Por Catalina O’Reilly

En Argentina festejamos el Día del Niño el tercer domingo de agosto; este año, el domingo 20. Es una fecha que inaugura, en cierto sentido, la temporada de regalos y festejos de fin de año. “¡¿Cómo que fin de año?! –dirán ustedes– Fin de año, ¿ya? ¡Pero si es agosto recién!” Sí, pero estamos todos de acuerdo en que no hay nada más rápido que la segunda mitad de año. Cuando te querés dar cuenta, estás desarmando el arbolito de Navidad. Entonces, ¿ya sabés qué les vas a regalar a los chicos que hay en tu vida?

El Día del Niño tiene un significado mucho más profundo que lo material y los precios en el mercado. Hace ya casi cien años, en 1925 y en respuesta a la preocupación posterior a la Primera Guerra Mundial, el Día Internacional del Niño fue declarado en Ginebra durante la Conferencia Mundial sobre Bienestar Infantil.

Que los niños sean niños, nada más y nada menos. ¡Y que puedan serlo durante el mayor tiempo posible! En esta época en la que se expone a los chicos tan temprano, obligándolos a crecer tan rápido, regalemos cosas que nutran esa ingenuidad y esa manera de mirar tan propia suya. Algo que los resguarde de los ritmos frenéticos que llevamos hoy, para que puedan ser chicos un ratito más. ¡Incluso si ya creen que son grandes!

Acá te sugerimos algunas ideas:

Para despertar la creatividad

Ser creativo es mucho más que pintar o dibujar. Ser creativo es tener la capacidad de armar cosas nuevas, de darle tu personalidad a algo que antes no la tenía. No existe chico que no sea creativo. Después de todo, cada uno de nosotros vino a cambiar el mundo un poquito, solo es cuestión de encontrar la manera propia de hacerlo. ¡Y se puede ir probando con distintas cosas y sin presiones! Libros de recetas o elementos para cocinar, materiales de arte o libros de dibujo; cuadernos nuevos para que escriban historias; algún instrumento sencillo de aprender… ¡como un ukelele!; todos son buenos puntos de partida para que los chicos vayan conociéndose.

Allá lejos y hace tiempo, había una marca de manualidades que se llamaba Jugamás (esto no está “sponsoreado”) y, siempre que alguien te regalaba algo de ellos, era motivo de festejo. Venía con todos los materiales necesarios e instrucciones súper claras. Jugamás sigue estando y ofrece un catálogo fantástico: hay cajitas para hacer aviones, hebillas, jabones, tarjetas, ropa para las muñecas, huertas… Recomendadísimo.

Para fomentar la curiosidad y las ganas de aprender

            Hay dos formas de conocer el mundo que nos rodea: por la teoría y por la práctica. Los libros “informativos” -esos que son sobre el Antiguo Egipto, sobre animales, sobre el espacio o sobre ciencias- tienen un atractivo innegable para todos los chicos. Incluso si no saben leer, o si no les gusta tanto, esos libros llenos de imágenes que cuentan sobre las distintas facetas del mundo que nos rodea fascinan una y otra vez.

Eso, para la teoría. Para la práctica, ¿qué te parece armar una caja con un “kit de exploradores”? Para que salgan al jardín a mirar con ojos nuevos, podés incluir una brújula, una lupa, unos binoculares chiquitos, una libreta para anotar observaciones, frasquitos para juntar bichitos o piedras que les gusten… ¡Quizás también un sombrero de explorador!

Para que viajen por mil mundos

            Los libros nunca pasan de moda y siempre son una buena opción. No importa la edad que tenga el lector, tienen la capacidad de trasladarlo a otra realidad. ¡A elegir con cuidado! En esta nota te damos una mano con eso. Si no te podés decidir, la gente de la librería va a estar más que dispuesta a ayudarte con recomendaciones para que des en el clavo.

Para crear memorias para toda la vida

Juegos de mesa, rompecabezas, cartas o dados… Ya sea regalando algo nuevo o haciendo noche de juegos con los que ya tenemos. Las actividades que implican necesariamente pausar y tomarse el tiempo de estar con el otro son un gran regalo.

Al final del día, lo que más necesitan los chicos de nosotros es tiempo. Mucho más que de las cosas materiales, ellos se van a acordar de cuando estuvimos realmente ahí, para ellos. Hay mil formas de estar. Dedicándoles toda nuestra atención y prestando oídos a las cosas que tienen para contarnos, forjamos un vínculo fuertísimo e indispensable para su desarrollo.