agasajar”

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