Modernidad, calidez y vida en torno a la laguna

“Compramos el proyecto de Santa Ana apostando al barrio. Sabíamos que queríamos laguna, que era el gran diferencial”, cuentan sus dueños.


La casa fue pensada en plena cuarentena, un contexto que los llevó a buscar un diseño donde los espacios se integren, pero sin perder identidad. “Queríamos que cada ambiente tuviera su propio lugar, sin estar todos encima todo el tiempo. En la planta baja casi no hay puertas: los ambientes se conectan a través de grandes arcadas, lo que genera continuidad y al mismo tiempo cierta intimidad.”

El comedor diario se transformó en el corazón de la casa. “Todo pasa ahí. Es donde compartimos, cocinamos, recibimos amigos. Es el alma de nuestro hogar.”
En cuanto al estilo, el proyecto logra un equilibrio entre lo moderno y lo clásico. Los materiales —porcelanatos, madera, tonos neutros— aportan calidez y atemporalidad. “Queríamos algo que se mantuviera en el tiempo, fácil de combinar, sin colores que cansen.”
Además de su diseño interior, la conexión con el exterior fue clave desde el inicio. Grandes ventanales integran la galería, el jardín y la laguna, generando una sensación de apertura y continuidad visual. La luz natural atraviesa toda la casa durante el día, reforzando esa idea de fluidez y armonía con el entorno que define la vida en Santa Ana.



Definirla en tres palabras no es fácil, pero los dueños coinciden: “Es una casa moderna, fluida y feliz.”
Un diseño pensado para acompañar el paso del tiempo y disfrutar cada día del entorno que ofrece Santa Ana, un barrio que invita a vivir conectado con la naturaleza y el agua.
Gracias al Arq. Dibar por el corrido de este proyecto y a los dueños por abrirnos las puertas de su casa y compartir su historia.
